(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en julio de 2020)
PSICOLOGIA SOCIAL Y TECNICAS PSICODRAMATICAS (II)
En la anterior entrega detallamos algunas técnicas que suelen utilizar los operadores psicosociales en el ejercicio de su profesión, provenientes la mayoría de ellas de la gestalt y del psicodrama. De tal modo, hicimos mención al soliloquio, cambio de rol, silla vacía, espejo, doble, interpelación directa y juegos dramáticos. Completemos la nómina ahora con los siguientes procedimientos activos de acción, que se emplean en algunos grupos operativos que ameritan y permiten su uso.
*Escultura. Esta herramienta admite la representación de figuras o fotos usando personas u objetos auxiliares (vgr. dibujos, retratos, telas, grabados, sillas vacías, etc.) y se funda en el cincelado o esculpido de los cuerpos de los miembros del grupo. Implica un factor de espontaneidad y un evidente protagonismo de lo no verbal. Resulta la expresión plástica simbólica de la estructura vincular de un grupo y aborda la creación del texto escultórico, su lingüística y su gramática. Así, se logran develar modos de ser, de pensar, de sentir y de hacer, formas de interactuar, se constatan pasiones y revelan deseos, se desenmascaran propósitos, y así siguiendo.
*Caricatura. Es un retrato que distorsiona o exagera la apariencia física de una o más personas. En esta técnica psicodramática, el coordinador o quien hace las veces de yo-auxiliar puede llevar al máximo una mueca, un proceder, un gesto, una vibración o una expresión del miembro protagonista, siendo capaz de llegar hasta el ridículo, lo que puede producir en éste la sensación de grotesco a partir de evidenciarse lo que de otro modo pasaría más inadvertido. La caricatura o parodia debe ser usada con respeto, cuidado y discreción; incluso como un juego o una diversión ya que —de lo contrario—puede ser vivida como una táctica de asedio, invasiva y manipuladora.
*Amplificación o exageración. Esta técnica de acción gestáltica es útil para que los participantes de un grupo se escuchen mejor desde aspectos que les son casi imperceptibles. Así, el equipo de coordinación le pide a un integrante que continúe con algún ademán o movimiento, para que lo vaya agigantando e intensificando más y más. Al hacerlo el miembro protagonista se percibe y se presta oídos, rompiendo el contradictorio y confuso soliloquio de su mundo o grupo interno. Se trata de un ensayo o experiencia muy reveladora, transformadora y por demás creativa; lográndose con esta práctica explorar el devenir de las capacidades lúdicas.
*Expresión de las antinomias. Se trata de explorar nuestras polaridades, antinomias, contradicciones y ambivalencias tan propias de todo lo humano. Lo importante es trabajarlas en los grupos para ponernos en contacto más directo con ellas y, en la medida de lo posible, ir integrando las partes que son aparentemente opuestas. Ya sabemos que los contrarios no son más que aspectos de una misma realidad que necesitan ser completados y totalizados. Producir en grupos con estas técnicas de acción implica encontrarse permanentemente con las palabras, necesidades y deseos de sus participantes, y con la potencia que surge del compartir colectivo.
*Proyección al futuro. El coordinador solicita a un integrante del grupo que imagine el rol que está examinando, proyectándolo en el futuro para luego dramáticamente indagarlo. Pueden ser investigadas diferentes formas paralizadas o detenidas del conocimiento de uno mismo, determinadas ellas por los estereotipos fantasmales proyectados transferencialmente y que perturban la capacidad de percepción de cada quien. Se suele llegar así a los niveles más profundos de la psique individual y de los sistemas grupales, permitiendo resultados más efectivos. No sólo puede bosquejarse y trazarse el futuro inmediato, sino también el mediato o remoto.
*Monodrama. Se le pide a un miembro del grupo que represente a los distintos personajes de una situación inconclusa de su vida; y que vaya cambiando de lugar mientras lo hace, de modo de tener una vivencia clara de cada uno y de sus emociones. No sólo es posible representar a otras personas sino también a las propias necesidades u órganos del cuerpo. Así, el protagonista puede explorar sus costados contradictorios, indagarlos y aceptarlos. Estará en condiciones de percibir que la vida se presenta como un equilibrio dinámico y cambiante; como así también establecerse en el ser siendo de su propia cosmovisión existencial en el mundo.
Aclaremos que, desde nuestra concepción de la epistemología convergente, en las escuelas e institutos de psicología social se enseña algo de psicodrama y de nociones gestálticas, siguiendo sus propias líneas reflexivas y de acción. Se usa la música, la danza, la plástica, el dibujo, los títeres, las máscaras, etc. elaborando cada coordinador su propio estilo tanto molar como molecular. A partir de la utilización de la escena, del cuerpo y del movimiento se ahonda el lenguaje de lo lúdico; la ética y la estética del enmascararse y desenmascararse en el compartir del grupo. La idea es desarrollar una profunda búsqueda en torno a la creatividad operativa y direccional.
Hemos enunciado —en este texto y en el que lo precede— tan solo algunos recursos de acción utilizados por los operadores en psicología social. Ello simplemente a modo de ejemplo, ya que las técnicas pueden ser creadas e inventadas por los equipos de coordinación en cada circunstancia y en cada proceso grupal en particular. Podemos así mencionar la improvisación, la entrevista, la interpolación de resistencias, la despedida del personaje, la exploración de la creatividad, la actuación e identificación, entre otros etcéteras. Abogo por que los psicólogos sociales sigan aportando lo mejor de sí para erigirse definitivamente en agentes del cambio social planificado.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
domingo, 26 de julio de 2020
lunes, 22 de junio de 2020
162 - Psicología Social y Técnicas Psicodramáticas (Primera Parte)
(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en julio de 2020)
PSICOLOGIA SOCIAL Y TECNICAS PSICODRAMATICAS (I)
El cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. Arnold R. Beisser.
Muchas veces hemos mencionado que nuestra Psicología Social es una interciencia, que se nutre de técnicas y de información provenientes de numerosas materias: el psicodrama y la gestalt son las que hemos de tener en consideración en este texto. Los operadores psicosociales, según el tipo de grupo con el que estén interviniendo, suelen utilizar algunas de estas herramientas cuando acceden a agilizar el proceso colectivo y arribar así a resultados más efectivos. Su número, variedad y gran campo de operación aportan un creativo instrumental en las más diversas áreas de actuación.
Veamos a continuación un muestrario de estas técnicas de acción, a modo meramente ejemplificativo, las que apuntan a la toma de conciencia por parte de los integrantes de un grupo, como así también a un darse cuenta emocional o awareness en términos gestálticos. Aclaremos que muchas veces el equipo de coordinación no interviene de manera directa, sino que simplemente colabora para que se restaure el flujo natural de cada proceso grupal mediante el uso de las actitudes y aptitudes tanto individuales como colectivas. Siempre será necesario tolerar lo desconocido y lo ambiguo para encarar la mejor creatividad. Vayamos entonces a las técnicas:
*Interpelación directa. Se trata de hablarle al otro miembro del grupo evitando las frases que, al no dirigirse a un destinatario específico, impiden el contacto emocional. Esta técnica procura generar vínculos más directos, en los cuales se imponga lo que es y se evite el como sí. La coordinación busca descartar la adivinación o bola de cristal, siendo el propósito poder expresar lo que se piensa, lo que se siente, lo que se desea; a la vez que aceptar lo que se escucha sin juzgarlo. Esta forma de dialogar requiere honestidad y sinceridad. Consiste en decir la verdad como actividad específica y concreta: una especie de parrhesía o hablar francamente. Etimológicamente pan: todo, y rhema: lo que se dice; algo así como la apertura del corazón.
*Soliloquio. En una obra dramática u otra semejante, es el parlamento que hace un personaje aislado de los demás fingiendo que habla para sí mismo. En nuestro caso, al finalizar una representación grupal que se acaba de llevar a cabo, un integrante puede hacer una pausa en la interacción y decir en voz alta lo que siente o lo que piensa. De tal modo, se expresa ante los demás mediante un monólogo en situación, asociando libremente y reflexionando respecto de esa acción que recién concluyó. De esa forma van aflorando sentimientos, pensamientos y emociones que no se visualizaron con anterioridad. Este procedimiento suele ser muy útil también para explorar una energía detenida o paralizada.
*Doble. Se utiliza esta herramienta cuando un miembro del grupo no puede expresar su sentir o su pensar por represión, por timidez, por inhibición o por culpa. Entonces, el coordinador o co-pensor se coloca a su lado en la misma actitud corporal, mímesis, donde se maximiza la comunicación télica. Recordemos que la telé es la disposición positiva o negativa para trabajar con un miembro del grupo. Luego, en una segunda instancia surge la interrogación de las afirmaciones o negaciones del integrante en cuestión y, finalmente, se entra en el interjuego dialéctico, donde los contenidos reprimidos o disociados comienzan a hacerse conscientes a partir de ser manifestados por el doble o facilitador.
*Espejo. Es una eficaz técnica psicodramática que puede emplearse de distintas maneras. Así, ubicado un integrante en el grupo, el coordinador u otro compañero —o yo-auxiliar— lo representa, después de haber analizado detenidamente su proceder. Repite pues, en una imagen especular, sus movimientos, su postura corporal, sus actitudes y sus gestos. De manera estática le muestra el cuadro escénico, como en una representación instantánea. O de modo dinámico, personifica la totalidad de una secuencia en acción. Otra forma es el uso de un video, que salva la dificultad de la reproducción exacta por parte del que hace las veces de yo-auxiliar. Esta herramienta psicosocial es un recurso valioso en el ámbito de lo grupal.
