lunes, 22 de junio de 2020

162 - Psicología Social y Técnicas Psicodramáticas (Primera Parte)

(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en julio de 2020)

PSICOLOGIA SOCIAL Y TECNICAS PSICODRAMATICAS (I)

El cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. Arnold R. Beisser.

Muchas veces hemos mencionado que nuestra Psicología Social es una interciencia, que se nutre de técnicas y de información provenientes de numerosas materias: el psicodrama y la gestalt son las que hemos de tener en consideración en este texto. Los operadores psicosociales, según el tipo de grupo con el que estén interviniendo, suelen utilizar algunas de estas herramientas cuando acceden a agilizar el proceso colectivo y arribar así a resultados más efectivos. Su número, variedad y gran campo de operación aportan un creativo instrumental en las más diversas áreas de actuación.

Veamos a continuación un muestrario de estas técnicas de acción, a modo meramente ejemplificativo, las que apuntan a la toma de conciencia por parte de los integrantes de un grupo, como así también a un darse cuenta emocional o awareness en términos gestálticos. Aclaremos que muchas veces el equipo de coordinación no interviene de manera directa, sino que simplemente colabora para que se restaure el flujo natural de cada proceso grupal mediante el uso de las actitudes y aptitudes tanto individuales como colectivas. Siempre será necesario tolerar lo desconocido y lo ambiguo para encarar la mejor creatividad. Vayamos entonces a las técnicas:

 *Interpelación directa. Se trata de hablarle al otro miembro del grupo evitando las frases que, al no dirigirse a un destinatario específico, impiden el contacto emocional. Esta técnica procura generar vínculos más directos, en los cuales se imponga lo que es y se evite el como sí. La coordinación busca descartar la adivinación o bola de cristal, siendo el propósito poder expresar lo que se piensa, lo que se siente, lo que se desea; a la vez que aceptar lo que se escucha sin juzgarlo. Esta forma de dialogar requiere honestidad y sinceridad. Consiste en decir la verdad como actividad específica y concreta: una especie de parrhesía o hablar francamente. Etimológicamente pan: todo, y rhema: lo que se dice; algo así como la apertura del corazón.

*Soliloquio. En una obra dramática u otra semejante, es el parlamento que hace un personaje aislado de los demás fingiendo que habla para sí mismo. En nuestro caso, al finalizar una representación grupal que se acaba de llevar a cabo, un integrante puede hacer una pausa en la interacción y decir en voz alta lo que siente o lo que piensa. De tal modo, se expresa ante los demás mediante un monólogo en situación, asociando libremente  y reflexionando respecto de esa acción que recién concluyó. De esa forma van aflorando sentimientos, pensamientos y emociones que no se visualizaron con anterioridad. Este procedimiento suele ser muy útil también para explorar una energía detenida o paralizada.

*Doble. Se utiliza esta herramienta cuando un miembro del grupo no puede expresar su sentir o su pensar por represión, por timidez, por inhibición o por culpa. Entonces,  el coordinador o co-pensor se coloca a su lado en la misma actitud corporal, mímesis, donde se maximiza la comunicación télica. Recordemos que la telé es la disposición positiva o negativa para trabajar con un miembro del grupo. Luego, en una segunda instancia surge la interrogación de las afirmaciones o negaciones del integrante en cuestión y, finalmente, se entra en el interjuego dialéctico, donde los contenidos reprimidos o disociados comienzan a hacerse conscientes a partir de ser manifestados por el doble o facilitador.

*Espejo. Es una eficaz técnica psicodramática que puede emplearse de distintas maneras. Así, ubicado un integrante en el grupo, el coordinador u otro compañero —o yo-auxiliar— lo representa, después de haber analizado detenidamente su proceder. Repite pues, en una imagen especular, sus movimientos, su postura corporal, sus actitudes y sus gestos. De manera estática le muestra el cuadro escénico, como en una representación instantánea. O de modo dinámico, personifica la totalidad de una secuencia en acción. Otra forma es el uso de un video, que salva la dificultad de la reproducción exacta por parte del que hace las veces de yo-auxiliar. Esta herramienta psicosocial es un recurso valioso en el ámbito de lo grupal.

