lunes, 2 de mayo de 2011

076 - Globalización y Adolescencia (Parte II)

(Publicado en Reflexiones sobre Educación con fecha 9/5/2011)

GLOBALIZACION Y ADOLESCENCIA (Parte II)

En relación a la temática de la globalización y de la posmodernidad, venimos destacando lo enriquecedor que resulta trabajar, desde una perspectiva psicosocial, con nuestros jóvenes en grupos de reflexión y de acción. Coordinando grupos de adolescentes, logramos proporcionarnos entre todos una guía para la vida cotidiana actual, procurando además construir un espacio para lo creativo y para el invento. El punto de partida se basa en la cultura líquida y fluida que impera en estos tiempos que corren, lo que nos permite hablar de una verdadera era del vacío. Y desde ya, se trata de averiguar cómo ello incide en los modos de vincularnos, caracterizados por una progresiva atenuación de los lazos y de las reglas de convivencia, en muchos casos al límite de su desaparición. La fragilidad de los vínculos interhumanos conduce al concepto de hombre unidimensional de Herbert Marcuse, donde parece que todo se desliza sin una base sólida ni un anclaje afectivo estable.

Los adolescentes de tal modo agrupados intentan promover una concreta lógica democrática y participativa, recuperando la dignidad de la palabra singular y aceptando la diversidad de sus distintos saberes. Coinciden en que la hipermodernidad es una vorágine de perpetua renovación y desintegración, como así también que el síndrome consumista se caracteriza por el exceso, la velocidad y el desperdicio. Entienden que tienen que esforzarse —y mucho— para no aceptar acríticamente las ideas hegemónicas impuestas desde lugares que no les pertenecen. Y para generar juntos nuevos modos de pensar, sentir y hacer que en verdad los comprometa con la comunidad que integran. Leemos a Arthur Rimbaud, quien señalaba que es fundamental hacernos videntes, inspeccionando lo invisible y oyendo lo inaudito. Se trata de explorar lo diverso, que implica ni más ni menos que pasar de la búsqueda de las certezas absolutas a la aceptación de las incertidumbres.

Queda por demás claro que en la actual era del vacío aparece una renovada forma de control de los comportamientos, un nuevo proceso de personalización que pretende oscuros fines, valores y legitimidades sociales. Se apunta al surgimiento de jóvenes sincrónicos que vivan sin ideales propios y sin objetivos trascendentes. Emile Durkheim advertía que en tal modelo de cultura, el incremento de semejante interacción lleva al sincretismo, a la mezcla de dioses extraños, para desembocar en la disminución del sentimiento de pertenencia a un grupo y en la acentuación de los fenómenos de exclusión. Grupalmente se comentan las noticias sobre el trabajo esclavo utilizado por las grandes empresas —algunas multinacionales— en pleno siglo XXI; además del notable fenómeno que representa la ampliación de la brecha entre incluidos y excluidos. Son relativamente pocos los adolescentes llamados a consumir mundo y cada vez son más los consumidos por el mundo.

La problemática vinculada al trabajo adolescente y su correlato, la desocupación, como así también la capacitación continua y la experiencia que van adquiriendo nuestros pibes, también se abordan en estos espacios de reflexión grupal que ayudan a potenciar las posibilidades individuales y colectivas. El clima de solidaridad entre los jóvenes les permite responder mejor a los diferentes cambios sociales y a las nuevas modalidades del mercado laboral posmoderno. También estos espacios son aprovechados para brindar información acerca de los avances legales en materia de derechos de los adolescentes y de los distintos medios para su efectivización. Se promueve la participación y el pleno ejercicio de valores tales como la ciudadanía y se difunden los contenidos de las normas que hacen a la protección integral de sus derechos y garantías que, cabe destacar, son de orden público, irrenunciables, indivisibles, interdependientes e intransigibles.

Hoy podemos ver a los poderosos medios concentrados de comunicación no sólo distorsionando diariamente la realidad, sino difundiendo explícita e implícitamente el estilo de vida a seguir. Los adolescentes comienzan a tomar conciencia de que esos mensajes están dirigidos a ellos, pretendiendo crearles nuevas necesidades y deseos a través de la mentira y de la desinformación manipulada. Surgen los llamados grandes relatos de los medios formadores de opinión, aquellos que Jean François Lyotard visualizaba y a partir de los cuales el bienestar individual como mundo y representación va en pos de una felicidad light. Es la tiranía del momento la que impone que elegir sea una obligación más que una opción, atiborrando el mercado de cosas cuyo destino inmediato es su renovación precipitada como un imperativo decisivo de la producción y del marketing. Los otros pasan a ser indiferentes y la aldea globalizada aspira al desapego emocional.

La tarea grupal, con técnicas operativas de indagación y acción específicas, brinda a nuestra juventud un mayor protagonismo para operar de manera positiva en la superación conjunta de los conflictos, problemas y dilemas. Sabemos que lo grupal incentiva tanto la producción de ideas como la realización de acciones concretas, logrando una adaptación del joven al medio en que le toca vivir. Se modifican nuestras matrices de aprendizaje, trabajando sobre las distintas individualidades y alentando permanentemente la heterogeneidad grupal. En muchos casos, aparece la falta de sentido existencial que promueve esta hipermodernidad y que desemboca en lo que conocemos como kakón adolescente (kakón: palabra griega de género neutro, que significa “lo malo”). Utilizamos dicha expresión para designar el malestar de la vida, el tedio y la ausencia de sentido en los pibes, presentándose a veces bajo la figura de síntomas depresivos propios de la pulsión de muerte.

Milan Kundera piensa que el nivel de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido. En la sociedad del homo consumens, los vínculos humanos tienden a estar mediados por el mercado del megaconsumo y el imperio de lo efímero se ha convertido en el principio que organiza la vida colectiva de la sobremodernidad. Y los pibes conocen bastante de estas vivencias, toda vez que les ha tocado nacer y vivir en su condición de internautas navegando por el ciberespacio de internet y de la www world wide web. Según Zygmunt Bauman, los vínculos actuales son considerados frágiles, inestables y tan fáciles de romper como de crear. Los adolescentes ya saben que la denominada red mediática no promete ser un buen terreno para la construcción de relaciones sociales perdurables. Por eso disfrutan mucho de los encuentros grupales cara a cara, mirada a mirada, cuerpo a cuerpo, que poseen una riqueza distinta a la posmoderna tecnología de la vinculación virtual.

Esta juventud siente que tiene una tarea por delante, cual es la de edificar una nueva y mejor estructura de la sociedad, afianzando y extendiendo las redes sociales y capacitándose de manera constante. A tales efectos, hacemos del aprendizaje una apropiación instrumental de la realidad y no olvidamos al respecto la concepción problematizadora y dialógica que nos enseñara Paulo Freire: la vida cotidiana misma abordada desde una dimensión social. Concebimos al sujeto como un ser habitado por las imágenes de la realidad exterior, inscriptas en cada uno de nosotros de una forma singular para transformarse luego en el signo de nuestra identidad. Sören Kierkegaard creía que la cultura era el cielo que recorría al individuo para alcanzar el conocimiento de sí mismo. Y nosotros agregamos que ese entendimiento es mucho más rico buscarlo y hallarlo interactuando junto a los otros, al lado de los demás y, si se comienza con tal práctica a temprana edad, resulta un tanto mejor.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com