*Cambio de rol. El coordinador o facilitador hace desempeñar a un miembro del grupo su propio rol y el rol complementario, cambiándolos de lugar. Por ejemplo, el niño que aún sigue siendo, por un lado, en diálogo con su padre o con su madre, por el otro. Se persigue una comprensión integrativa con un claro objetivo de insight o darse cuenta, siendo una técnica tanto de restructuración como de reactualización emocional. Es por demás obvio que debe tenerse mucho cuidado en su uso si el integrante se encuentra invadido con contrarroles que amenacen su integridad personal y subjetiva.
*Silla vacía. El facilitador o co-pensor coloca una silla vacía y le propone a un miembro del grupo que imagine quién puede estar sentado en ella. El integrante elegido se ubica frente a su personaje imaginario y le expresa todo lo que desee, aquello que jamás pudo decirle. Con esta técnica puede trabajarse sucesivamente con varios miembros del grupo y, además, puede ser complementada con otros instrumentos, como por ejemplo la inversión o cambio de roles.
La silla vacía permite poner en juego una noción clásica de la gestalt: el perro de arriba y el perro de abajo. El primero (top dog) identifica los deseos, las necesidades y las potencialidades del sujeto. El segundo (under dog) encarna a personajes introyectados y, en una evidente polaridad, hace surgir las excusas, los pretextos y los obstáculos sean estos epistemológicos, epistemofílicos o epistemoprácticos.
*Juegos dramáticos. Todo juego tiene sus reglas que, en nuestro caso, aparecen como dramatizaciones con estructuras más o menos definidas a priori por el coordinador, en las cuales un integrante o varios de ellos actuarán. Desde la óptica visual del contenido pueden clasificarse, de acuerdo con el grado de aproximación al conflicto, en juegos o esparcimientos explorativos y elaborativos. Ejemplos de estos últimos son la historia psicodramática o historiodrama, la imagen de la familia o átomo social familiar, la historia del nombre, el árbol genealógico, la proyección al futuro, y otros etcéteras.
Para concluir, digamos que la psicología social, la gestalt, el psicodrama y el juego están relacionados entre sí, especialmente lo lúdico representacional asociado a la creación y a la creatividad. Es habitual que algunos grupos generen un campo de diversión. El esparcimiento es un espacio transicional entre el yo y el otro, entre el mundo interno y el mundo externo. Una gran cuota de libertad que brindan los juegos se basa en las normas precisas en las cuales están enmarcados. Dichas reglas y su observancia permiten que el jugar transite por el territorio de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. La seguimos en la próxima entrega.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
PSICOLOGIA SOCIAL Y TECNICAS PSICODRAMATICAS (I)
El cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es. Arnold R. Beisser.
Muchas veces hemos mencionado que nuestra Psicología Social es una interciencia, que se nutre de técnicas y de información provenientes de numerosas materias: el psicodrama y la gestalt son las que hemos de tener en consideración en este texto. Los operadores psicosociales, según el tipo de grupo con el que estén interviniendo, suelen utilizar algunas de estas herramientas cuando acceden a agilizar el proceso colectivo y arribar así a resultados más efectivos. Su número, variedad y gran campo de operación aportan un creativo instrumental en las más diversas áreas de actuación.
Veamos a continuación un muestrario de estas técnicas de acción, a modo meramente ejemplificativo, las que apuntan a la toma de conciencia por parte de los integrantes de un grupo, como así también a un darse cuenta emocional o awareness en términos gestálticos. Aclaremos que muchas veces el equipo de coordinación no interviene de manera directa, sino que simplemente colabora para que se restaure el flujo natural de cada proceso grupal mediante el uso de las actitudes y aptitudes tanto individuales como colectivas. Siempre será necesario tolerar lo desconocido y lo ambiguo para encarar la mejor creatividad. Vayamos entonces a las técnicas:
*Interpelación directa. Se trata de hablarle al otro miembro del grupo evitando las frases que, al no dirigirse a un destinatario específico, impiden el contacto emocional. Esta técnica procura generar vínculos más directos, en los cuales se imponga lo que es y se evite el como sí. La coordinación busca descartar la adivinación o bola de cristal, siendo el propósito poder expresar lo que se piensa, lo que se siente, lo que se desea; a la vez que aceptar lo que se escucha sin juzgarlo. Esta forma de dialogar requiere honestidad y sinceridad. Consiste en decir la verdad como actividad específica y concreta: una especie de parrhesía o hablar francamente. Etimológicamente pan: todo, y rhema: lo que se dice; algo así como la apertura del corazón.
*Soliloquio. En una obra dramática u otra semejante, es el parlamento que hace un personaje aislado de los demás fingiendo que habla para sí mismo. En nuestro caso, al finalizar una representación grupal que se acaba de llevar a cabo, un integrante puede hacer una pausa en la interacción y decir en voz alta lo que siente o lo que piensa. De tal modo, se expresa ante los demás mediante un monólogo en situación, asociando libremente y reflexionando respecto de esa acción que recién concluyó. De esa forma van aflorando sentimientos, pensamientos y emociones que no se visualizaron con anterioridad. Este procedimiento suele ser muy útil también para explorar una energía detenida o paralizada.
*Doble. Se utiliza esta herramienta cuando un miembro del grupo no puede expresar su sentir o su pensar por represión, por timidez, por inhibición o por culpa. Entonces, el coordinador o co-pensor se coloca a su lado en la misma actitud corporal, mímesis, donde se maximiza la comunicación télica. Recordemos que la telé es la disposición positiva o negativa para trabajar con un miembro del grupo. Luego, en una segunda instancia surge la interrogación de las afirmaciones o negaciones del integrante en cuestión y, finalmente, se entra en el interjuego dialéctico, donde los contenidos reprimidos o disociados comienzan a hacerse conscientes a partir de ser manifestados por el doble o facilitador.
*Espejo. Es una eficaz técnica psicodramática que puede emplearse de distintas maneras. Así, ubicado un integrante en el grupo, el coordinador u otro compañero —o yo-auxiliar— lo representa, después de haber analizado detenidamente su proceder. Repite pues, en una imagen especular, sus movimientos, su postura corporal, sus actitudes y sus gestos. De manera estática le muestra el cuadro escénico, como en una representación instantánea. O de modo dinámico, personifica la totalidad de una secuencia en acción. Otra forma es el uso de un video, que salva la dificultad de la reproducción exacta por parte del que hace las veces de yo-auxiliar. Esta herramienta psicosocial es un recurso valioso en el ámbito de lo grupal.
*Cambio de rol. El coordinador o facilitador hace desempeñar a un miembro del grupo su propio rol y el rol complementario, cambiándolos de lugar. Por ejemplo, el niño que aún sigue siendo, por un lado, en diálogo con su padre o con su madre, por el otro. Se persigue una comprensión integrativa con un claro objetivo de insight o darse cuenta, siendo una técnica tanto de restructuración como de reactualización emocional. Es por demás obvio que debe tenerse mucho cuidado en su uso si el integrante se encuentra invadido con contrarroles que amenacen su integridad personal y subjetiva.
*Silla vacía. El facilitador o co-pensor coloca una silla vacía y le propone a un miembro del grupo que imagine quién puede estar sentado en ella. El integrante elegido se ubica frente a su personaje imaginario y le expresa todo lo que desee, aquello que jamás pudo decirle. Con esta técnica puede trabajarse sucesivamente con varios miembros del grupo y, además, puede ser complementada con otros instrumentos, como por ejemplo la inversión o cambio de roles.
La silla vacía permite poner en juego una noción clásica de la gestalt: el perro de arriba y el perro de abajo. El primero (top dog) identifica los deseos, las necesidades y las potencialidades del sujeto. El segundo (under dog) encarna a personajes introyectados y, en una evidente polaridad, hace surgir las excusas, los pretextos y los obstáculos sean estos epistemológicos, epistemofílicos o epistemoprácticos.
*Juegos dramáticos. Todo juego tiene sus reglas que, en nuestro caso, aparecen como dramatizaciones con estructuras más o menos definidas a priori por el coordinador, en las cuales un integrante o varios de ellos actuarán. Desde la óptica visual del contenido pueden clasificarse, de acuerdo con el grado de aproximación al conflicto, en juegos o esparcimientos explorativos y elaborativos. Ejemplos de estos últimos son la historia psicodramática o historiodrama, la imagen de la familia o átomo social familiar, la historia del nombre, el árbol genealógico, la proyección al futuro, y otros etcéteras.
Para concluir, digamos que la psicología social, la gestalt, el psicodrama y el juego están relacionados entre sí, especialmente lo lúdico representacional asociado a la creación y a la creatividad. Es habitual que algunos grupos generen un campo de diversión. El esparcimiento es un espacio transicional entre el yo y el otro, entre el mundo interno y el mundo externo. Una gran cuota de libertad que brindan los juegos se basa en las normas precisas en las cuales están enmarcados. Dichas reglas y su observancia permiten que el jugar transite por el territorio de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. La seguimos en la próxima entrega.