*Cambio de rol. El coordinador o facilitador hace desempeñar a un miembro del grupo su propio rol y el rol complementario, cambiándolos de lugar. Por ejemplo, el niño que aún sigue siendo, por un lado, en diálogo con su padre o con su madre, por el otro. Se persigue una comprensión integrativa con un claro objetivo de insight o darse cuenta, siendo una técnica tanto de restructuración como de reactualización emocional. Es por demás obvio que debe tenerse mucho cuidado en su uso si el integrante se encuentra invadido con contrarroles que amenacen su integridad personal y subjetiva.  

*Silla vacía. El facilitador o co-pensor coloca una silla vacía y le propone a un miembro del grupo que imagine quién puede estar sentado en ella. El integrante elegido  se ubica frente a su personaje imaginario y le expresa todo lo que desee, aquello que jamás  pudo decirle. Con esta técnica puede trabajarse sucesivamente con varios miembros del grupo y, además, puede ser complementada con otros instrumentos, como por ejemplo la inversión o cambio de roles.

La silla vacía permite poner en juego una noción clásica de la gestalt: el perro de arriba y el perro de abajo. El primero (top dog) identifica los deseos, las necesidades y las potencialidades del sujeto. El segundo (under dog) encarna a personajes introyectados y, en una evidente polaridad, hace surgir las excusas, los pretextos y los obstáculos sean estos  epistemológicos, epistemofílicos o epistemoprácticos.

*Juegos dramáticos. Todo juego tiene sus reglas que, en nuestro caso, aparecen como dramatizaciones con estructuras más o menos definidas a priori por el coordinador, en las cuales un integrante o varios de ellos actuarán. Desde la óptica visual del contenido pueden clasificarse, de acuerdo con el grado de aproximación al conflicto, en juegos o esparcimientos explorativos y elaborativos. Ejemplos de estos últimos son la historia psicodramática o historiodrama, la imagen de la familia o átomo social familiar, la historia del nombre, el árbol genealógico, la proyección al futuro, y otros etcéteras.

Para concluir, digamos que la psicología social, la gestalt, el psicodrama y el juego están relacionados entre sí, especialmente lo lúdico representacional asociado a la creación y a la creatividad. Es habitual que algunos  grupos generen un campo de diversión.  El esparcimiento es un espacio transicional entre el yo y el otro, entre el mundo interno y el mundo externo. Una gran cuota de libertad que brindan los juegos se basa en las normas precisas en las cuales están enmarcados. Dichas reglas y su observancia permiten que el jugar transite por el territorio de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. La seguimos en la próxima entrega.

RONALDO WRIGHT 
www.ronaldowright.com

lunes, 15 de junio de 2020

161 - Encuadre o Dispositivo Psicosocial

(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en junio de 2020)

ENCUADRE O DISPOSITIVO PSICOSOCIAL

Cuando operamos en y con grupos operativos, los psicólogos sociales establecemos un encuadre —o un dispositivo— con las condiciones básicas dentro de las cuales se va a desarrollar el proceso grupal respectivo. El concepto de encuadre ha tenido un uso habitual en los espacios psicológicos, psicoanalíticos, psicodramáticos, y también grupalistas. Enrique Pichon-Rivière no abundó en la utilización de esta noción, si bien utilizó muchos de sus presupuestos. Más que una cuestión pichoniana, puede tomarse a nuestro encuadre como un tema blegeriano.

El psiquiatra y psicoanalista José Bleger (1922-1972) fue quien aportó muchas ideas o elementos teóricos y metodológicos en relación a esta temática. Definió al encuadre como un conjunto de normas —sistema de reglas— que es explicitado en un tiempo y lugar determinados. El diccionario nos dice que encuadrar es encerrar en un marco o cuadro; bordear, determinar los límites de una cosa. Encuadrar es delimitar, encerrar,  recuadrar, enmarcar, encajar, determinar, definir, catalogar, incluir, insertar, afiliar. Veamos, entonces, cómo juegan estos conceptos.

