jueves, 30 de diciembre de 2010

073 - Una Juventud Líquida Para Nuestra Modernidad Tardía

(Publicado en Psicología Social para Todos: tierra y escritura del hacer, sentir y pensar – Año 3 Nro. 25 de diciembre de 2010 - enero de 2011)

UNA JUVENTUD LIQUIDA PARA NUESTRA MODERNIDAD TARDIA

En primer lugar, quiero agradecer la invitación de la revista que me posibilita participar como otro asambleísta en la temática propuesta por Juan E. Díaz, a saber: la vida en la Era de la Fluidez. Al inaugurar esta asamblea virtual, nos dice que va en procura de un encuentro de pensamiento entre los distintos expositores, quienes sucesivamente se irán ofreciendo como suelo para la intervención de los que se sumen a la lista de oradores. En mi caso, quisiera centrarme en los jóvenes y expresar algunas ideas respecto a la inserción de ellos en nuestra cultura de la liquidez y de la hibridación total, en la cual la endeble imagen del consumidor viene dando por tierra con la del habitante-ciudadano, ese que podía elevarse hacia ideales más definidos y vincularse a una mayor parte de humanidad.

Sostiene Juan E. Díaz que la familia y la escuela no están ahora constituidas como referentes fundamentales en la conformación de los sujetos actuales, que las instituciones en general se han caído y que el Estado declinó sus funciones simbolizantes. Me pregunto si, en estos tiempos fluidos posmodernos, no se encuentran agotados los paradigmas mediante los cuales se fueron construyendo —durante casi un siglo— los fenómenos de producción y significación de tipos subjetivos. Sumo a ello que la adolescencia (ad-dolescere, dolere) es puntualmente un tiempo de fragilidad subjetiva, pues el joven se está transformando, está dejando de ser un chico para atravesar duelos constantes referidos a la pérdida de su cuerpo infantil y a la declinación de sus padres ideales.

Si las leyes se han caído, licuado, desfondado; si hoy poco o nada cobija a nuestros pibes y si las funciones paterna, materna, docente —entre otras— están sumamente debilitadas, tendremos que comprender que los adolescentes necesitan otra cosa. Me refiero a algo más sólido, como ser espacios de autonomía que les permitan ir haciéndose dueños y artífices de sus propios destinos. Y por qué no, también marcos de referencia más estables que les brinden una cuota importante de seguridad y de orden. Desde ya, cuando hablo de orden lo hago en su doble acepción: orden en tanto que limita derechos y deberes (con autoridad y sin autoritarismos), pero también orden en cuanto marca los márgenes en que nuestros pibes se puedan mover con contención y con mucho afecto.

Seguidamente, intervino en la conversación Leandro Trillo para plantear que una manera de hacer de la fluidez un mejor lugar es a través de la ponderación de la deseabilidad, en cuanto experiencia de subjetivación. Comparto su idea y agrego: muchos jóvenes tienen sus deseos distraídos, teñidos de un fuerte malestar y aburrimiento. Me refiero al kakón adolescente, designando con esta expresión precisamente a ese malestar de la vida, al tedio y a la ausencia de sentido. La era de la liquidez posmoderna nos presenta a los pibes abandonados por los Otros y padeciendo todo tipo de síntomas depresivos, con una firme tendencia a la inercia propia de la pulsión de muerte. El camino pasa por la urgente rehabilitación, volver a ser hábiles, especialmente a partir de su propio accionar.

Las tendencias constitutivas de la fase líquida de esta modernidad tardía son la fragilidad, la indeterminación y la nueva permanencia en lo efímero. Así lo expresa el siguiente asambleísta de papel —Ricardo Klein—, y con él creemos que las vivencias adolescentes se acercan a un precipicio, dificultando la constitución de verdaderos vínculos. Nuestros pibes ya no encuentran parámetros estables en esta época de valores volátiles y sin ideales que logren orientarlos. Sólo se conectan a distancia, manteniendo la distancia y en simples contactos teñidos de superficialidad, de brevedad. Sin paternidad estatal ni fraternidad institucional queda sólo la pura actualidad del aquí y ahora, quedando el camino libre para las prácticas mediáticas y las frías reglas del consumo y del mercado.

A su turno, Sandra L. Bellini y Gustavo A. Ereño coinciden en que las nuevas concepciones de lo humano y sus múltiples relaciones, que se han tornado líquidas en esta era posmoderna, impactan hondo y desbordan los modelos tradicionales. Es cierto, y entiendo que los psicólogos sociales estamos instrumentados para operar bio-psico-social y comunitariamente. Habremos de ir en procura de un nuevo paradigma con fundamento en una ética humanista que termine con tanto desgarramiento de jóvenes y adolescentes. Hacemos, entonces, especial referencia a la responsabilidad gubernamental, a la responsabilidad familiar y escolar, y a la inexorable participación de la sociedad, necesaria si se pretende estar a la altura de la tutela integral de los derechos de los pibes que habitan nuestro suelo.

Junto a la última oradora puntualizamos que, en la fluidez y la liquidez, los jóvenes configuran una población lábil y sus casi inaudibles mensajes piden a gritos anclajes que les sean brindados por el mundo adulto. Destaca Clara Jasiner la puesta en juego de la palabra para restaurar bordes imprescindibles en la construcción de subjetividad, recordándonos que en lo atinente a nuestra juventud hay que planificar la esperanza. De allí la trascendencia de enfatizar que la familia, en tándem con la escuela, con las organizaciones intermedias y, desde ya, también con el Estado-nación son quienes están produciendo los ciudadanos del mañana. Pues, desde cada uno de estos lugares tendremos que trabajar para derrotar a ese no-lugar donde rige un clima de anomia que impide todo ordenamiento.