RONALDO WRIGHT
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lunes, 15 de junio de 2020
161 - Encuadre o Dispositivo Psicosocial
(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en junio de 2020)
ENCUADRE O DISPOSITIVO PSICOSOCIAL
Cuando operamos en y con grupos operativos, los psicólogos sociales establecemos un encuadre —o un dispositivo— con las condiciones básicas dentro de las cuales se va a desarrollar el proceso grupal respectivo. El concepto de encuadre ha tenido un uso habitual en los espacios psicológicos, psicoanalíticos, psicodramáticos, y también grupalistas. Enrique Pichon-Rivière no abundó en la utilización de esta noción, si bien utilizó muchos de sus presupuestos. Más que una cuestión pichoniana, puede tomarse a nuestro encuadre como un tema blegeriano.
El psiquiatra y psicoanalista José Bleger (1922-1972) fue quien aportó muchas ideas o elementos teóricos y metodológicos en relación a esta temática. Definió al encuadre como un conjunto de normas —sistema de reglas— que es explicitado en un tiempo y lugar determinados. El diccionario nos dice que encuadrar es encerrar en un marco o cuadro; bordear, determinar los límites de una cosa. Encuadrar es delimitar, encerrar, recuadrar, enmarcar, encajar, determinar, definir, catalogar, incluir, insertar, afiliar. Veamos, entonces, cómo juegan estos conceptos.
El inicio grupal explicita las reglas de juego, que se constituyen en las coordenadas que organizan ese lugar y ese momento que denominamos de apertura o fundación. La tarea requiere estar enmarcada, delimitada, justamente para evitar la desorganización y el caos. Por ende, necesita normas que regulen su funcionamiento. El dispositivo o encuadre psicosocial opera como regulador del vínculo y de las relaciones con la tarea. Funciona como fondo sobre el cual emerge como figura todo lo que corresponde al acontecer, a lo procesual, variable, dinámico y móvil.
Así, el proceso grupal se lee sobre el fondo que ofrece el dispositivo. El encuadre cuando funciona es mudo, no se nota, pues actúa como un telón de fondo. Pero hay algunos casos en los que el encuadre pasa de ser fondo a ser figura. En el comienzo de los grupos suele aparecer como figura, en el momento cuando todas las reglas y todo el sistema de normas están todavía muy en el centro. Otra situación es cuando el encuadre se rompe, siendo entonces tarea del equipo de coordinación el promover las condiciones para que el mismo se restablezca.
Después, con el tiempo el dispositivo grupal se va implicitando, es decir, deviene en cortina de fondo. La función que cumple el encuadre es básicamente de sostén y de continencia. Permite que haya un máximo de utilidad y un mínimo de interferencias para el trabajo grupal. Surge de un esquema conceptual, referencial y operativo con un propósito que es la realización de una labor determinada. El encuadre se ofrece como un marco que brinda seguridad a los integrantes del grupo, produciendo esa asunción de las reglas efectos concretos de subjetivación.
El pensador francés Didier Anzieu (1923-1999) dice que las reglas tienen el carácter de ser divalentes, que tienen dos vertientes: marcan el terreno de lo posible y además el campo de lo prohibido. El encuadre es vivido como permiso y a veces también como prohibición; como contención y como límite. Le pone coto y cerco a la omnipotencia narcisista, tanto del coordinador como de los observadores y de los miembros del grupo. Por supuesto que siempre despierta afectos que tienen que ver con la cálida aceptación y con el pulsional deseo de transgresión.
La técnica operativa habilita a comprender esos procesos grupales. Entonces, en cada encuadre o dispositivo nos vamos a encontrar con: a) constantes temporales, referidas a la duración, el horario y la frecuencia de las reuniones; b) constantes espaciales, que hacen referencia al lugar; y c) constantes funcionales, que hacen a la definición de lo que son los roles y la tarea. Quien aplica este dispositivo es el coordinador del grupo, pasando a ser un soporte esencial para la direccionalidad en el terreno de lo colectivo. Ello mediante una puntual estrategia, táctica y logística.
Digamos que en algunos casos, como el de nuestros grupos operativos de aprendizaje pichonianos, rigen en su encuadre las siguientes reglas básicas: la confidencialidad o discreción, la abstinencia y la restitución. La idea central es que todo lo que acontezca adentro del grupo se trabaje sólo en ese lugar y no trascienda a otros espacios. No hay grupo aconflictivo al igual que no hay individuos sin conflictos. Los desacuerdos y los acuerdos serán abordados entre los propios integrantes, constituyendo tal modo de enseñaje en un verdadero crecimiento personal y colectivo.
Cuando el fundador y creador de la Psicología Social Argentina hace alusión al inicio de su experiencia con grupos —agrupando a los enfermeros y a algunos pacientes en el viejo Hospicio de las Mercedes, actual hospital Borda—se refiere a lo que denomina encuadre de la escuela de líderes, con un cierto tinte lewiniano (Kurt Lewin: 1890-1947). Ya en aquel entonces procuraba la búsqueda de liderazgos funcionales, la rotación de roles, la lucha contra las situaciones estereotipadas o de clausura, las propuestas creativas que colectivicen, y así siguiendo.
Más arriba hablábamos de encuadrar como encerrar. Y por cierto que se puede entender al dispositivo psicosocial como un encierro, pero es obvio que con algún tipo de delimitación tenemos que trabajar. Se tratará entonces de armar y deconstruir encierros que permitan operar en el desarrollo, en la creatividad, en el cambio y en la transformación, en los proyectos superadores, etc. Los conflictos deberán ser tomados como objeto y a la vez como herramientas para resolverlos. Convertir los dilemas en problemas dialécticos que nos permitan avanzar.
En este siglo XXI tenemos que abordar los dispositivos colectivos con una apertura en abanico, operando en grupos y con grupos en muchísimos más lugares. Como agentes del cambio social planificado, lograr que nuestro encuadre psicosocial opere como un verdadero garante de la existencia misma de cada situación que nos convoque y que nos permita orientar nuestras mejores intervenciones en los procesos grupales todos. El dispositivo será uno u otro de acuerdo a la tarea estipulada, destacándose desde ya su dimensión de contrato como instituyente del grupo.
RONALDO WRIGHT
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ENCUADRE O DISPOSITIVO PSICOSOCIAL
Cuando operamos en y con grupos operativos, los psicólogos sociales establecemos un encuadre —o un dispositivo— con las condiciones básicas dentro de las cuales se va a desarrollar el proceso grupal respectivo. El concepto de encuadre ha tenido un uso habitual en los espacios psicológicos, psicoanalíticos, psicodramáticos, y también grupalistas. Enrique Pichon-Rivière no abundó en la utilización de esta noción, si bien utilizó muchos de sus presupuestos. Más que una cuestión pichoniana, puede tomarse a nuestro encuadre como un tema blegeriano.
El psiquiatra y psicoanalista José Bleger (1922-1972) fue quien aportó muchas ideas o elementos teóricos y metodológicos en relación a esta temática. Definió al encuadre como un conjunto de normas —sistema de reglas— que es explicitado en un tiempo y lugar determinados. El diccionario nos dice que encuadrar es encerrar en un marco o cuadro; bordear, determinar los límites de una cosa. Encuadrar es delimitar, encerrar, recuadrar, enmarcar, encajar, determinar, definir, catalogar, incluir, insertar, afiliar. Veamos, entonces, cómo juegan estos conceptos.
El inicio grupal explicita las reglas de juego, que se constituyen en las coordenadas que organizan ese lugar y ese momento que denominamos de apertura o fundación. La tarea requiere estar enmarcada, delimitada, justamente para evitar la desorganización y el caos. Por ende, necesita normas que regulen su funcionamiento. El dispositivo o encuadre psicosocial opera como regulador del vínculo y de las relaciones con la tarea. Funciona como fondo sobre el cual emerge como figura todo lo que corresponde al acontecer, a lo procesual, variable, dinámico y móvil.
Así, el proceso grupal se lee sobre el fondo que ofrece el dispositivo. El encuadre cuando funciona es mudo, no se nota, pues actúa como un telón de fondo. Pero hay algunos casos en los que el encuadre pasa de ser fondo a ser figura. En el comienzo de los grupos suele aparecer como figura, en el momento cuando todas las reglas y todo el sistema de normas están todavía muy en el centro. Otra situación es cuando el encuadre se rompe, siendo entonces tarea del equipo de coordinación el promover las condiciones para que el mismo se restablezca.
Después, con el tiempo el dispositivo grupal se va implicitando, es decir, deviene en cortina de fondo. La función que cumple el encuadre es básicamente de sostén y de continencia. Permite que haya un máximo de utilidad y un mínimo de interferencias para el trabajo grupal. Surge de un esquema conceptual, referencial y operativo con un propósito que es la realización de una labor determinada. El encuadre se ofrece como un marco que brinda seguridad a los integrantes del grupo, produciendo esa asunción de las reglas efectos concretos de subjetivación.
El pensador francés Didier Anzieu (1923-1999) dice que las reglas tienen el carácter de ser divalentes, que tienen dos vertientes: marcan el terreno de lo posible y además el campo de lo prohibido. El encuadre es vivido como permiso y a veces también como prohibición; como contención y como límite. Le pone coto y cerco a la omnipotencia narcisista, tanto del coordinador como de los observadores y de los miembros del grupo. Por supuesto que siempre despierta afectos que tienen que ver con la cálida aceptación y con el pulsional deseo de transgresión.
