domingo, 19 de abril de 2015

130 - Intervención Psicosocial en Cromañón

(Publicado en A.P.S.R.A. - Contenidos Teóricos con fecha 19/4/2015 y en 1968 Grupalista - Biblioteca de Psicología Social Pichoniana con fecha 21/4/2015)

INTERVENCION PSICOSOCIAL EN CROMAÑON

A diez años de la tragedia de República Cromañón tomamos contacto con la psicóloga social Stella Maris Distasi, quien nos relató su experiencia personal y el doloroso sentir vivenciado en el curso de aquellos luctuosos días. El incendio en la conocida discoteca del barrio de Balvanera, que comenzó en la noche del 30 de diciembre de 2004, dejó un saldo de casi doscientos muertos y más de un millar de heridos. Ríos de tinta han corrido hasta la fecha acerca de lo acontecido, por lo que en este texto nos  interesa destacar simplemente la tarea solidaria llevada a cabo por un grupo de colegas convocadas a través del CAPsI - Centro de Asistencia Psicosocial Intercambio.

En una reunión inicial se evaluó de qué manera podían colaborar con los afectados, tanto con los chicos sobrevivientes como con los familiares de las víctimas. Por un lado, algunas operadoras psicosociales se hicieron presentes en el lugar donde ya se estaba levantando el Santuario con las pertenencias que allí quedaron. O sea aros, pulseras, llaveros, zapatillas, remeras, mochilas, etc. además de rosarios, estampitas, fotos, flores, mensajes desesperados, velas encendidas unas y apagadas otras. Y en segundo término, se propuso un encuentro semanal en el Instituto Superior de Enseñanza Intercambio para ir monitoreando los resultados de las acciones.

El primer día tan solo se acercaron al predio, capturadas por un terrible interrogante: ¿Cómo se podía explicar tanta muerte? El calor de ese enero era abrasador y Stella Maris atinó a llevar un bidón de agua mineral, pues había escuchado por televisión que los jóvenes pedían ayuda y cooperación. Un pibe lo aceptó; la abrazó y simplemente le dio las gracias. La situación general era caótica y traumática; como así también todas las emociones y sensaciones desbordaban por doquier. Había mucha desconfianza con quienes se acercaban al Santuario, por lo que en esas circunstancias lo único que procedía hacer era acompañar en silencio a los innumerables damnificados.

Llegó el momento de lograr hacer una lista con las cosas que los jóvenes necesitaban: jabones, shampoo, talco, desodorante, pasta dental y cepillos de dientes, algodón,   pomada para quemaduras, algunos medicamentos, etc. Al día siguiente los chicos recibieron con gusto esos productos y, antes de finalizar la jornada, el grupo de psicólogas sociales ya estaba tomando mate con varios sobrevivientes de Cromañón. Sentados en ronda empezaron a hablar en un clima de confianza; era evidente por demás la necesidad de amparo, cuidado y protección. Nacía la instancia de lo que llamamos encuentro-contención; y comenzó a tejerse un vínculo entre todos.

Fueron tres meses de recorrer el emplazamiento haciendo de sostén para tanto dolor, mientras los jóvenes se iban organizando cada vez mejor. Se jugaban los distintos roles que conocemos: el líder que manejaba el dinero, el portavoz que gritaba las injusticias, el moderador que se ocupaba de atender a la prensa, los que acompañaban en silencio e incluso algunos saboteadores invadidos por la bronca y el enojo. Formado el grupo, éste le devuelve la identidad a cada miembro y lo habilita a hacer su catarsis; poder llorar y desahogarse. Entretanto, las operadoras psicosociales ya lograban interactuar con los padres y los familiares de las víctimas que se iban acercando.

Se fueron implementando todas las técnicas, las tácticas y las estrategias a los fines de hacer posible la verbalización de lo sucedido sin perder de vista que, en todo trance emocional, los comportamientos alterados son conductas normales ante un hecho anormal, ante un evento tan desgarrador. La intervención en crisis debe contemplar los diversos síntomas que suelen presentar los afectados, a saber: pánico, confusión, angustia, ansiedad, fobia, frustración, turbación, culpa por haber sobrevivido, miedo a estar solo, problemas para dormir, cambio en los hábitos alimenticios y de higiene, pérdida de confianza en uno mismo e intensa preocupación por los otros.