El inicio grupal explicita las reglas de juego, que se constituyen en las coordenadas que organizan ese lugar y ese momento que denominamos de apertura o fundación. La tarea requiere estar enmarcada, delimitada, justamente para evitar la desorganización y el caos. Por ende, necesita normas que regulen su funcionamiento. El dispositivo o encuadre psicosocial opera como regulador del vínculo y de las relaciones con la tarea. Funciona como fondo sobre el cual emerge como figura todo lo que corresponde al acontecer, a lo procesual, variable, dinámico y móvil.

Así, el proceso grupal se lee sobre el fondo que ofrece el dispositivo. El encuadre cuando funciona es mudo, no se nota, pues actúa como un telón de fondo. Pero hay algunos casos en los que el encuadre pasa de ser fondo a ser figura. En el comienzo de los grupos suele aparecer como figura, en el momento cuando todas las reglas y todo el sistema de normas están todavía muy en el centro. Otra situación es cuando el encuadre se rompe, siendo entonces tarea del equipo de coordinación el promover las condiciones para que el mismo se restablezca.

Después, con el tiempo el dispositivo grupal se va implicitando, es decir, deviene en cortina de fondo. La función que cumple el encuadre es básicamente de sostén y de continencia. Permite que haya un máximo de utilidad y un mínimo de interferencias para el trabajo grupal. Surge de un esquema conceptual, referencial y operativo con un propósito que es la realización de una labor determinada. El encuadre se ofrece como un marco que brinda seguridad a los integrantes del grupo, produciendo esa asunción de las reglas efectos concretos de subjetivación.

El pensador francés Didier Anzieu (1923-1999) dice que las reglas tienen el carácter de ser divalentes, que tienen dos vertientes: marcan el terreno de lo posible y además el campo de lo prohibido. El encuadre es vivido como permiso y a veces también como prohibición; como contención y como límite. Le pone coto y cerco a la omnipotencia narcisista, tanto del coordinador como de los observadores y de los miembros del grupo. Por supuesto que siempre despierta afectos que tienen que ver con la cálida  aceptación y con el pulsional deseo de transgresión.

La técnica operativa habilita a comprender esos procesos grupales. Entonces, en cada encuadre o dispositivo nos vamos a encontrar con: a) constantes temporales, referidas a la duración, el horario y la frecuencia de las reuniones; b) constantes espaciales, que hacen referencia al lugar; y c) constantes funcionales, que hacen a la definición de lo que son los roles y la tarea. Quien aplica este dispositivo es el coordinador del grupo, pasando a ser un soporte esencial para la direccionalidad en el terreno de lo colectivo. Ello mediante una puntual estrategia, táctica y logística.

Digamos que en algunos casos, como el de nuestros grupos operativos de aprendizaje pichonianos, rigen en su encuadre las siguientes reglas básicas: la confidencialidad o discreción, la abstinencia y la restitución. La idea central es que todo lo que acontezca adentro del grupo se trabaje sólo en ese lugar y no trascienda a otros espacios. No hay grupo aconflictivo al igual que no hay individuos sin conflictos. Los desacuerdos y los acuerdos serán abordados entre los propios integrantes, constituyendo tal modo de enseñaje en un verdadero crecimiento personal y colectivo.  

Cuando el fundador y creador de la Psicología Social Argentina hace alusión al inicio de su experiencia con grupos —agrupando a los enfermeros y a algunos pacientes en el viejo Hospicio de las Mercedes, actual hospital Borda—se refiere a lo que denomina encuadre de la escuela de líderes, con un cierto tinte lewiniano (Kurt Lewin: 1890-1947). Ya en aquel entonces procuraba la búsqueda de liderazgos funcionales, la rotación de roles, la lucha contra las situaciones estereotipadas o de clausura, las propuestas creativas que colectivicen, y así siguiendo.