La técnica operativa habilita a comprender esos procesos grupales. Entonces, en cada encuadre o dispositivo nos vamos a encontrar con: a) constantes temporales, referidas a la duración, el horario y la frecuencia de las reuniones; b) constantes espaciales, que hacen referencia al lugar; y c) constantes funcionales, que hacen a la definición de lo que son los roles y la tarea. Quien aplica este dispositivo es el coordinador del grupo, pasando a ser un soporte esencial para la direccionalidad en el terreno de lo colectivo. Ello mediante una puntual estrategia, táctica y logística.
Digamos que en algunos casos, como el de nuestros grupos operativos de aprendizaje pichonianos, rigen en su encuadre las siguientes reglas básicas: la confidencialidad o discreción, la abstinencia y la restitución. La idea central es que todo lo que acontezca adentro del grupo se trabaje sólo en ese lugar y no trascienda a otros espacios. No hay grupo aconflictivo al igual que no hay individuos sin conflictos. Los desacuerdos y los acuerdos serán abordados entre los propios integrantes, constituyendo tal modo de enseñaje en un verdadero crecimiento personal y colectivo.
Cuando el fundador y creador de la Psicología Social Argentina hace alusión al inicio de su experiencia con grupos —agrupando a los enfermeros y a algunos pacientes en el viejo Hospicio de las Mercedes, actual hospital Borda—se refiere a lo que denomina encuadre de la escuela de líderes, con un cierto tinte lewiniano (Kurt Lewin: 1890-1947). Ya en aquel entonces procuraba la búsqueda de liderazgos funcionales, la rotación de roles, la lucha contra las situaciones estereotipadas o de clausura, las propuestas creativas que colectivicen, y así siguiendo.
Más arriba hablábamos de encuadrar como encerrar. Y por cierto que se puede entender al dispositivo psicosocial como un encierro, pero es obvio que con algún tipo de delimitación tenemos que trabajar. Se tratará entonces de armar y deconstruir encierros que permitan operar en el desarrollo, en la creatividad, en el cambio y en la transformación, en los proyectos superadores, etc. Los conflictos deberán ser tomados como objeto y a la vez como herramientas para resolverlos. Convertir los dilemas en problemas dialécticos que nos permitan avanzar.
En este siglo XXI tenemos que abordar los dispositivos colectivos con una apertura en abanico, operando en grupos y con grupos en muchísimos más lugares. Como agentes del cambio social planificado, lograr que nuestro encuadre psicosocial opere como un verdadero garante de la existencia misma de cada situación que nos convoque y que nos permita orientar nuestras mejores intervenciones en los procesos grupales todos. El dispositivo será uno u otro de acuerdo a la tarea estipulada, destacándose desde ya su dimensión de contrato como instituyente del grupo.
RONALDO WRIGHT
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viernes, 12 de junio de 2020
160 - Al Troesma con Cariño
(Publicado en la edición especial de Apuntes Grupales - Nº 19 de junio de 2020 y en el libro Los Puentes que Construyó Enrique Pichon-Rivière en Argentina y Latinoamérica)
AL TROESMA CON CARIÑO
Este mes se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Enrique Pichon-Rivière y la revista “Apuntes Grupales” me ha invitado a participar de su número especial de junio, homenajeándolo y subrayando la trascendencia tanto en Argentina como en América Latina del creador de nuestra Psicología Social. Desde ya agradezco esta nueva posibilidad de escribir unas breves líneas y sumarme a quienes lo recordamos desde el alma. Quisiera intentar armar un collage —ya que el maestro era afecto a tal modo de expresión artística— usando palabras de otros, palabras tanto emanadas de los discípulos que lo conocieron personalmente, como de aquellos que simplemente son seguidores de su obra y de su pensamiento. ¿Cómo era el fundador de la Psicología Social Argentina? ¿Qué/quién dicen que era?
Dicen que era un bohemio, un hombre de la noche con mucha calle y mucha vida. Nada de lo humano le fue extraño. Un noctámbulo transgresor argentino-criollo, un arrabalero que no olvidó su condición de ginebrino de lengua francesa. Le gustaba curiosear los personajes de la noche. Creía que durante el día las personas tenían sus vidas harto planificadas, mientras que en la noche la soledad y el ocio se convertían en una desesperada búsqueda de acompañamiento, de contacto, de comunicación. Quizá por eso mismo fue un solitario armador de compañía, un faro inventando el mar. Un creador de oportunidades para que las palabras y los deseos circulen. Era él un lugar de encuentro con los otros, como así también una incesante invitación a la creatividad en todos los ámbitos de la vida.
Otros lo recuerdan como un baqueano en el mundo, un avezado experto en sortear las corrientes adversas a la marcha del navío. Con Heráclito había perfectamente aprendido —y aprehendido— la dialéctica que proviene del arte del timonel. Su pensamiento vivo sigue siendo emancipatorio, pues colectiviza, concientiza, conecta, apunta a la liberación de las condiciones concretas y cotidianas de la realidad humana. Le importaba destacar más la raíz que el origen de las cosas. Y sabía que toda teoría se prueba en la práctica. Su tiempo fue de luchas y proyectos, tiempo de realizaciones y de producción de ciudadanía. Los aportes del maestro señalaron la importancia de realizar una crítica de la vida cotidiana, esquivando las tentaciones de la repetición y los dogmas, de la estereotipia y la clausura.
¿Sería Pichon-Rivière incluso un visionario, un caraibé de esta época moderna? Tenues voces murmuran que parecía un médico del alma, una especie de sadhu todopoderoso y afable cuando se lo abordaba. Su respuesta estaba siempre bien dispuesta, pues lo cierto es que poseía una extraordinaria capacidad de lectura de lo latente a partir de mínimos indicios, además de un insólito talento para metaforizar. Conjugaba, jugaba con, extraía el jugo para crear, para inventar (in-venire), para producir herramientas específicas de la práctica psicosocial. Supo desde un inicio que nada se construye en soledad. Tuvo la humildad de los grandes y la generosidad de aquellos que tienen mucho para dar. Quienes lo frecuentaron saben que su variada —y desordenada— biblioteca no era ni avara ni rencorosa.
Se comenta que era un profesional barrero, que seducía pero no adulaba. No sólo jugaba cuando la cancha estaba en condiciones, sino que su cualidad era adentrarse en todos los potreros de la vida, en cualquier estado en que se encontrasen. Nunca rehuía la escena de la diversión y siempre asombraba su prepotencia de trabajo. Ya en su Goya adolescente descubrió casi al mismo tiempo la sexualidad —del prostíbulo y del psicoanálisis— y las ideas socialistas. Su talento como hombre de ciencias se mezcló con su temprana sensibilidad de poeta. Conviviendo en pensiones con la bohemia y la política, recorrió el espinel del alma humana primero como psiquiatra, luego como psicoanalista y finalmente como psicólogo social. Su legado es: un espíritu, una práctica y una ética.
También fue un cultor de la dramaturgia: solía montar escenas con claro beneficio para quienes fueron testigos de sus puestas clínicas y también de sus magistrales clases, siempre teñidas de abundante lenguaje popular lunfardo. Sostenía que el discurso académico era interesante pero deformaba, no formaba. El profesor y doctor Enrique Pichon-Rivière educaba tanto en las aulas como en los boliches, en las cervecerías, comiendo una pizza y bebiendo un vino. El maestro llamaba a eso el club del estaño. Como buen iconoclasta, rechazaba la autoridad acrítica de normas, valores y modelos. La tensión atravesó toda su existencia. Sus enseñanzas, reiteradas, multiplicadas, profundizadas, continúan hablando hoy en sus discípulos y en los discípulos de sus discípulos. Sigue siendo nuestro querido troesma.
Sostienen muchos que parecía un maestro Zen, pues nunca contestaba de modo directo las preguntas que se le formulaban, sino que lo hacía en forma de clave. Obligaba a su interlocutor a conquistar la información. Su permanente búsqueda fue saber acerca del hombre y de su tristeza. Con sus enseñanzas, él nos ha enriquecido, enriqueciéndonos, enrique-siendo-nos. Es decir, siendo-ENRIQUE junto a todos nosotros. Su norte siempre fue planificar la esperanza, preparando operadores psicosociales como agentes del cambio. Iba en pos de procesos creativos potenciados por y en los grupos, de manera direccional y significativa, operativa e instrumental. Su ya famoso enseñaje era parido siempre en co-presencia, operando el profesional de la psicología social como un co-pensor.
Seguir a Pichon-Rivière implica, hoy como ayer, romper los modelos estereotipados, dar plasticidad a los nuevos marcos conceptuales, avanzar en la práctica de una epistemología convergente, terminar con la ingenuidad de la mirada. Todo un desafío en pos de construir puentes desde esta ciencia sin perder la sensibilidad del artesano. La relevancia de su obra se ha extendido a lo largo y ancho no sólo de nuestro país sino también de latinoamérica toda. Se lo considera un facilitador para la creación de espacios de discusión y reflexión donde, desde la multiplicación de ópticas, muchos de sus discípulos logramos sostener ejes comunes que esperamos permitan a futuro un más sólido desarrollo de nuestra querida Psicología Social, nada menos que a casi setenta años de su vigencia en nuestro territorio.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
AL TROESMA CON CARIÑO
Este mes se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de Enrique Pichon-Rivière y la revista “Apuntes Grupales” me ha invitado a participar de su número especial de junio, homenajeándolo y subrayando la trascendencia tanto en Argentina como en América Latina del creador de nuestra Psicología Social. Desde ya agradezco esta nueva posibilidad de escribir unas breves líneas y sumarme a quienes lo recordamos desde el alma. Quisiera intentar armar un collage —ya que el maestro era afecto a tal modo de expresión artística— usando palabras de otros, palabras tanto emanadas de los discípulos que lo conocieron personalmente, como de aquellos que simplemente son seguidores de su obra y de su pensamiento. ¿Cómo era el fundador de la Psicología Social Argentina? ¿Qué/quién dicen que era?