Vemos que tampoco hay tiempo para que se establezcan acuerdos sobre el sentido, por lo que hoy la juventud piensa, siente y hace en un marco salpicado de velocidad, exceso y saturación. La palabra entre los chicos no constituye, no traza ni deja huella; al lenguaje también le cabe esta experiencia de lo superfluo. La transmisión del saber ha perdido eficacia y, en esta sociedad hipermoderna, las condiciones de actuación de los pibes cambian antes de que las formas se consoliden en unos hábitos determinados. Sus identidades son móviles, dando la impresión que en la época del desfondamiento general de las instituciones los jóvenes sobran. De allí que creemos que un adolescente en situación dialógica es capaz de decidir mejor por sí mismo, adaptándose más activamente a la realidad.

Si la era de la fluidez produce pibes aburridos, jóvenes que agreden y se auto-agreden, adolescentes alcoholizados o coqueteando con las drogas, chicos que matan, entre otras calamidades, cabe señalar la importancia de la tarea de los psicólogos sociales operando concretamente en esa realidad. Ante tanta deprivación sabemos de la imperiosa necesidad de comprometernos emocionalmente con los jóvenes, ya que la base esencial de esta problemática seguirá siendo —siempre y en primer lugar— la falta de amor, de protección y de cuidado. Junto a otros profesionales del área de la salud y de la educación, a partir de lo interdisciplinario, tenemos mucho por hacer y compartir desde las especificidades que nuestras distintas disciplinas abordan: ello en pos de una juventud menos líquida y más feliz.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

miércoles, 10 de noviembre de 2010

072 - Contradicciones y Polaridades en el Este y el Oeste

(Publicado en el portal de Arco Atlántico con fecha 30/11/2010; en FMM Educación con fecha 4/12/2010; en La Silla del Coordinador con fecha 26/7/2013 y en 1968 Grupalista - Biblioteca de Psicología Social Pichoniana con fecha 9/11/2014)

CONTRADICCIONES Y POLARIDADES EN EL ESTE Y EL OESTE

Entre los años 1952 y 1954, Enrique Pichon-Rivière solía reunirse los domingos en su casa de la calle Copérnico con dos jóvenes platenses: Milcíades Peña y Floreal Ferrara, con quienes estudiaba diversos textos cuyo eje era la filosofía marxista. Por aquellos días, el creador de la Psicología Social Argentina atravesaba una etapa de intensa búsqueda creativa e intelectual, llegándose a producir una verdadera conmoción en todos sus paradigmas. Entre numerosos conceptos abrevados de otras ciencias y técnicas, la metodología dialéctica hacía un marcado ingreso en su vida y en su obra. Digamos, entonces, que la dialéctica es el método filosófico que procura investigar y resolver las contradicciones del pensamiento y de la realidad histórica. Fue Heráclito el Oscuro quien, allá por el siglo VI a.C., introdujo el concepto de unidad y lucha entre fuerzas contrarias como ley universal, entendiendo que todo lo que se opone se une y todo lo que se separa está de acuerdo. Y esta idea es de esencial utilidad para el operador psicosocial, conocida como arte del timonel en nuestra práctica profesional.

Las filosofías de Georg Hegel y de Karl Marx también fueron apropiadas por nuestra disciplina, tanto en la representación del mundo como un proceso en movimiento espiralado, como en el desarrollo de los escalones inferiores a los superiores en sus momentos típicos: tesis, antítesis y síntesis. El método dialéctico permite así la producción de conocimiento de las normas que rigen la naturaleza, la sociedad y el pensamiento: tres aspectos de lo real comprometidos con lo que denominamos hombre en situación. La Ley de la Contradicción —o de unidad y lucha de contrarios— desentraña nuestras tensiones opuestas, nuestros impulsos internos. Todo va modificándose a cada momento por la resultante de la pelea entre cambiantes fuerzas contradictorias, las que unidas determinan conjuntamente su realidad. Este principio indica que en todo proceso interactúan tendencias contrapuestas que pueden tanto relacionarse como excluirse. La unidad y lucha de contrarios es un modo universal de existencia de la materia, condicionando su evolución y funcionamiento.

El Psicoanálisis hace referencia a la noción de ambivalencia como la presencia simultánea, en relación a un mismo objeto, de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos. Lo significativo de este concepto radica en el mantenimiento de una oposición en la cual la afirmación y la negación son simultáneas e inseparables. Sigmund Freud, al aludir al par antitético y ambivalente actividad-pasividad, advierte que la moción pulsional activa coexiste con la moción pulsional pasiva. Vemos que también la Gestalt ha tomado para sí un concepto parecido, haciendo alusión a las polaridades como una de las características del comportamiento humano: fondo y forma, salud y enfermedad, amor y odio, agresividad y ternura, mente y cuerpo, coraje y miedo, etc. Esta psicología no procura la eliminación de uno de los polos en provecho del otro, ni el encuentro de un posible justo medio —ambos ilusorios y empobrecedores— sino la complementación entre ellos; integrando lo corporal, lo emocional, lo afectivo y la energía del darse cuenta (awareness) en pos de una terapéutica humanista.

Teniendo en cuenta lo polar como las dos caras de una misma moneda, aludamos también a la cinta de Möbius (conocida como banda de Moebius, según su pronunciación en idioma español), que consiste en una superficie con una sola cara y un solo borde. Para construirla, hay que tomar una cinta de papel y pegar sus extremos dando antes una media vuelta a uno de ellos. De tal modo, lo que tenía dos caras pasa así a tener una sola, perdiendo todo sentido el referirse a una cara exterior y otra interior de la aludida cinta. Este descubrimiento del año 1858, realizado por el matemático alemán August F. Möbius, permite ver otro modo de interconexión entre los opuestos y tiene la siguiente particularidad topológica: al cortar la banda a lo largo no se obtienen —a diferencia de una cinta normal— dos bandas, sino una más larga pero con dos vueltas. Y a medida que continuemos haciendo cortes a lo largo seguirán obteniéndose más bandas entrelazadas; y precisamente de tales lazos y vínculos entre distintos aspectos de un mismo fenómeno es de lo que intentamos hablar en este texto.