De suma importancia fueron las permanentes y periódicas reuniones que llevaron a cabo las operadoras psicosociales en el mencionado Instituto de Enseñanza, pues ellas también precisaban del soporte y aliento grupal. Era necesario e imperioso ponerle palabras a tanta vivencia inhabitual por lo que, junto al armado de una red vincular en el sitio de la tragedia, ellas fueron construyendo su propio espacio de escucha y de abrigo. De tal forma, alcanzaron una instrumentación operativa para el manejo de una  realidad nueva a la que tuvieron que ir adaptándose. La formación pichoniana permitió abordar la tarea con herramientas conocidas y andando caminos ignorados.

Alejandro Simonetti fue un constante sostén y soporte ante la gravedad del trance que en esas circunstancias se estaba padeciendo. Él propone cuatro pasos para alcanzar la meta: a) escuchar y comprender a los damnificados; b) dejarlos descargarse, ya sea llorando y/o gritando; c) ayudarlos a hablar de lo acontecido; y d) cooperar para que puedan comenzar a pensar qué hacer. La idea fue ofrecer una atmósfera en la que el temor, la bronca, la pena y la culpa puedan expresarse libremente para bajar el monto de ansiedad. Que cada uno de los pibes profundamente heridos en sus mundos internos consiga salir del estado de shock, posibilitándose un mínimo objetivo.

Durante los primeros tres meses, la intervención en crisis transcurrió en el Santuario levantado en el sitio del siniestro. Así como Enrique Pichon-Rivière era partidario de un psicoanálisis por fuera de los consultorios, en la situación puntual y concreta que aquí tratamos la Psicología Social operó en un principio directamente en la calle. Esto hizo la diferencia con otros gremios de profesionales que se acercaron a prestar su apoyo, no siendo bien recibidos por los adolescentes afectados. Recordemos que desde la misma noche de la catástrofe no volvieron más a sus hogares, ni a sus trabajos ni a los centros donde estudiaban. Simplemente se quedaron a vivir en el lugar.

Varios padres que habían perdido a sus hijos consultaban adónde podían encontrarse con sus pares padecientes de un profundo dolor similar. Fue surgiendo la intención de formar un grupo de ayuda y de refuerzo en la sede del Centro de Asistencia Psicosocial Intercambio, ubicado en el barrio de Villa Urquiza. Ello se concretó recién en el mes de abril de 2005 y funcionó hasta fines de dicho año. En el caso que venimos tratando, la psicóloga social entrevistada nos recuerda que en lo personal le resultó más fácil acercarse a los jóvenes afectados pues, como madre de hijos adolescentes, hallaba allí un delicado límite operativo que le dificultaba abordar tamaño sufrimiento.

Así, se formó un grupo de contención y sostén con chicos sobrevivientes quienes, en su mayoría, habían perdido en el siniestro además a alguien cercano: hermano, primo, novio, amigo. Los jóvenes pudieron comunicarse no sólo entre ellos sino también consigo mismos, para ir de tal modo estructurando un discurso que les permitió recuperar poco a poco el equilibrio psíquico y emocional dañado. Las palabras fueron fluyendo semana tras semana, encuentro tras encuentro. Entonces, fue brotando lo que conocemos como la etapa del mínimo proyecto de futuro; nada menos que el durísimo y penoso aprendizaje de continuar viviendo sin los seres queridos.

El dispositivo que se creó fue coordinado en conjunto por las psicólogas sociales Stella Maris Distasi y Rosana Fernández. Fueron nueve meses de una ardua y compleja labor, utilizándose la técnica de los grupos operativos que nos identifica como profesionales y como agentes del cambio social planificado. De a poco los pibes retornaron a sus respectivas casas con sus familias,  fueron reinsertándose en sus vidas cotidianas sea en lo laboral, en sus estudios, recuperando el deseo y buscando alternativas para seguir a flote. Nos estamos refiriendo a un mínimo plan existencial hacia adelante, siempre en el aciago marco que la dolorosa y difícil realidad les impuso.

Cuando de trabajo comunitario hablamos, el grupo tiende a promover la reinserción de los excluidos sociales. Y tal era la situación de los chicos de Cromañón, ya que —en una primera época— recibieron el destrato de la policía, de los servicios asistenciales, de las autoridades encargadas de los derechos humanos en la ciudad y de quienes no los querían ver acampando en la calle. La labor colectiva sirvió para que ellos pudieran organizarse, con nuestra metodología psicosocial que fomenta el saber existente en los propios integrantes, siempre en función de un objetivo común, pese a la diversidad de sus respectivas historias y sin descuidar la singularidad de cada quien.