Dicen que era un bohemio, un hombre de la noche con mucha calle y mucha vida. Nada de lo humano le fue extraño. Un noctámbulo transgresor argentino-criollo, un arrabalero que no olvidó su condición de ginebrino de lengua francesa. Le gustaba curiosear los personajes de la noche. Creía que durante el día las personas tenían sus vidas harto planificadas, mientras que en la noche la soledad y el ocio se convertían en una desesperada búsqueda de acompañamiento, de contacto, de comunicación. Quizá por eso mismo fue un solitario armador de compañía, un faro inventando el mar. Un creador de oportunidades para que las palabras y los deseos circulen. Era él un lugar de encuentro con los otros, como así también una incesante invitación a la creatividad en todos los ámbitos de la vida.
Otros lo recuerdan como un baqueano en el mundo, un avezado experto en sortear las corrientes adversas a la marcha del navío. Con Heráclito había perfectamente aprendido —y aprehendido— la dialéctica que proviene del arte del timonel. Su pensamiento vivo sigue siendo emancipatorio, pues colectiviza, concientiza, conecta, apunta a la liberación de las condiciones concretas y cotidianas de la realidad humana. Le importaba destacar más la raíz que el origen de las cosas. Y sabía que toda teoría se prueba en la práctica. Su tiempo fue de luchas y proyectos, tiempo de realizaciones y de producción de ciudadanía. Los aportes del maestro señalaron la importancia de realizar una crítica de la vida cotidiana, esquivando las tentaciones de la repetición y los dogmas, de la estereotipia y la clausura.
¿Sería Pichon-Rivière incluso un visionario, un caraibé de esta época moderna? Tenues voces murmuran que parecía un médico del alma, una especie de sadhu todopoderoso y afable cuando se lo abordaba. Su respuesta estaba siempre bien dispuesta, pues lo cierto es que poseía una extraordinaria capacidad de lectura de lo latente a partir de mínimos indicios, además de un insólito talento para metaforizar. Conjugaba, jugaba con, extraía el jugo para crear, para inventar (in-venire), para producir herramientas específicas de la práctica psicosocial. Supo desde un inicio que nada se construye en soledad. Tuvo la humildad de los grandes y la generosidad de aquellos que tienen mucho para dar. Quienes lo frecuentaron saben que su variada —y desordenada— biblioteca no era ni avara ni rencorosa.
Se comenta que era un profesional barrero, que seducía pero no adulaba. No sólo jugaba cuando la cancha estaba en condiciones, sino que su cualidad era adentrarse en todos los potreros de la vida, en cualquier estado en que se encontrasen. Nunca rehuía la escena de la diversión y siempre asombraba su prepotencia de trabajo. Ya en su Goya adolescente descubrió casi al mismo tiempo la sexualidad —del prostíbulo y del psicoanálisis— y las ideas socialistas. Su talento como hombre de ciencias se mezcló con su temprana sensibilidad de poeta. Conviviendo en pensiones con la bohemia y la política, recorrió el espinel del alma humana primero como psiquiatra, luego como psicoanalista y finalmente como psicólogo social. Su legado es: un espíritu, una práctica y una ética.
También fue un cultor de la dramaturgia: solía montar escenas con claro beneficio para quienes fueron testigos de sus puestas clínicas y también de sus magistrales clases, siempre teñidas de abundante lenguaje popular lunfardo. Sostenía que el discurso académico era interesante pero deformaba, no formaba. El profesor y doctor Enrique Pichon-Rivière educaba tanto en las aulas como en los boliches, en las cervecerías, comiendo una pizza y bebiendo un vino. El maestro llamaba a eso el club del estaño. Como buen iconoclasta, rechazaba la autoridad acrítica de normas, valores y modelos. La tensión atravesó toda su existencia. Sus enseñanzas, reiteradas, multiplicadas, profundizadas, continúan hablando hoy en sus discípulos y en los discípulos de sus discípulos. Sigue siendo nuestro querido troesma.
Sostienen muchos que parecía un maestro Zen, pues nunca contestaba de modo directo las preguntas que se le formulaban, sino que lo hacía en forma de clave. Obligaba a su interlocutor a conquistar la información. Su permanente búsqueda fue saber acerca del hombre y de su tristeza. Con sus enseñanzas, él nos ha enriquecido, enriqueciéndonos, enrique-siendo-nos. Es decir, siendo-ENRIQUE junto a todos nosotros. Su norte siempre fue planificar la esperanza, preparando operadores psicosociales como agentes del cambio. Iba en pos de procesos creativos potenciados por y en los grupos, de manera direccional y significativa, operativa e instrumental. Su ya famoso enseñaje era parido siempre en co-presencia, operando el profesional de la psicología social como un co-pensor.
Seguir a Pichon-Rivière implica, hoy como ayer, romper los modelos estereotipados, dar plasticidad a los nuevos marcos conceptuales, avanzar en la práctica de una epistemología convergente, terminar con la ingenuidad de la mirada. Todo un desafío en pos de construir puentes desde esta ciencia sin perder la sensibilidad del artesano. La relevancia de su obra se ha extendido a lo largo y ancho no sólo de nuestro país sino también de latinoamérica toda. Se lo considera un facilitador para la creación de espacios de discusión y reflexión donde, desde la multiplicación de ópticas, muchos de sus discípulos logramos sostener ejes comunes que esperamos permitan a futuro un más sólido desarrollo de nuestra querida Psicología Social, nada menos que a casi setenta años de su vigencia en nuestro territorio.
RONALDO WRIGHT
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martes, 12 de mayo de 2020
159 - La Formación del Observador
(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en mayo de 2020)
LA FORMACION DEL OBSERVADOR
Recuerdo que para mi formación como observador psicosocial tuve que trabajar en lo que en nuestra disciplina denominamos las cuatro canchas. En aquel entonces estaba yo cursando el tercer año de mis estudios, por lo que:
1) La primera cancha la constituían los compañeros con quienes venía compartiendo el proceso grupal desde mi ingreso a la escuela de Psicología Social. Todos hacíamos observaciones y, en base a ellas, construíamos saber, conocimiento y experiencia.
2) La segunda cancha era el grupo observado que, en mi caso puntual, fueron los alumnos y alumnas que recién comenzaban a estudiar en la institución. La observación nos conducía a la formulación de variadas hipótesis, las que luego considerábamos como la instancia previa tanto a las interpretaciones como a los señalamientos.
3) La tercera era el equipo formado con los otros observadores y la coordinadora, cuya tarea fue recoger todo el material manifestado verbal y preverbalmente en el grupo operativo de aprendizaje observado, con el objetivo de realimentar a la coordinación en un reajuste y readaptación de las técnicas de conducción.
4) Y la cuarta fue la cancha interna, es decir el rol que me tocó recorrer y experimentar todo un año como observador psicosocial silente y no participante. Cabe aquí apuntar que también me constituí en un observador de mi mismo, lo cual implicó en concreto ser sujeto y objeto al mismo tiempo durante el curso de esta fase del enseñaje.
Veamos a continuación algunos aspectos de ese intenso año de estudios que transité. Una de mis tareas como observador de aquel grupo de primer año consistió en el registro de datos —o crónicas— que permitieron el ulterior planteamiento de hipótesis y conjeturas acerca de la marcha del proceso de interacción entre sus integrantes. Ello implicó el aprendizaje de la lectura de lo implícito, de lo latente.
Siempre la observación la hice desde mi propio esquema de referencia, aunque era esencial procurar silenciar en mi mundo interno el ruido de las propias emociones como así también de mi ideología y singular cosmovisión existencial. Resultó importante no involucrar mi propia vida interna y externa en el vínculo con el grupo observado; rol que fui aprehendiendo con el correr del año y de las múltiples reuniones.
Sabemos desde la teoría que las expectativas previas del observador tienen un lugar destacado en el desarrollo del grupo y sus consecuencias. Cuando uno cumple tal observación lo hace con un monto de expectación que, de algún modo u otro, incide en el proceso grupal. Mis fantasías conscientes y mis fantasmas inconscientes siempre circularon en relación a la tarea, al grupo y al equipo de coordinación.
Otra función consistió en observar todos y cada uno de los vectores de nuestro cono invertido psicosocial, a saber: afiliación-pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje y telé. Además, de mirar atenta y detenidamente a los correspondientes montantes de pre-tarea, tarea, proyecto, resistencia a los cambios, miedos básicos universales, roles, contradicciones grupales, creatividad, obstáculos epistemológicos, epistemofílicos y epistemoprácticos, interjuego entre verticalidad y horizontalidad, adaptación activa o pasiva a la realidad, y así siguiendo.
Cada reunión grupal se desplegaba en tres instancias temporales: apertura, desarrollo y cierre. Los emergentes de apertura eran cuidadosamente registrados por mí y por mis compañeros de observación, ya que era habitual que ese rico material fuese re trabajado durante la sesión y después podíamos advertir cómo reaparecía ya colectivamente modificado y enriquecido en el momento del cierre.