Occidente y Oriente no difieren en mucho para abordar la temática aquí presentada. Pues, destaquemos que para el modo de pensar chino, el concepto de polaridad no debe confundirse con las nociones de oposición o conflicto, pues aquél se basa en el principio de que más y menos, norte y sur, bueno y malo, claro y oscuro, son diferentes aspectos de uno y el mismo sistema. Consecuentemente, la eliminación de uno de esos polos significaría lisa y llanamente la desaparición del sistema todo. En el idioma chino, los dos polos de la energía cósmica son yang (positivo) y yin (negativo). Sus ideogramas señalan el lado soleado y el lado en sombra de una colina, y están asociados con lo masculino y lo femenino, lo fuerte y lo débil, lo firme y lo flojo, el cielo y la tierra, la luz y la oscuridad, lo que se eleva y lo que cae. Alan Watts enseña que no se considera el arte de vivir como algo unido a yang y apartado de yin, sino como el equilibrio entre ambas polaridades, ya que obviamente no puede existir el uno sin el otro. La sabiduría china siempre ha respetado este trascendente equilibrio en el desequilibrio.

Para Oriente, no existe la posibilidad última de que un polo triunfe sobre el otro ya que los entienden como amantes en pugna más que como adversarios en lucha. Una expresión china común utilizada para referirse a la relación sexual es hua chen, combate florido, en el que desde ya ninguno de los dos integrantes quiere destruir al otro. Los filósofos de la escuela Yin-Yang (siglo III a.C.) consideraron lo positivo y lo negativo como aspectos del t’ai chi, la Gran Esencia. Es significativo que su emblema sea la doble hélice, que es al mismo tiempo el modelo de comunicación sexual y de la galaxia en espiral. Hay un elemento que es común a la exposición del I Ching y a la primera filosofía taoísta, que está representado por el reconocimiento de que los opuestos son interdependientes, contradictorios y polares, y que existe en nosotros los seres humanos algo —¿lo inconsciente?— que podría apelar a una sabiduría más elevada de la que puede ser resuelta por medio de la lógica formal. Es muy probable que un procedimiento similar sea el empleado en la interpretación psicoanalítica de los sueños.

En sintonía con lo anterior, D.T. Suzuki nos dice que también para el budismo zen el sho y el hen constituyen una dualidad como el yin y el yang de la filosofía china. Sho significa bueno, derecho, justo, equilibrado; y hen nos habla de parcial, unilateral, desviado, desequilibrado. Ambas ideas se unifican como una identidad viva de la contradicción. Sus equivalentes en castellano serían lo absoluto y lo relativo, lo infinito y lo finito, lo uno y lo múltiple, lo universal y lo singular, lo oscuro y la luz. Para el hombre dedicado al zen, es falso que el sho y el hen estén en oposición y que no puedan reconciliarse, pues en verdad el sho no puede ser el sho ni el hen puede ser el hen cada uno por sí. Si lo uno no está allí, no podemos siquiera hablar de lo múltiple. Sólo cuando reconocemos que la belleza es bella entendemos que la fealdad existe; ser y no ser se engendran mutuamente. Solemos creer que el silencio oriental está en contraste con la palabra occidental, sin comprender lo que quieren decir con su silencio: que no se opone al verbo sino que es el verbo mismo, pues para ellos es un silencio atronador.

¿Cuál es la utilidad de estas ideas vigentes en el Este y en el Oeste del mundo? Pues, la filosofía china entiende que uno y la naturaleza son el mismo proceso, es decir el Tao. Taoísmo es el modo en que el individuo coopera con el curso del mundo natural, reconciliando individualidad y sociabilidad, unidad y diversidad. Mi interior nace y se corresponde con lo que es exterior a mí y, aunque ambos difieran, no pueden verse disociados ya que la individualidad es inseparable de la comunidad. El mayor obstáculo para buscar la objetividad es nuestra presencia subjetiva. Existe un modo de sentir el devenir de la naturaleza distinto al de expresarlo con palabras; de allí que el idioma chino sea chocante y obligue a pensar. Su lenguaje ideográfico es más próximo a la naturaleza que uno estrictamente lineal y alfabético como el nuestro. Un proverbio chino dice que una figura equivale a mil palabras y que habitualmente es más fácil mostrar que decir. Wu-wei implica fluctuar con las experiencias tal como van y vienen: esto es el fluir con el momento, ya que no puede haber una experiencia si no es ahora.

Por su lado, el principio budista-hinduista del karma cree que todo lo que ocurre es nuestra propia acción y hacer. Todo el universo es una armonía o simbiosis de modelos que no pueden existir los unos sin los otros, considerándose la vida humana como un rasgo integrante del proceso global y no como algo ajeno y opuesto a él. Su filosofía consiste en seguir con inteligencia y habilidad el curso, la corriente, la textura del fenómeno natural. El organismo humano posee el mismo tipo de inteligencia innata que los ecosistemas de la naturaleza, por lo que la sabiduría de nuestros sentidos e impulsos debe observarse con paciencia y respeto. Un artista de la vida no necesita salirse de sí mismo; toda la capacidad, todos los implementos necesarios están dentro de él desde que nace. Samadhi quiere decir equilibrio, uniformidad, ecuanimidad o estado de tranquilidad. Aquí-ahora equivale al vacío y a la infinitud. El zen puede parecer ocasionalmente demasiado críptico y enigmático, pero es después de todo una disciplina y enseñanza simple: hacer el bien, evitar el mal y purificar el propio corazón.