Más arriba hablábamos de encuadrar como encerrar. Y por cierto que se puede  entender al dispositivo psicosocial como un encierro, pero es obvio que con algún tipo de delimitación tenemos que trabajar. Se tratará entonces de armar y deconstruir encierros que permitan operar en el desarrollo, en la creatividad, en el cambio y en la transformación, en los proyectos superadores, etc. Los conflictos deberán ser tomados como objeto y a la vez como herramientas para resolverlos. Convertir los dilemas en problemas dialécticos que nos permitan avanzar.

En este siglo XXI tenemos que abordar los dispositivos colectivos con una apertura en abanico, operando en grupos y con grupos en muchísimos más lugares. Como agentes del cambio social planificado, lograr que nuestro encuadre psicosocial opere como un verdadero garante de la existencia misma de cada situación que nos convoque y que nos permita orientar nuestras mejores intervenciones en los procesos grupales todos. El dispositivo será uno u otro de acuerdo a la tarea estipulada, destacándose desde ya su dimensión de contrato como instituyente del grupo.

RONALDO WRIGHT      
www.ronaldowright.com

viernes, 12 de junio de 2020

160 - Al Troesma con Cariño

(Publicado en la edición especial de Apuntes Grupales - Nº 19 de junio de 2020 y en el libro Los Puentes que Construyó Enrique Pichon-Rivière en Argentina y Latinoamérica)

AL TROESMA CON CARIÑO

Este mes se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Enrique Pichon-Rivière y la revista “Apuntes Grupales” me ha invitado a participar de su número especial de junio, homenajeándolo y subrayando la trascendencia tanto en Argentina como en América Latina del creador de nuestra Psicología Social. Desde ya agradezco esta nueva posibilidad de escribir unas breves líneas y sumarme a quienes lo recordamos desde el alma. Quisiera intentar armar un collage —ya que el maestro era afecto a tal modo de expresión artística— usando palabras de otros, palabras tanto emanadas de los discípulos que lo conocieron personalmente, como de aquellos que simplemente son seguidores de su obra y de su pensamiento. ¿Cómo era el fundador de la Psicología Social Argentina? ¿Qué/quién dicen que era?
                                                                                                                                                       
Dicen que era un bohemio, un hombre de la noche con mucha calle y mucha vida. Nada de lo humano le fue extraño. Un noctámbulo transgresor argentino-criollo, un arrabalero que no olvidó su condición de ginebrino de lengua francesa. Le gustaba curiosear los personajes de la noche. Creía que durante el día las personas tenían sus vidas harto planificadas, mientras que en la noche la soledad y el ocio se convertían en una desesperada búsqueda de acompañamiento, de contacto, de comunicación. Quizá por eso mismo fue un solitario armador de compañía, un faro inventando el mar. Un creador de oportunidades para que las palabras y los deseos circulen. Era él un lugar de encuentro con los otros, como así también una incesante invitación a la creatividad en todos los ámbitos de la vida.

Otros lo recuerdan como un baqueano en el mundo, un avezado experto en sortear las corrientes adversas a la marcha del navío. Con Heráclito había perfectamente aprendido —y aprehendido— la dialéctica que proviene del arte del timonel. Su pensamiento vivo sigue siendo emancipatorio, pues colectiviza, concientiza, conecta, apunta a la liberación de las condiciones concretas y cotidianas de la realidad humana. Le importaba destacar más la raíz que el origen de las cosas. Y sabía que toda teoría se prueba en la práctica. Su tiempo fue de luchas y proyectos, tiempo de realizaciones y de producción de ciudadanía. Los aportes del maestro señalaron la importancia de realizar una crítica de la vida cotidiana, esquivando las tentaciones de la repetición y los dogmas, de la estereotipia y la clausura.