Esta juventud en crisis —que llegó a autodenominarse “Los pibes de las carpas de la vigilia del Santuario”— necesitaba de un otro que la ampare; y ese fue uno de los roles que cumplieron nuestras coordinadoras grupales. Para eso fue vital disociarse: mientras un costado de ellas sostenía el dolor para que los chicos pudieran hacer su catarsis, verbalizar y desahogarse; había otra parte que se mantenía discriminada y alerta, viendo qué es lo que ocurría para luego poder intervenir. Muchas veces fue pertinente realizar un holding (tal como hace una madre con su bebé) pues la mirada, el abrazo, la contención y la ternura devuelven la función estructurante.

Como venimos escribiendo desde hace más de tres lustros, apostamos a favor de la  enorme tarea que realizan los operadores psicosociales como agentes de cambio. El trabajo de equipo que se desplegó en aquel tiempo fatal fue por demás impresionante. Stella M. Distasi nos facilitó una carta escrita por ella un mes después del siniestro. Allí dice que la presencia de tantas ausencias se le hizo insoportable. ¿Dónde se ubica tanta muerte injusta? No se recicla. No pertenece al ciclo natural de la existencia. Y en homenaje a las víctimas, se pregunta: “nosotros, los que estamos vivos ¿qué estamos haciendo?” Es muy simple la respuesta: ¡UNA ACCION SOLIDARIA DESCOMUNAL!

Notas: del equipo que se formó en el CAPsI —integrado por counselors y psicólogos sociales— quienes operaron más en cercanía a Stella Maris Distasi fueron Lucy López, Graciela Florido, Ana María Corvino, Rosana Fernández y Sergio López, a quienes se les agradece su enorme compromiso solidario con todos y cado uno de los damnificados de República Cromañón.
Este texto fue parcialmente publicado en la revista “Psicología Social para Todos”.      

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com                                                                                                                          

miércoles, 15 de abril de 2015

129 - Seguir Pensando a Pichon

(Publicado en Psicología Social para Todos: tierra y escritura del hacer, sentir y pensar - Año 7 Nro. 73 de mayo de 2015 y en A.P.S.R.A. - Contenidos Teóricos con fecha 10/6/2015)

SEGUIR PENSANDO A PICHON

                      Aprender a dudar es aprender a pensar. Octavio Paz.

Hace casi veinte años Graciela Jasiner y Mario Woronowski daban a luz su libro Para Pensar a Pichon, de Lugar Editorial. Allí señalan que la psicología social es uno de los modos que asume la crítica de la vida cotidiana, de nuestras condiciones concretas de existencia. Lo cotidiano (del latín, quotidie) es lo de todos los días, lo ordinario en tanto previsible. Pero, ¿cuál es el propósito de hacer una elucidación crítica de nuestras vidas diarias? Cornelius Castoriadis dirá que se trata de pensar lo que hacemos y saber lo que pensamos. Trabajar y trabajar-nos, poniéndolo todo en cuestión.

Hoy día vemos que existe una inmensa demanda sobre muchos aspectos de la vida  cotidiana y notamos que hay —cada vez más— una naturalización acrítica de lo que a diario se vive. La posmodernidad tan líquida, tan fluida y tan veloz ayuda a que ello suceda con mayor frecuencia. De tal forma que se precisa tiempo y coraje para pasar a ser soldados desnaturalizadores de dicho supuesto saber que aún sigue enquistado. No sólo retomar un meditar desviante sino incluso una praxis instituyente. Para poder así  develar y desmitificar lo oculto; y lograr después mudarlo en algo muy superior.

Para ello es esencial partir del aforismo griego inscripto en el pronaos del templo de Apolo en Delfos y que reza: conócete a ti mismo. Así, averiguar cuáles son los criterios de verdad que nos habitan y luchar contra nuestras propias ideas estancas. Aprender a pensar es dejar de aceptar sin críticas las normas y los valores dados e impuestos, tan propio de lo que conocemos como adaptación pasiva a la realidad. Es también dar cauce a lo creativo, convirtiendo lo siniestro en maravilloso. Según Juan C. De Brasi los hechos han sido hechos; pues entonces, nuevos hechos pueden producirse.