Los psicólogos sociales, a partir de la dialéctica, también entendemos al sujeto no en un vínculo estático con su realidad social, sino en una relación antagónica, contradictoria y de evidente polaridad. Pensamos que las tramas vinculares están concebidas como campos de contradicciones fructíferas, las que conducen a la producción de un saber-hacer-aquí-y ahora individual y grupal. Nuestra disciplina es en verdad una filosofía de vida y una herramienta al servicio del desarrollo de las potencialidades humanas, poniendo el acento en la búsqueda hacia la afirmación y la expansión de nuestra condición de seres bio-psico-sociales. De la mano de la Gestalt —palabra de origen alemán que significa totalidad, estructura y configuración—, sostenemos que el crecimiento del sujeto es un proceso creativo y libre: se trata ni más ni menos que de dejarnos ser, pasando de un estar fijo y estereotipado a la infinita experiencia de la existencia. ¿Acaso no pueden las consideraciones antedichas aplicarse a todas las situaciones humanas, sean modernas o antiguas, occidentales u orientales, del Este o del Oeste?

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

071 - Algo Sobre Drogas, Pobreza y Niñez

(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Nro. 43 correspondiente a noviembre-diciembre de 2010; en Reflexiones sobre Educación con fecha 29/11/2010; en El Autoestima con fecha 24/4/2011; en Psicosocial Tesei Magazine - Nro. 2 de agosto de 2011 y en el Diario de Cultura y Educación de Rosario con fecha 30/3/2012)

ALGO SOBRE DROGAS, POBREZA Y NIÑEZ

En publicaciones anteriores venimos señalando que los chicos de la calle conforman un grupo socio-cultural caracterizado por el desamparo y la pobreza, que posee su propia lógica construida en la pelea por sobrevivir. Se trata de una batalla entre el "ser" y el "pertenecer"; pertenencia a otros grupos diferentes a su familia, muchas veces opuestos a ella, y en los cuales esos niños consiguen de algún modo y a su manera ser alguien. Por ende, estamos ante una cultura singular: la del niño callejero donde, por adjudicación o asunción de roles, surgen líderes que ofician de intérpretes entre sus códigos y los de la sociedad. En ellos la verbalización es prácticamente nula y la proyección hacia el futuro no existe. Lo primero es la subsistencia y por comer todo vale, siendo muy frecuente que el hambre excluya toda posible solidaridad.

Los pibes pobres de nuestro país conforman un grupo de alto riesgo en lo que a conductas adictivas se refiere. Tanto el consumo de alcohol y cigarrillos como drogarse con pegamentos y crack, es decir cocaína cortada con sal, vidrio molido de los tubos fluorescentes, lana de vidrio, etc.; van provocando gravísimas secuelas que tienen una acción depresora sobre el sistema nervioso central. A la vez que la droga produce una euforia inmediata con alucinaciones, sabemos que lamentablemente las neuronas afectadas de estos niños de corta edad ya no se regenerarán nunca más. Vemos a esos menores en situación de calle separados de sus grupos familiares y haciéndose cargo de ellos mismos, portadores de una infancia madurada antes de tiempo; decididos incluso a enfrentarse y vérselas con el mundo institucional que los rechaza.

Nótese que el aludido rechazo está en franca contradicción con lo normado por nuestra legislación nacional vigente, toda vez que la Ley Nro. 26.061 no sólo enfatiza el interés superior del niño sino que establece la responsabilidad ante ellos tanto de sus familias como también del Estado nacional, provincial y municipal, además de promover la activa participación de la comunidad toda. Las medidas de protección integral de niñas y niños procuran la promoción de redes intersectoriales, la participación activa de las organizaciones no gubernamentales y la gestión asociada de los órganos de gobierno con la sociedad civil. En síntesis, queda más que claro que la problemática que une a la niñez con las drogas y la pobreza es de todos, por lo que no tendría que existir evitación al respecto.

Toda ley supone un límite; y desde el derecho y el psicoanálisis decimos que es función de la ley paterna operar como límite de lo posible. Pero si tenemos en consideración que la función paterna es representativa y metafórica, puede ser encarnada por otra instancia distinta al padre real. J. Manuel Rubio nos dice que la intervención de una instancia judicial puede instaurar algo que permita marcar un orden para el chico, en su doble acepción: orden en tanto que delimita derechos y deberes, pero también orden en cuanto marca los márgenes en que se puede mover. Y nosotros agregamos que esa vital función también puede ser llevada adelante por profesionales que operen desde la comunidad, integrando organizaciones no gubernamentales o todo tipo de entidad —pública o privada— dedicada a tan noble y delicada labor.

Las drogas pueden aparecer como una manera fallida de los chicos en su intento de articularse con la Ley o, incluso, pueden leerse como el propósito de agujerear al Otro en lo real. Lo que ellos no logran advertir es el gravísimo daño que implica para su salud psicofísica y la discapacidad sobreviniente ante tal proceder. Con Jean Allouch afirmamos que la cultura del cuidado de sí consiste también en el descubrimiento del alma como principio espiritual en el seno de estos pibes. Con la cooperación y el consenso de organismos gubernamentales y no gubernamentales, especialistas de distintas áreas podremos colaborar para que encuentren una nueva manera de estar con ellos mismos y de convivir con los demás. Ante tanta deprivación, abrir nuestros corazones para conectarnos francamente con ellos en una especie de parrhesía.

Junto a Mario Benedetti nos preguntamos qué les queda por probar en este mundo de ruina y de rutina, de humo y de consumo. Entendemos que en vez de culpabilizar a las víctimas hay que abrir un amplio campo de trabajo multidisciplinario respecto de los niños pobres, que hoy constituyen un importante grupo de riesgo en lo que a conductas adictivas se refiere. Las autoridades públicas y los ciudadanos particulares debemos brindar prevención y no represión a esos pibes —hijos de la pobreza— que consumen drogas. Es notorio el crecimiento de las estadísticas de ingesta y muerte temprana, como así también la extrema vulnerabilidad que los pibes diariamente experimentan. La droga es desolación, pues la vida propia y ajena dejan de tener sentido; siendo el pibe pobre y adicto, además, un suicida espiritual.