Observar siempre fue una cuestión dinámica y no estática. Los observables estaban en permanente cambio, por lo que nosotros —los observadores— también lo estábamos. Acompañábamos ese movimiento con el cuerpo, con la mirada, con la empatía, con el alma, con todo nuestro ser. Aunque esencialmente lo que había que observar era si el grupo estaba o no en tarea; lo demás podía llegar a ser mero potingue y maquillaje.
Por medio de un proceso de constante reflexión, tuve que estar dispuesto a asumir el dificultoso trabajo de reeducar mi mirada para hacerla cada vez más crítica. No apresurarme a sacar conclusiones demasiado rápidas y sin fundamentación suficiente. La interpretación de los datos relevantes se hacía a partir de un esquema conceptual, referencial y operativo (ECRO), y era potencializada en vista a una planificación táctica, técnica, estratégica y logística.
En las reuniones del equipo de coordinación compartíamos la lectura y el análisis de las crónicas, procurando ajustar estrategias en relación al grupo observado. Pese a que ese grupo era uno solo, los observadores no teníamos similares experiencias visuales ni emocionales, pues si bien veíamos lo mismo lo interpretábamos de modo diferente. Es sabido que cada uno miraba desde su propia y singular perspectiva.
El sujeto sólo dispone de versiones. Cada uno observa desde su propia subjetividad. Nuestras observaciones contenían la pluralidad de lo que veíamos, porque cada uno miraba y veía algo distinto. Cuando el equipo se juntaba surgían convergencias y divergencias en los observables. Y ese aprendizaje resultó ser de una riqueza vital.
Para concluir, digamos que observar era dejarme incomodar. Hay que aprender para llegar a ser un buen observador y siempre se pueden incorporar nuevas formas de ver, de mirar, de observar. Y también nuevos modos de pensar, de sentir y de hacer con lo que psicosocialmente observamos.
RONALDO WRIGHT
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LA FORMACION DEL OBSERVADOR
Recuerdo que para mi formación como observador psicosocial tuve que trabajar en lo que en nuestra disciplina denominamos las cuatro canchas. En aquel entonces estaba yo cursando el tercer año de mis estudios, por lo que:
1) La primera cancha la constituían los compañeros con quienes venía compartiendo el proceso grupal desde mi ingreso a la escuela de Psicología Social. Todos hacíamos observaciones y, en base a ellas, construíamos saber, conocimiento y experiencia.
2) La segunda cancha era el grupo observado que, en mi caso puntual, fueron los alumnos y alumnas que recién comenzaban a estudiar en la institución. La observación nos conducía a la formulación de variadas hipótesis, las que luego considerábamos como la instancia previa tanto a las interpretaciones como a los señalamientos.
3) La tercera era el equipo formado con los otros observadores y la coordinadora, cuya tarea fue recoger todo el material manifestado verbal y preverbalmente en el grupo operativo de aprendizaje observado, con el objetivo de realimentar a la coordinación en un reajuste y readaptación de las técnicas de conducción.
4) Y la cuarta fue la cancha interna, es decir el rol que me tocó recorrer y experimentar todo un año como observador psicosocial silente y no participante. Cabe aquí apuntar que también me constituí en un observador de mi mismo, lo cual implicó en concreto ser sujeto y objeto al mismo tiempo durante el curso de esta fase del enseñaje.
Veamos a continuación algunos aspectos de ese intenso año de estudios que transité. Una de mis tareas como observador de aquel grupo de primer año consistió en el registro de datos —o crónicas— que permitieron el ulterior planteamiento de hipótesis y conjeturas acerca de la marcha del proceso de interacción entre sus integrantes. Ello implicó el aprendizaje de la lectura de lo implícito, de lo latente.
Siempre la observación la hice desde mi propio esquema de referencia, aunque era esencial procurar silenciar en mi mundo interno el ruido de las propias emociones como así también de mi ideología y singular cosmovisión existencial. Resultó importante no involucrar mi propia vida interna y externa en el vínculo con el grupo observado; rol que fui aprehendiendo con el correr del año y de las múltiples reuniones.
Sabemos desde la teoría que las expectativas previas del observador tienen un lugar destacado en el desarrollo del grupo y sus consecuencias. Cuando uno cumple tal observación lo hace con un monto de expectación que, de algún modo u otro, incide en el proceso grupal. Mis fantasías conscientes y mis fantasmas inconscientes siempre circularon en relación a la tarea, al grupo y al equipo de coordinación.
Otra función consistió en observar todos y cada uno de los vectores de nuestro cono invertido psicosocial, a saber: afiliación-pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje y telé. Además, de mirar atenta y detenidamente a los correspondientes montantes de pre-tarea, tarea, proyecto, resistencia a los cambios, miedos básicos universales, roles, contradicciones grupales, creatividad, obstáculos epistemológicos, epistemofílicos y epistemoprácticos, interjuego entre verticalidad y horizontalidad, adaptación activa o pasiva a la realidad, y así siguiendo.
Cada reunión grupal se desplegaba en tres instancias temporales: apertura, desarrollo y cierre. Los emergentes de apertura eran cuidadosamente registrados por mí y por mis compañeros de observación, ya que era habitual que ese rico material fuese re trabajado durante la sesión y después podíamos advertir cómo reaparecía ya colectivamente modificado y enriquecido en el momento del cierre.
Observar siempre fue una cuestión dinámica y no estática. Los observables estaban en permanente cambio, por lo que nosotros —los observadores— también lo estábamos. Acompañábamos ese movimiento con el cuerpo, con la mirada, con la empatía, con el alma, con todo nuestro ser. Aunque esencialmente lo que había que observar era si el grupo estaba o no en tarea; lo demás podía llegar a ser mero potingue y maquillaje.
Por medio de un proceso de constante reflexión, tuve que estar dispuesto a asumir el dificultoso trabajo de reeducar mi mirada para hacerla cada vez más crítica. No apresurarme a sacar conclusiones demasiado rápidas y sin fundamentación suficiente. La interpretación de los datos relevantes se hacía a partir de un esquema conceptual, referencial y operativo (ECRO), y era potencializada en vista a una planificación táctica, técnica, estratégica y logística.
En las reuniones del equipo de coordinación compartíamos la lectura y el análisis de las crónicas, procurando ajustar estrategias en relación al grupo observado. Pese a que ese grupo era uno solo, los observadores no teníamos similares experiencias visuales ni emocionales, pues si bien veíamos lo mismo lo interpretábamos de modo diferente. Es sabido que cada uno miraba desde su propia y singular perspectiva.
El sujeto sólo dispone de versiones. Cada uno observa desde su propia subjetividad. Nuestras observaciones contenían la pluralidad de lo que veíamos, porque cada uno miraba y veía algo distinto. Cuando el equipo se juntaba surgían convergencias y divergencias en los observables. Y ese aprendizaje resultó ser de una riqueza vital.
Para concluir, digamos que observar era dejarme incomodar. Hay que aprender para llegar a ser un buen observador y siempre se pueden incorporar nuevas formas de ver, de mirar, de observar. Y también nuevos modos de pensar, de sentir y de hacer con lo que psicosocialmente observamos.
RONALDO WRIGHT
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jueves, 30 de abril de 2020
158 - La Observación Psicosocial
(Incluido su video en mi Canal Oficial de Youtube en mayo de 2020)
LA OBSERVACION PSICOSOCIAL
Pichon-Rivière cuenta que siempre fue un ser esencialmente curioso. Su primer aprendizaje, como observador no participante, sobre el funcionamiento de los grupos humanos lo hizo en su adolescencia en Goya. Su madre solía reunirse a conversar, una vez por semana en la casa familiar, con las señoras del pueblo. Y el joven Enrique se había agenciado un agujero para verlas y escucharlas sin que lo descubrieran. Desde aquella primera enseñanza, que denominó del ojo de la cerradura, se dio cuenta de los vínculos, de las contradicciones y de todo lo que acontecía en esos grupos.
Muchos años después, el creador de la psicología social argentina va a disponer, en su método de enseñanza, que el equipo de coordinación sea integrado con uno o más observadores, por lo general no participantes, cuya función será el recoger todo el material expresado verbal y preverbalmente en el grupo operativo de aprendizaje, con el objetivo de realimentar al coordinador en un reajuste de las técnicas de conducción. Uno de los trabajos del observador consistirá en el registro de datos que habiliten el planteamiento de hipótesis acerca del desarrollo del proceso grupal.
Observar viene del latín observare y significa mirar con atención. Sus componentes léxicos son el prefijo ob (delante) y servare (tener, guardar, conservar). El diccionario de la lengua española habla de examinar atentamente; advertir, reparar; mirar con atención y recato, atisbar; guardar y cumplir exactamente lo que se manda y ordena. Como vemos, la palabra observación es polisémica, tiene una variedad de acepciones. Se trata tanto de la constatación de un hecho que conduce a la formulación de hipótesis como de observar las normas, los mandamientos o la ley.
Todas estas significaciones son aplicables a nuestra observación psicosocial. La cultura occidental ha privilegiado el sentido de la vista para observar y ello se ha extendido al dominio de la ciencia. Nótese que la evolución científica está ligada a la construcción de observatorios: el telescopio es un instrumento para examinar el mundo macro, el microscopio es un artefacto para detectar lo micro, el panóptico es una estructura que tiene como fin generar el control sobre la totalidad de una superficie. La ciencia en sí es una prótesis para observar todo con cierto rigor de validez y veracidad.