El cuerpo social que nos habita se viene preguntando sobre lo cotidiano desde hace mucho tiempo. Sabemos que nuestras condiciones de vida son un destino y pensamos, con Pierre-Félix Bourdieu, que quien nomina erige clases. No es nada fácil salirse de un discurso en el que casi todo ya está decidido de antemano de modo implícito y oculto. El camino es  ampliar la mirada, estar alertas a tantos juicios estereotipados y así lograr una mayor atención a la multiplicidad de enfoques. Imaginar un otro posible; ser cada vez menos víctimas y más artífices de nuestros propios destinos e historias.

El padre de la Psicología Social Argentina creía que los profesionales tienen un papel relevante en la construcción de una sociedad más justa. Enrique Pichon-Rivière fue un firme y persistente impugnador de lo dado, apostando a la consigna de evolucionar en dirección a una adaptación activa a la realidad. De manera tal que su norte fue el estar alertas a los efectos narcotizantes de las certezas y cuestionar siempre los lugares de poder. Para así operar en primer término sobre cada uno de nosotros, luego en lo subjetivo social y por fin lograr erigirnos en verdaderos agentes del cambio.

Michel Foucault alude a otro aspecto que nos parece vital: la ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad. Él nos habla de criticar lo instituido, de salir de los estados de dominación que nos tienen atrapados y de hacer saltar los propios cerrojos represivos, para así ir reconciliándonos con nosotros mismos. Sería genealogizar a los fines de recuperar los discursos menores, locales, más cotidianos y marginales. A la vez que violentar cualquier teoría —y en principio la propia— para cambiarla y construir otra de un modo desde ya provisorio. Pues, al modo de una praxis dialéctica.

El cuidado de sí incluye también el de los otros, el de quienes hacen a nuestro entorno. Y bien entendemos los psicólogos sociales que eso sucede en el devenir de los grupos operativos, en los que vamos perdiendo poco a poco la mirada inocente de la realidad. La tarea es deconstructiva, como una forma de cuestionar los relatos totalitarios y el discurso de las verdades, que tanto nos cuestan desarmar. Deconstruir, para Jacques Derrida, es desestructurar, es descomponer y es dislocar las estructuras rígidas. Co-pensar cada cual con uno mismo y con los demás: ese saber nos da poder.  

Tanto el conocernos como el ocuparnos de nosotros son dos piezas claves a los fines de nuestra formación; incluso para superarnos en lo personal y en lo colectivo. Tal proceder va a incidir de manera directa en los demás, toda vez que permite mejorar nuestros vínculos interindividuales. Nos referimos a esta libertad mediante el dominio de cada cual para así tornarla en un problema ético. Al decir de Jean-Paul Sartre, no somos simples terrones de arcilla, toda vez que lo importante no es lo que han hecho de nosotros sino lo que hacemos de lo que han hecho de nosotros.

Somos el portavoz de un grupo social. Cada uno de nosotros porta-la-voz de lo que pugna por ser dicho, por lo que es relevante vernos y sentirnos como un espacio de resistencia. Que nuestra labor sea en sí misma un acto creador en tanto construcción y búsqueda de nuevas unidades. Por ende, que el propósito de seguir pensando a Pichon sea para continuar pensándonos a nosotros mismos. Todos los días. Cada día. Día tras día. Nosotros mismos nos hacemos y, parafraseando a James Joyce, somos nuestra propia obra. Pues, que la tarea y el proyecto se junten en ese recorrido.

RONALDO WRIGHT      
www.ronaldowright.com                                                                                                

lunes, 6 de abril de 2015

128 - Charla Sabatina en A.P.S.R.A.

(Publicado en Psicología Social para Todos: tierra y escritura del hacer, sentir y pensar - Año 7 Nro. 72 de abril de 2015 y en A.P.S.R.A. - Contenidos Teóricos con fecha 27/4/2015)

CHARLA SABATINA EN A.P.S.R.A.

La Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina (A.P.S.R.A.) viene organizando una serie de Charlas Sabatinas y, el pasado 28 de marzo, fui invitado a exponer sobre una de las tantas temáticas de nuestra querida disciplina y profesión. Me gustaría señalar algo de lo abordado en esa jornada, aprovechando antes para agradecer una vez más a la institución y a los colegas asistentes la posibilidad de polemizar conocimientos a partir de un grupo operativo de aprendizaje. Así, después de mi disertación nos sentamos en círculo y ampliamos nuestros saberes, escuchándonos los unos a los otros con atención y respeto psicosocial.