Para la filosofía, la idea de espiritualidad designa los modos de ser que trascienden lo vital. La palabra espíritu significa aire y, al igual que el alma, el espíritu es un concepto que utiliza el aire como metáfora. El espíritu toma su nombre prestado del soplo de viento. En términos de René Spitz, pensamos que los graves trastornos de estos chicos se vinculan con sus carencias tempranas, pues no son ni más ni menos que huérfanos de amor. La ardua y paciente tarea será la de trabajar con estos niños —solos o en pequeños grupos— basados en un modelo restaurativo que ponga el acento en la responsabilidad de todos los actores implicados en el fenómeno de las drogas en niños carenciados. La reparación es el valor esencial a tener en cuenta, en vez de la justificación del castigo en razón de alguna hipotética justicia.

Hablamos de psicoanálisis y ley como un modo de saber, y de la espiritualidad como condición de acceso a la verdad. Michel Foucault hace referencia al spicanálisis, suprimiendo el “psi” para reemplazarlo por el “spi” de espiritual (spiritual). Y denomina espiritualidad a la búsqueda y la práctica por las cuales el sujeto puede efectuar en sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la veracidad de su historia. Ludwig Wittgenstein fue también fundador de un linaje espiritual. Pues, creemos que al comprometernos desde el espíritu y la emoción con nuestros niños pobres y adictos a las drogas, podremos ayudar en materia de prevención y de asistencia, procurando facilitar la rehabilitación de nuestra niñez. Rehabilitarse es volver a habilitarse, a ser hábil, especialmente a partir del propio accionar.

Otra trascendente labor a realizar por quienes operen en este ámbito es recabar toda la información posible en cuanto a la problemática del uso indebido de drogas, como así también aportar estos datos al Observatorio Argentino de Drogas para una adecuada planificación y puesta en marcha de específicas acciones en este campo. A su vez, la recolección, coordinación y análisis de esa información debe ponerse a disposición de las entidades y de los profesionales que trabajan en el área de drogas, pobreza y niñez. Creemos que para lograr una eficaz reducción de la demanda de estupefacientes, además de las tareas preventivas y de asistencia como estrategia fundamental, tal observatorio tendría que ser un instrumento eficaz en lo que hace a un plan federal de prevención integral de la drogadicción en nuestro país.

Concluimos estas breves ideas sintetizando que para la recuperación de estos chicos son necesarios la ley que ordena, la escucha profesional atenta, el compromiso emocional y algo que los saque del flagelo de la acedia, de la apatía existencial y espiritual. Jacques Lacan pensaba el psicoanálisis como una cierta dirección espiritual, y es precisamente la espiritualidad lo que constituye el suelo común entre él y Martin Heidegger. La orfandad y la carencia de amor hacen al niño pobre dependiente en exceso, tanto de los otros como de las circunstancias, y la adicción se les vuelve ingobernable. El grado de desvalorización de ellos mismos es casi total, por lo que tendremos que esforzarnos para que en nuestros pibes puedan nacer ideales y metas a alcanzar… y que un futuro mejor logre aparecer en sus espíritus y en sus corazones.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

domingo, 10 de octubre de 2010

070 - Algunas Ideas y Aportes Psicosociales (Parte Final)

(Publicado en El Semejante - Año 10 Nro. 70 de octubre de 2010)

ALGUNAS IDEAS Y APORTES PSICOSOCIALES (Parte III)

Esta es la parte final de los textos incluidos en dos ediciones anteriores del periódico El Semejante (Nros. 67 y 69 del corriente año), en las cuales me propuse hacer un repaso de diversos artículos y notas de mi autoría publicados en los últimos años. Dicha tarea me llevó a extraer los siguientes conceptos relativos al quehacer psicosocial, los que a continuación transcribo al modo de cosas dichas y escritas sobre la temática referenciada. Reitero que, en algunos casos, realicé pequeñas modificaciones que entiendo son convenientes en función del formato aquí presentado. Y la propuesta sigue siendo apostar por una Psicología Social cada vez más fortalecida a lo largo y ancho de nuestro territorio.

* El psicólogo social como agente de cambio (2005) El entrenamiento como agentes de cambio nos habilita para actuar en cualquier ámbito donde se produzcan procesos de interacción humana, a saber: el ámbito grupal, el institucional y el comunitario. Hablamos de la apropiación de la realidad para modificarla, para ir adquiriendo un nuevo estilo de vida. Así, ayudamos a promover el protagonismo de los grupos, a los fines de que sus integrantes logren descubrir que se puede recuperar la libertad de resolver junto con otros las problemáticas comunes. En síntesis, instrumentar la producción grupal como herramienta esencial de transformación recíproca para así tornar cada vez más fecunda nuestra práctica, como profesión autónoma y como disciplina científica.

* Vida cotidiana y psicología social (2008) Desde nuestra profesión, sostenemos que se trata de dilucidar los prejuicios y preconceptos en los que el sujeto está sumido y, por qué no, también atrapado, alienado. No se puede aprender (ni aprehender) si cada uno permanece cerrado y rígido en su propio círculo de opiniones. Comprender y comprenderse incluye un nutrirse de lo extraño. El entendimiento de una situación cualquiera de nuestra cotidianeidad es dejarse decir algo distinto por ella. De allí que la óptica de la psicología social consista en hacerse cargo de las propias anticipaciones estereotipadas, como la única manera de que otro sentido pueda advenir en lo cotidiano. Nuestra mirada apunta a que, quienes tengan un para qué, logren más fácil encontrar el cómo.