¿Sería Pichon-Rivière incluso un visionario, un caraibé de esta época moderna? Tenues voces murmuran que parecía un médico del alma, una especie de sadhu todopoderoso y afable cuando se lo abordaba. Su respuesta estaba siempre bien dispuesta, pues lo cierto es que poseía una extraordinaria capacidad de lectura de lo latente a partir de mínimos indicios, además de un insólito talento para metaforizar. Conjugaba, jugaba con, extraía el jugo para crear, para inventar (in-venire), para producir herramientas específicas de la práctica psicosocial. Supo desde un inicio que nada se construye en soledad. Tuvo la humildad de los grandes y la generosidad de aquellos que tienen mucho para dar. Quienes lo frecuentaron saben que su variada —y desordenada— biblioteca no era ni avara ni rencorosa.

Se comenta que era un profesional barrero, que seducía pero no adulaba. No sólo  jugaba cuando la cancha estaba en condiciones, sino que su cualidad era adentrarse en todos los potreros de la vida, en cualquier estado en que se encontrasen. Nunca rehuía la escena de la diversión y siempre asombraba su prepotencia de trabajo. Ya en su Goya adolescente descubrió casi al mismo tiempo la sexualidad —del prostíbulo y del psicoanálisis— y las ideas socialistas. Su talento como hombre de ciencias se mezcló con su temprana sensibilidad de poeta. Conviviendo en pensiones con la bohemia y la política, recorrió el espinel del alma humana primero como psiquiatra, luego como psicoanalista y finalmente como psicólogo social. Su legado es: un espíritu, una práctica y una ética.

También fue un cultor de la dramaturgia: solía montar escenas con claro beneficio para quienes fueron testigos de sus puestas clínicas y también de sus magistrales clases, siempre teñidas de abundante lenguaje popular lunfardo. Sostenía que el discurso académico era interesante pero deformaba, no formaba. El profesor y doctor Enrique Pichon-Rivière educaba tanto en las aulas como en los boliches, en las cervecerías, comiendo una pizza y bebiendo un vino. El maestro llamaba a eso el club del estaño. Como buen iconoclasta, rechazaba la autoridad acrítica de normas, valores y modelos. La tensión atravesó toda su existencia. Sus enseñanzas, reiteradas, multiplicadas, profundizadas, continúan hablando hoy en sus discípulos y en los discípulos de sus discípulos. Sigue siendo nuestro querido troesma.

Sostienen muchos que parecía un maestro Zen, pues nunca contestaba de modo directo las preguntas que se le formulaban, sino que lo hacía en forma de clave. Obligaba a su interlocutor a conquistar la información. Su permanente búsqueda fue saber acerca del hombre y de su tristeza. Con sus enseñanzas, él nos ha enriquecido,  enriqueciéndonos, enrique-siendo-nos. Es decir, siendo-ENRIQUE junto a todos nosotros. Su norte siempre fue planificar la esperanza, preparando operadores psicosociales como agentes del cambio. Iba en pos de procesos creativos potenciados por y en los grupos, de manera direccional y significativa, operativa e instrumental. Su ya famoso enseñaje era parido siempre en co-presencia, operando el profesional de la psicología social como un co-pensor.

Seguir a Pichon-Rivière implica, hoy como ayer, romper los modelos estereotipados, dar plasticidad a los nuevos marcos conceptuales, avanzar en la práctica de una epistemología convergente, terminar con la ingenuidad de la mirada. Todo un desafío en pos de construir puentes desde esta ciencia sin perder la sensibilidad del artesano. La relevancia de su obra se ha extendido a lo largo y ancho no sólo de nuestro país sino también de latinoamérica toda. Se lo considera un facilitador para la creación de espacios de discusión y reflexión donde, desde la multiplicación de ópticas, muchos de sus discípulos logramos sostener ejes comunes que esperamos permitan a futuro un más sólido desarrollo de nuestra querida Psicología Social, nada menos que a casi setenta años de su vigencia en nuestro territorio.

RONALDO WRIGHT    
www.ronaldowright.com