Uno de los temas que incluí en mi charla fue el camino recorrido por Pichon-Rivière desde sus primeros tiempos como psiquiatra, luego como psicoanalista y finalmente como fundador de la Psicología Social Argentina. Nunca abandonó sus conocimientos previos, sino que siempre fue incorporando saberes según su propia epistemología convergente; esa búsqueda de varios y diversos estudios que lo acercaron a indagar cada vez más acerca de la realidad del sujeto. Sostuvo que las ciencias humanas conciernen a un único objeto: el hombre-en-situación susceptible de un abordaje multi o pluridimensional. Pues, el andar que hice es, en breves líneas, el que sigue.

Psiquiatra (1932-1940). Ese joven que venía de Goya a la Capital Federal —trayendo a cuestas una mezcla de culturas europea y guaraní— fue impregnado por un discurso universitario en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, caracterizado por la lógica formal o aristotélica. Los principios de identidad, de no contradicción y de tercero excluido eran los predominantes. La ciencia médica se nutría esencialmente de los métodos deductivo e inductivo que van, respectivamente, de lo general a lo particular y de lo particular a lo general. No obstante, Pichon-Rivière pronto propiciaría una psiquiatría dinámica con un fuerte cimiento en la práctica psicoanalítica.

Psicoanalista (1941-1955). Fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina junto a Rascovsky y Garma, primaría en esta etapa de su vida una lógica conjetural teñida de lo que conocemos como abducción: la premisa mayor es evidente y la menor es sólo probable. La percepción abductiva viene hacia el profesional como un acto de insight, iluminando una nueva sugerencia.  Su discurso analítico será el de lo inconsciente, el de la asociación libre y la atención flotante. Ello conforme había leído en los textos freudianos que le facilitó Canoi, aquel portero del quilombo donde el francesito  enseñaba modales a las “muchachas trabajadoras para la alegría”.

Psicólogo Social (1956-1977). Fue el creador y padre de la Psicología Social Argentina, caracterizada por un discurso dialéctico y por una lógica paradojal llena de antinomias, contradicciones, polaridades, ambivalencias y antagonismos. Surge el tiempo del ECRO o esquema conceptual referencial y operativo; la teoría del vínculo —a cuatro vías de amorodio, bicorporal y tripersonal—; el esquema del cono invertido; la unidad de trabajo compuesta por el existente, la intervención psicosocial y el emergente (o síntesis superadora); la teoría de las tres “D”: depositante, depositario y depositado; y la teoría de los grupos operativos de aprendizaje; entre tantos de sus aportes.

A estos desarrollos teóricos se fueron sumando también otras fuentes heterogéneas, sea desde la filosofía, la sociología, la epistemología, el psicodrama, la gestalt, etc. Abrevó en la psicología norteamericana de Kurt Lewin con su método de indagación-acción y de George Mead con su aporte del otro generalizado; además de la escuela inglesa de Melanie Klein y sus conocidas posiciones esquizo-paranoide y depresiva. La resultante de todo ello fue que Pichon-Rivière se erigió en el creador de nuestra disciplina psicosocial, además de ser hoy una destacada figura tanto en el ámbito de la salud mental como del pensamiento y la cultura latinoamericana.

Tales consideraciones serían absolutamente incompletas si no se incluye otra de las grandes fuentes que inspiraron al maestro. Me refiero a la denominada universidad de la calle que, en su caso, comenzó con la mezcla cultural europea —heredada de sus padres— y la de los pueblos americanos originarios. También la fundación del partido socialista de Goya; los artículos publicados en las revistas “Nervio” y “Crítica”; su amistad con Roberto Arlt, Raúl González Tuñón y Conrado Nalé Roxlo; la experiencia adquirida en el Asilo de Torres y el Hospicio de las Mercedes; sus entrevistas con Klein,  Lacan, Breton y otros integrantes del movimiento surrealista.

Pichon-Rivière fue un fiel defensor de la transdisciplinariedad, tanto a nivel teórico como en la misma práctica cotidiana. Es decir, de la inexistencia de fronteras entre los numerosos saberes, ya sean provenientes de las ciencias sociales o de la pintura, la poesía, la música y/o el arte en general. Consideró a sus teorías como una caja de herramientas, siempre lista para ser utilizada en los diferentes campos a examinar e intervenir. Puntualizó, además, que el territorio de operación de los psicólogos sociales no está instituido, siendo tarea de cada quien el procurar convertirse en un verdadero agente del cambio y profesional instituyente.

RONALDO WRIGHT  
www.ronaldowright.com