La observación ha ejercido un poder de fascinación sobre los seres humanos, creando una ilusión de evidencia. Así, los límites entre embeleso y embeleco son muy frágiles. Embeleso es arrebatar o cautivar los sentidos; es el estado en que sentimos un placer, una admiración o una alegría tal que no se puede pensar ni sentir nada más. Embeleco es embuste, engaño o mentira a una persona con artificios y falsas apariencias. No es lo mismo mirar que ver. El ver es natural, inmediato, indeterminado y sin intención. El mirar es cultural, mediato, determinado y completamente intencional.
En relación a nuestra psicología social digamos que, como todo campo del saber, diseñó su propia modalidad de observación. Así, los equipos de coordinación están formados por el coordinador y uno o más observadores no parlantes, cuya misión es tomar nota del acontecer grupal, en especial de las situaciones que su atención flotante detecte como significativas. Luego, en reuniones realizadas entre una sesión del grupo y otra, el equipo estudia y unifica las distintas visiones de lo sucedido y considera las devoluciones que se harán en la reunión siguiente.
Como todo en nuestra disciplina, se trata de un conocer-haciendo y hacer-conociendo. Un rasgo que hace a lo concreto del rol del observador es que, desde una ubicación liberada de las exigencias del intercambio verbal, el registro de datos se hace desde una óptica distinta a la de los demás miembros del grupo. Pues, co-pensando con el coordinador, potenciará la comprensión de los procesos grupales, procurando colegir lo que está más allá de lo manifiesto, de discernir lo que subyace en lo implícito. Esto conlleva un nivel de construcción de actitud y aptitud psicosocial.
El observador psicosocial sería una especie de especta-actor, es decir un espectador que contempla lo que sucede en el proceso grupal, a la vez que un actor silente que interviene como depósito y depositario de los movimientos de transferencia y de contratransferencia del grupo. Opera desde sus propias resonancias: qué piensa, qué siente y qué hace. La observación operativa nunca es neutra ni inocua, pues a pesar del silencio siempre se está implicado como agente de intervención. El observador, pues, incide en el campo que observa y sobre él incide lo observado.
Los observadores no parlantes suscitan a veces desconfianza e incomodidad en los integrantes. Algunas instituciones y escuelas pichonianas ni siquiera les permiten saludar a los otros miembros. Cuando, debido a esto, el grupo corre el riesgo de funcionar como un sistema cerrado, sin aperturas, Pichon-Rivière dice que puede utilizarse el rol del observador participante, el que en este dispositivo puede dirigirse verbalmente al grupo durante la reunión. Aunque es de destacar que circunstancias como la recién expuesta no suelen producirse con habitualidad.
Digamos, para finalizar, que observar es una cuestión dinámica y no inmóvil ni estática. El observable se encuentra en constante movimiento, por lo que el rol del observador deberá estar también en permanente oscilación. Si bien en los grupos operativos no se ve mucho desplazamiento físico de los observadores, sí hay vibración y circulación simbólica. Se acompaña con la mirada, con el cuerpo, con el alma, con la empatía, con lo que sucede en el proceso grupal, con cómo repercute eso que pasa en los miembros del grupo y con lo que incide en cada observador. ¡No es poco!
Nota: Para la elaboración de este breve artículo se han tenido en cuenta textos de Enrique Pichon-Rivière, Ana P. de Quiroga, Vicente Zito Lema, Diana Markwald, Hugo García, Fabio Lacolla, Graciela Jasiner, Clara Jasiner, Rafael Ávila, entre otros.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
LA OBSERVACION PSICOSOCIAL
Pichon-Rivière cuenta que siempre fue un ser esencialmente curioso. Su primer aprendizaje, como observador no participante, sobre el funcionamiento de los grupos humanos lo hizo en su adolescencia en Goya. Su madre solía reunirse a conversar, una vez por semana en la casa familiar, con las señoras del pueblo. Y el joven Enrique se había agenciado un agujero para verlas y escucharlas sin que lo descubrieran. Desde aquella primera enseñanza, que denominó del ojo de la cerradura, se dio cuenta de los vínculos, de las contradicciones y de todo lo que acontecía en esos grupos.
Muchos años después, el creador de la psicología social argentina va a disponer, en su método de enseñanza, que el equipo de coordinación sea integrado con uno o más observadores, por lo general no participantes, cuya función será el recoger todo el material expresado verbal y preverbalmente en el grupo operativo de aprendizaje, con el objetivo de realimentar al coordinador en un reajuste de las técnicas de conducción. Uno de los trabajos del observador consistirá en el registro de datos que habiliten el planteamiento de hipótesis acerca del desarrollo del proceso grupal.
Observar viene del latín observare y significa mirar con atención. Sus componentes léxicos son el prefijo ob (delante) y servare (tener, guardar, conservar). El diccionario de la lengua española habla de examinar atentamente; advertir, reparar; mirar con atención y recato, atisbar; guardar y cumplir exactamente lo que se manda y ordena. Como vemos, la palabra observación es polisémica, tiene una variedad de acepciones. Se trata tanto de la constatación de un hecho que conduce a la formulación de hipótesis como de observar las normas, los mandamientos o la ley.
Todas estas significaciones son aplicables a nuestra observación psicosocial. La cultura occidental ha privilegiado el sentido de la vista para observar y ello se ha extendido al dominio de la ciencia. Nótese que la evolución científica está ligada a la construcción de observatorios: el telescopio es un instrumento para examinar el mundo macro, el microscopio es un artefacto para detectar lo micro, el panóptico es una estructura que tiene como fin generar el control sobre la totalidad de una superficie. La ciencia en sí es una prótesis para observar todo con cierto rigor de validez y veracidad.
La observación ha ejercido un poder de fascinación sobre los seres humanos, creando una ilusión de evidencia. Así, los límites entre embeleso y embeleco son muy frágiles. Embeleso es arrebatar o cautivar los sentidos; es el estado en que sentimos un placer, una admiración o una alegría tal que no se puede pensar ni sentir nada más. Embeleco es embuste, engaño o mentira a una persona con artificios y falsas apariencias. No es lo mismo mirar que ver. El ver es natural, inmediato, indeterminado y sin intención. El mirar es cultural, mediato, determinado y completamente intencional.
En relación a nuestra psicología social digamos que, como todo campo del saber, diseñó su propia modalidad de observación. Así, los equipos de coordinación están formados por el coordinador y uno o más observadores no parlantes, cuya misión es tomar nota del acontecer grupal, en especial de las situaciones que su atención flotante detecte como significativas. Luego, en reuniones realizadas entre una sesión del grupo y otra, el equipo estudia y unifica las distintas visiones de lo sucedido y considera las devoluciones que se harán en la reunión siguiente.
Como todo en nuestra disciplina, se trata de un conocer-haciendo y hacer-conociendo. Un rasgo que hace a lo concreto del rol del observador es que, desde una ubicación liberada de las exigencias del intercambio verbal, el registro de datos se hace desde una óptica distinta a la de los demás miembros del grupo. Pues, co-pensando con el coordinador, potenciará la comprensión de los procesos grupales, procurando colegir lo que está más allá de lo manifiesto, de discernir lo que subyace en lo implícito. Esto conlleva un nivel de construcción de actitud y aptitud psicosocial.
El observador psicosocial sería una especie de especta-actor, es decir un espectador que contempla lo que sucede en el proceso grupal, a la vez que un actor silente que interviene como depósito y depositario de los movimientos de transferencia y de contratransferencia del grupo. Opera desde sus propias resonancias: qué piensa, qué siente y qué hace. La observación operativa nunca es neutra ni inocua, pues a pesar del silencio siempre se está implicado como agente de intervención. El observador, pues, incide en el campo que observa y sobre él incide lo observado.
Los observadores no parlantes suscitan a veces desconfianza e incomodidad en los integrantes. Algunas instituciones y escuelas pichonianas ni siquiera les permiten saludar a los otros miembros. Cuando, debido a esto, el grupo corre el riesgo de funcionar como un sistema cerrado, sin aperturas, Pichon-Rivière dice que puede utilizarse el rol del observador participante, el que en este dispositivo puede dirigirse verbalmente al grupo durante la reunión. Aunque es de destacar que circunstancias como la recién expuesta no suelen producirse con habitualidad.
Digamos, para finalizar, que observar es una cuestión dinámica y no inmóvil ni estática. El observable se encuentra en constante movimiento, por lo que el rol del observador deberá estar también en permanente oscilación. Si bien en los grupos operativos no se ve mucho desplazamiento físico de los observadores, sí hay vibración y circulación simbólica. Se acompaña con la mirada, con el cuerpo, con el alma, con la empatía, con lo que sucede en el proceso grupal, con cómo repercute eso que pasa en los miembros del grupo y con lo que incide en cada observador. ¡No es poco!
Nota: Para la elaboración de este breve artículo se han tenido en cuenta textos de Enrique Pichon-Rivière, Ana P. de Quiroga, Vicente Zito Lema, Diana Markwald, Hugo García, Fabio Lacolla, Graciela Jasiner, Clara Jasiner, Rafael Ávila, entre otros.