* Leyes de la dialéctica en nuestra psicología social (2007) Toda vez que los problemas a abordar por los psicólogos sociales están referidos a circunstancias concretas y a hechos específicos, sostenemos que éstos no están conformados sino de artificios. Dice el diccionario que artífice es la persona que tiene arte para conseguir lo que desea. Pues, entonces, deberemos trabajar en nuestra profesión también como artificieros, procurando inventar un saber-hacer-aquí-y-ahora ante cada conflicto. Sin olvidar que siempre partimos de un defecto o carencia en el ser, de una desarmonía entre el pensamiento y el mundo. Y entendiendo que todo invento, in-venire, es hallazgo… es encuentro de lo real.

* Otros aspectos profesionales en psicología social (2005) Adherimos a la posición de Edwin P. Holander y R. G. Hunt, psicólogos sociales que —junto al maestro Enrique Pichon-Rivière— han considerado a nuestra disciplina como una ciencia independiente; circunstancia que no debe confundirse con la idea de aislamiento. Se trata lisa y llanamente de la coexistencia con otros cuerpos doctrinarios que estudian la complejidad del sujeto humano desde distintas perspectivas, contando cada disciplina con la originalidad dada por un objeto de estudio propio. Para nosotros, el psicólogo social es un verdadero artesano; su profesión es un oficio que se hace haciendo.

* Dialéctica y psicología social (2007) La psicología social propone la aceptación de las diferencias. Pues, entonces, hagamos que la operatividad psicosocial se apoye de manera permanente en un verdadero oficio de alterizadores, esforzándonos siempre en refinar nuestra sensibilidad a las diferencias e incrementando la tolerancia a los otros, a todos y cada uno de nuestros semejantes. Tal vez el objetivo final de esta profesión sea simplemente hacer de lo psicosocial no sólo una corriente de pensamiento, sino además un estilo de vida y de acción... sencillamente un modo de ser.

* Solidaridad y copensamiento (2006) Como co-pensor (co-pensar con otros), el psicólogo social es un colaborador para la estructuración de dispositivos analizadores colectivos. Sabemos que los profesionales de la psicología social no educamos, ni curamos ni gobernamos. Por eso, es importante hablar de alfabetizar-nos para la solidaridad, siendo la gran tarea educar-nos no solamente informando sino formando habilidades sociales. La tensión solidario/solitario habita fuertemente dentro mío, y como operador psicosocial podré trabajar para el cambio al cambiar-me, para alfabetizar al alfabetizar-me, para co-pensar con otros al copensar-me, incluso con aquellos que me habitan, con los yoes que me yoan que alguna vez tan bien describió el poeta y escritor Oliverio Girondo.

* Vida cotidiana y psicología social (2008) En lo que hace al movimiento de lo que podemos denominar nuestro propio desconocimiento, cabe señalar que los diálogos platónicos resultan claramente ejemplares, pues con ellos hemos aprendido que no es a los otros, sino a “lo otro” de uno mismo, a quien cuestionamos a través de los demás. Nuestra mirada psicosocial nos aporta dos ejes claros de comprensión: uno, mostrándonos que somos profundamente extraños para nosotros mismos; y el otro, que el modo de comprender nuestro estar en el presente depende de la forma de recibir y cuestionar la tradición de la que somos parte. Siempre será importante cómo recepcionemos lo imprevisible, lo inhabitual o el contratiempo en aquello que cotidianamente nos acaece.

* ¿Esperanza activa e ilusión pasiva? (2007) La esperanza activa es un elemento decisivo para cualquier intento de realizar cambios, tanto personales como sociales. Es una forma de ser, una disposición interna, un intenso estar listos para actuar. Un activar-activándose que se relaciona con el concepto de activeness. El polo opuesto es la ilusión pasiva en tanto va en busca de una vida harto tranquila, que no procura satisfacer las necesidades que pulsan con insistencia desde nuestra interioridad, sino adecuarse acríticamente a los mandatos sociales. Sería algo así como una pasividad-pasivizándose, vinculada a la idea de pasiveness. Apostemos, como agentes de cambio, a poder erigirnos en verdaderos activistas de lo esperanzado, trabajando dialécticamente tales tensiones contradictorias, para así lograr las mejores síntesis desde ya siempre provisionales, relativamente satisfactorias y de equilibrio inestable.

* Sobre la experiencia de ser: deseo y consumismo (2001) Hay quienes afirman que aquello que diferencia la suerte de los mortales se reduce a estas dos condiciones fundamentales: a) lo que uno es: así pues, la personalidad en su sentido más lato; b) lo que uno tiene: así pues, la propiedad y el haber en todas sus clases. Si bien debería resultar fácil advertir que nuestra felicidad depende claramente de lo que somos (de nuestra individualidad), es muy frecuente que hagamos hincapié en lo que tenemos o lo que representamos. Considerando estos dos modos de vivir, Sócrates dijo irónicamente al ver algunos objetos de lujo expuestos para la venta en una de las paquetas tiendas de su época: “¡Cuántas cosas hay aquí que yo no necesito!”

* Psicología social y solidaridad (2006)
La solidaridad se emparenta con el genuino interés por otras personas, con la idea de ayuda, de cooperación, de complementariedad. Muchos nos enrolamos en la creencia de que no hay solidaridad sino práctica solidaria; algo así como que la solidaridad se hace. Los profesionales de la psicología social también podemos hablar de solidar, es decir, afirmar algo con sólidas razones...o consolidar. ¿Acaso no se podrá solidar lo solidario? O incluso nos animamos a decir solidificar, haciendo así alusión al natural pasaje de un estado a otro. Siguiendo con este juego de palabras, más de una vez me he interrogado si entre lo solidario y lo solitario no habrá alguna clave para pensar lo atinente a nuestro campo de acción, el de los psicólogos sociales como agentes del cambio planificado.

* Humanismo y psicología social (2008) De todo lo antedicho se desprende que sostenemos una psicología social que piensa la humanidad de la persona desde su proximidad al ser, convertida en un humanismo en el que lo que está en juego es la esencia singular e histórica del hombre. Aunque también sabemos que esa proximidad es lo que más lejos le queda al individuo, ya que el sujeto que abordamos es el que resulta comprometido con las palabras del Otro que lo han fundado en su singularidad. La trama del lenguaje nos espera antes de nacer, al igual que el deseo de los padres siempre resulta convocado. Es recién a partir de aquí que el humano puede ser voluntad y producirse a sí mismo eligiéndose. Por eso, el operador psicosocial trabaja teniendo en cuenta al hombre en situación dentro de su complejo y variado mundo de relaciones.

RONALDO WRIGHT
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martes, 14 de septiembre de 2010

069 - Algunas Ideas y Aportes Psicosociales (Segunda Parte)

(Publicado en El Semejante — Año 10 Nro. 69 de septiembre de 2010 y en A.P.S.R.A. - Asuntos Legales con fecha 13/10/2016)

ALGUNAS IDEAS Y APORTES PSICOSOCIALES (Parte II)

Esta es la continuación del texto incluido en una anterior edición del periódico El Semejante (Nro. 67 del mes de julio del corriente año), en el cual me propuse hacer un repaso de diversos artículos y notas de mi autoría publicados en los últimos años. Dicha tarea me llevó a extraer los siguientes conceptos relativos al quehacer psicosocial, los que a continuación transcribo al modo de cosas dichas y escritas sobre la temática referenciada. Reitero que, en algunos casos, realicé pequeñas modificaciones que entiendo son convenientes en función del formato aquí presentado. Y la propuesta sigue siendo apostar por una Psicología Social cada vez más fortalecida a lo largo y ancho de nuestro territorio.

* Psicología social: la palabra en los grupos (2008) Enrique Pichon-Rivière expresó alguna vez que, ya desde la infancia, su pretensión era saber qué hay detrás de lo dicho. Tempranamente había advertido que las palabras, en-lo-que-se dice, en-lo-que-se escucha, avanzan a través de una espesa selva entre lo manifiesto y lo latente. Así, en toda intervención psicosocial, cortando el sentido, las palabras se abren a la polisemia con nuevos significados para un mismo significante. Ello debido a la multivocidad de los vocablos; originando los intercambios de discursos co(n)fusiones inevitables. Toda experiencia no es solamente lo vivido, sino la reflexión y el sentir que de eso vivido nos hace letra. Leemos lo que se dice como si estuviera escrito sobre el paño de una bandera flameando: de tal modo que un integrante grupal podrá ver algunas letras mientras que los demás, según ese movimiento ondulante, leerán otras palabras muy distintas comparándolas entre sí. Lo que cada uno expresa se termina de decir, no de modo idéntico, en las orejas del resto de los otros miembros y conforme a sus propias historias singulares.

* Teoría de las tres “D” en psicología social (2006) En nuestra disciplina, las nociones de vínculo y de rol son dos términos fundamentales que se entremezclan constantemente. El operador psicosocial debe estudiar la estructura de los vínculos como así también los diferentes roles —que se depositan, se transfieren, se adjudican y se asumen— en las situaciones grupales en particular. En la idea de trama vincular se incluye el rol. Los psicólogos sociales procuraremos ser artificieros en el ejercicio de nuestra profesión, al decir de Michel Foucault; o sea, intentando fabricar algo (arte-facto) que sirva para el más armónico funcionamiento de los grupos como así de todos y cada uno de sus integrantes.

* Contradicciones grupales y psicología social (2007) Cuando operamos en el terreno de lo grupal y sus contradicciones, la posición del coordinador psicosocial oscilará entre una ataraxia no respondiente y una cálida sensibilidad, en pos de cohesionar eso de lo heterogéneo que hallamos en el pensar, en el sentir y en el hacer de cada integrante. Una contradicción nunca va “en contra” de una coherencia. Podríamos resumir las cualidades del coordinador con estas palabras: arte, ciencia y paciencia. Desde nuestro lugar de co-pensores y agentes del cambio social planificado, estamos acostumbrados a trabajar con lo opuesto, con lo distinto, con lo diferente… afortunadamente!!! Sólo los peces muertos nadan con la corriente.

* Rol coordinador y enseñanza de psicología social (2007) Aprender a coordinar es también insistir en la incansable tarea de inventar un territorio propicio para el diálogo. En tanto se cumple este objetivo, la red comunicacional es constantemente reajustada y solamente así es posible reelaborar un pensamiento capaz del diálogo y enfrentar los cambios. Toda comunicación grupal es discontinua por naturaleza. Entendemos que no basta la presencia del otro para que haya diálogo, pues suele haber en los grupos integrantes que sostienen un ininterrumpido monólogo. Cuando la propia voz se pierde en relatos que se bifurcan y multiplican —hasta que vuelve desde afuera, como una voz extraña— recién ahí podemos intuir que se está logrando una interacción. Las operaciones de la coordinación tenderán a ensanchar el sentido de las narraciones grupales. Así, al descubrir otras modalidades vinculares se encuentra no sólo una salida, sino también la lucha por salir. Sin ese riesgo no hay apuesta, pues entendemos que arriesgarse es perderse un poco… y no arriesgar es perderlo todo.