RONALDO WRIGHT
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domingo, 19 de abril de 2020
157 - Los Vínculos en Tiempos del Coronavirus
(Publicado en la edición especial de Apuntes Grupales - Nro. 18 de abril de 2020)
LOS VINCULOS EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
Hola a todas. Hola a todos. Agradezco en primer lugar la invitación a participar en esta edición especial de “Apuntes Grupales”, y aprovecho para contarles algo de lo que me ha tocado vivir en estos tiempos de aislamiento, con motivo de la pandemia que nos invade día tras día. Nuestra vida cotidiana se encuentra modificada desde que apareció el COVID-19, ese enemigo invisible que nos impide vincularnos cara a cara tal como solemos y sabemos hacerlo en los grupos operativos de aprendizaje.
No bien comenzó la cuarentena, propuse formar grupos virtuales para los cuidados mutuos como así también para la contención mental y emocional de los integrantes de esos colectivos. Ello desde la óptica de nuestro ECRO, de nuestro pichoniano esquema conceptual, referencial y operativo. Recordemos que el operador psicosocial debe poseer una conciencia crítica para reconocer las nuevas necesidades propias de este tiempo, entendiendo que la necesidad es el motor de todo vínculo.
En tanto agente del cambio social he intentado aportar la potencia de lo grupal (virtual en este caso), respetando el confinamiento vigente con motivo del coronavirus acechante. Los miembros del grupo han podido interactuar entre sí, expresando sus temores y tristezas como así también sus propuestas para salir a flote ante tanto encierro. Pudimos trabajar las ansiedades básicas universales: el miedo a la pérdida de lo conocido y el miedo al ataque de la nueva situación a estructurar.
Como en toda intervención en crisis, logramos una primera etapa de encuentro-contención entre los integrantes, que luego pudieron hacer la respectiva catarsis y así desahogarse del padecer singular de cada uno. Este encuadre habilitó la verbalización de lo que se está viviendo, no perdiendo de vista que en toda emergencia emocional las conductas alteradas son comportamientos normales ante un hecho anormal. Y vaya que el feroz ataque del COVID-19 resulta inédito y amenazante.
Dadas las circunstancias excepcionales que denota esta emergencia, no estamos pensando entre todos los participantes virtuales del grupo en un gran plan existencial de vida, sino en un mínimo proyecto de futuro inmediato para atravesar esta pandemia. Esta ayuda humanitaria y existencial de unos con otros nos va permitiendo recuperar el equilibrio emocional alterado, desarrollando todo tipo de defensas físicas y psíquicas ante la inquietud y la inestabilidad reinantes en estas semanas.
En estos encuentros a distancia van apareciendo todo tipo de temores con motivo del aislamiento obligatorio. Angustia, pánico, enojo, tristeza, soledad, malestar, miedo a enfermar, preocupación por los familiares, etc. Pero también circulan las palabras que acompañan; y junto a ellas los deseos que se despliegan dentro de lo grupal y que evidentemente pasan a través de los discursos. En el interjuego entre lo singular y lo social, se lanzan con un ímpetu sin límites las palabras y los deseos.
En la nueva grupalidad virtual surgen conductas más resilientes en algunos de los miembros, dispuestos y capacitados para brindar la indispensable y necesaria ayuda de unos con otros. Otros integrantes se hallan inmersos en una especie de anomia asiliente, sintiéndose incompetentes y más negativos ante el retraimiento dispuesto. Pero sabemos que lo grupal es siempre un activo motor que promueve los mejores procederes en situaciones de desasosiego y crisis como esta.
La propuesta es respetar la diversidad de los participantes —conectados de manera virtual— y procurar que no surjan confrontaciones que agraven la situación actual; y se complementen para enfrentarla desde sus ópticas diversas que así confluyen en una planificación crecientemente eficiente para el grupo todo. El distanciamiento social impuesto nos ha obligado a ser creativos. Este virus se ha instalado como tercero en el vínculo y vino a traernos cambios. Y esta nueva forma de agrupamiento tiene que ver precisamente con el uso de las distintas herramientas tecnológicas.
Decía el maestro Enrique Pichon-Rivière que ser psicólogo social es tener un oficio que debe ser aprendido, ya que no se nace con esa posibilidad. Sólo cuando podemos resolver las propias ansiedades y las perturbaciones en la comunicación con los demás, podemos lograr una correcta interpretación de los conflictos ajenos. En la medida en que el sujeto dispone de un buen instrumento de trabajo, resuelve incertidumbres e inseguridades: recién entonces es un operador social eficiente.
Pues de eso se trata cuando intentamos erigirnos en verdaderos agentes del cambio social planificado, máxime ante esta pandemia que sólo nos permite vincularnos en forma virtual. La idea es apostar por una contención que promueva el protagonismo de las personas, indagando acerca del padecer y de las dificultades de cada uno de los participantes del grupo. Hay que salir del individualismo que muchas veces nos detiene y apostar a las acciones solidarias. ¡Un nuevo modo de pensar, sentir y hacer!
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
LOS VINCULOS EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
Hola a todas. Hola a todos. Agradezco en primer lugar la invitación a participar en esta edición especial de “Apuntes Grupales”, y aprovecho para contarles algo de lo que me ha tocado vivir en estos tiempos de aislamiento, con motivo de la pandemia que nos invade día tras día. Nuestra vida cotidiana se encuentra modificada desde que apareció el COVID-19, ese enemigo invisible que nos impide vincularnos cara a cara tal como solemos y sabemos hacerlo en los grupos operativos de aprendizaje.
No bien comenzó la cuarentena, propuse formar grupos virtuales para los cuidados mutuos como así también para la contención mental y emocional de los integrantes de esos colectivos. Ello desde la óptica de nuestro ECRO, de nuestro pichoniano esquema conceptual, referencial y operativo. Recordemos que el operador psicosocial debe poseer una conciencia crítica para reconocer las nuevas necesidades propias de este tiempo, entendiendo que la necesidad es el motor de todo vínculo.
En tanto agente del cambio social he intentado aportar la potencia de lo grupal (virtual en este caso), respetando el confinamiento vigente con motivo del coronavirus acechante. Los miembros del grupo han podido interactuar entre sí, expresando sus temores y tristezas como así también sus propuestas para salir a flote ante tanto encierro. Pudimos trabajar las ansiedades básicas universales: el miedo a la pérdida de lo conocido y el miedo al ataque de la nueva situación a estructurar.
Como en toda intervención en crisis, logramos una primera etapa de encuentro-contención entre los integrantes, que luego pudieron hacer la respectiva catarsis y así desahogarse del padecer singular de cada uno. Este encuadre habilitó la verbalización de lo que se está viviendo, no perdiendo de vista que en toda emergencia emocional las conductas alteradas son comportamientos normales ante un hecho anormal. Y vaya que el feroz ataque del COVID-19 resulta inédito y amenazante.
Dadas las circunstancias excepcionales que denota esta emergencia, no estamos pensando entre todos los participantes virtuales del grupo en un gran plan existencial de vida, sino en un mínimo proyecto de futuro inmediato para atravesar esta pandemia. Esta ayuda humanitaria y existencial de unos con otros nos va permitiendo recuperar el equilibrio emocional alterado, desarrollando todo tipo de defensas físicas y psíquicas ante la inquietud y la inestabilidad reinantes en estas semanas.
En estos encuentros a distancia van apareciendo todo tipo de temores con motivo del aislamiento obligatorio. Angustia, pánico, enojo, tristeza, soledad, malestar, miedo a enfermar, preocupación por los familiares, etc. Pero también circulan las palabras que acompañan; y junto a ellas los deseos que se despliegan dentro de lo grupal y que evidentemente pasan a través de los discursos. En el interjuego entre lo singular y lo social, se lanzan con un ímpetu sin límites las palabras y los deseos.
En la nueva grupalidad virtual surgen conductas más resilientes en algunos de los miembros, dispuestos y capacitados para brindar la indispensable y necesaria ayuda de unos con otros. Otros integrantes se hallan inmersos en una especie de anomia asiliente, sintiéndose incompetentes y más negativos ante el retraimiento dispuesto. Pero sabemos que lo grupal es siempre un activo motor que promueve los mejores procederes en situaciones de desasosiego y crisis como esta.
La propuesta es respetar la diversidad de los participantes —conectados de manera virtual— y procurar que no surjan confrontaciones que agraven la situación actual; y se complementen para enfrentarla desde sus ópticas diversas que así confluyen en una planificación crecientemente eficiente para el grupo todo. El distanciamiento social impuesto nos ha obligado a ser creativos. Este virus se ha instalado como tercero en el vínculo y vino a traernos cambios. Y esta nueva forma de agrupamiento tiene que ver precisamente con el uso de las distintas herramientas tecnológicas.
Decía el maestro Enrique Pichon-Rivière que ser psicólogo social es tener un oficio que debe ser aprendido, ya que no se nace con esa posibilidad. Sólo cuando podemos resolver las propias ansiedades y las perturbaciones en la comunicación con los demás, podemos lograr una correcta interpretación de los conflictos ajenos. En la medida en que el sujeto dispone de un buen instrumento de trabajo, resuelve incertidumbres e inseguridades: recién entonces es un operador social eficiente.
Pues de eso se trata cuando intentamos erigirnos en verdaderos agentes del cambio social planificado, máxime ante esta pandemia que sólo nos permite vincularnos en forma virtual. La idea es apostar por una contención que promueva el protagonismo de las personas, indagando acerca del padecer y de las dificultades de cada uno de los participantes del grupo. Hay que salir del individualismo que muchas veces nos detiene y apostar a las acciones solidarias. ¡Un nuevo modo de pensar, sentir y hacer!
RONALDO WRIGHT
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