* Algo más sobre coordinación grupal y psicología social (2007) Cuando hablamos de estilos de coordinación hacemos referencia a los distintos modos, formas y maneras de hacerlo. Nótese que la expresión proviene del latín stilus: punzón con el cual los antiguos escribían en sus tablas enceradas. Por ende, tendremos estilos directos e indirectos, emotivos y valorativos, dialógicos y monológicos. Así, encontraremos modos de coordinar más intelectualizados (que priorizan los aspectos cognitivos y racionales), más vivenciados (que destacan las estructuras afectivas) y más actuados (que enfatizan las estructuras de acción). Vemos estilos más protectores y otros más acompañantes; coordinaciones informadoras y otras formadoras de aptitudes. Los aludidos estares y estilos de coordinación se entrecruzan permanentemente en los procesos grupales. Es la pericia del coordinador la que le permite instalarse de modo variable ante el grupo; por lo que estar debidamente pertrechados para esa aventura será lo esencial. El operador psicosocial se hace responsable de las consecuencias de su intervención, entendiendo a ésta como un instrumento valioso en relación al ajuste de su estrategia. Ello entraña una ética de la responsabilidad.

* Psicología social y ECRO (2006) Cabe puntualizar que el principal rasgo del ECRO pichoneano es su carácter operativo. Entendemos que toda indagación va acompañada de una operación; es decir, no hay indagación “pura”, inocua; sino que lo es “para” algo o direccionada hacia fines específicos y puntuales. Nuestro esquema conceptual es concebido como una producción planificada de cambio en relación al logro de los objetivos previamente propuestos. Como operadores psicosociales no aspiramos a una simple observación excelsa de la realidad, pues tendemos a que nuestras interpretaciones se adecuen a esa realidad en términos de operación. Lo importante es la realimentación continua de la teoría a través de su confrontación con la práctica. Y a la vez solemos decir que nada hay más práctico que una buena teoría.

* Algo más sobre vínculos y psicología social (2006) Mediante esos instrumentos y herramientas (ámbitos psicosocial, sociodinámico e institucional), los operadores psicosociales podemos obtener una variada información que nos acerca hacia una mejor comprensión de lo que sucede dentro de un sujeto y su grupo de pertenencia. De tal modo se despliega una psicología social operativa —teñida de una posible y deseable objetividad creciente— en la medida en que el individuo “es” la estructura vincular de la cual emerge. El otro siempre cuenta como modelo, como objeto, como auxiliar o como rival, enseñó el padre del psicoanálisis ya hace un siglo. Individuo y medio están en permanente interacción. En nuestros vínculos está implicado todo y complicado todo.

* Psicología social: el deseo en los grupos (2009) Creemos que quien haya participado activamente de un Grupo Operativo ya no volverá a ser el mismo, pues habrá adquirido una nueva posición subjetiva, una subjetividad distinta y remozada ante sí y ante su circunstancia toda. También en lo grupal los deseos se lanzan con un ímpetu que no conoce límites, evidenciándose la íntima correlación que existe entre el deseo y la verdad; esa verdad que al sujeto tanto le cuesta reconocer. Nos referimos específicamente al curioso encanto que consiste en conocer grupalmente la intolerable verdad del deseo, que insiste en no dejar de fascinar y de atemorizar a los seres humanos. Pensamos que todo grupo “grupea”, verbo que no hace otra cosa que dotar de movimiento y vitalidad al sustantivo. Grupear dice de un surgimiento continuo y permanente. Desear es tener ganas y, por eso, nos aproxima grandemente a una acción creativa y creadora. En esa esencia enigmática que es el ser humano también sucede lo psicosocial, donde la pregunta sigue siendo por el deseo. Cada encuentro grupal es una puntual puesta a prueba del deseo: se erige en una nueva oportunidad para la oportunidad de algo nuevo.

* Psicología social y miedos básicos (2006) Si partimos del concepto de que todo deseo lo es de dificultad, de intranquilidad, pues como agentes de cambio podremos ayudar a las personas y a los grupos a convertir esos temores básicos universales (a la pérdida de lo viejo conocido y al ataque de lo nuevo por conocer) en simples miedos o ansiedades estimulantes, dejando atrás toda paralización de las potencialidades del ser humano. Al incorporar el devenir como dimensión temporal, abordando al individuo en sus condiciones concretas de existencia, se perfecciona así la idea que sostiene que el hombre en situación es una estructura estructurándose, una figura configurándose continuamente, una totalidad totalizante. Ante la resistencia al cambio ofrezcamos un proyecto superador e innovador a nuestros consultantes.

* Resistencia al cambio y procrastinación (2008) Una situación íntimamente ligada a la aludida resistencia al cambio es la llamada procrastinación, entendida como la acción de postergar actividades o asuntos que el sujeto debe atender. Proviene del latín: pro (adelante) y crastinus (relacionado con el mañana). La noción se aplica generalmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto o situación que se procrastina suele ser percibido por el individuo como desafiante, inquietante, peligroso, abrumador e, incluso, como tedioso, aburrido o estresante. Y tal estrés (epidemia de nuestros días) puede ser tanto físico, como psicológico o intelectual. La permanente adaptación activa a la realidad implica combatir la cándida aceptación acrítica de las normas y de los valores que nos aprisionan. Superar la idea de "lo dejo para mañana, total tengo tiempo", propia de la llamada maldición de procrastinar. De tal modo, el ser humano logrará ser siempre un puente y no un fin… ¡una ruta hacia nuevas auroras!

* Enseñaje y psicología social (2009) Desde la visión problematizadora del enseñaje se busca un sujeto cognoscente, deseante y productor que deje de lado una mirada ingenua de lo real. Se afirma la dialogicidad, en un proceso donde educador y educando crecen juntos insertándose críticamente en la realidad. Todos sabemos algo que los otros desconocen, por lo que en el ámbito psicosocial el diálogo grupal se impone como el camino mediante el cual las personas ganan significación en cuanto tales. Se trata de decir la verdad como actividad específica y concreta: una especie de parrhesía o hablar francamente. Etimológicamente pan: todo, y rhema: lo que se dice; es algo así como la apertura del corazón. Sostenemos que es esencial dejar que, en lo grupal, se despliegue espontáneamente el hilo y el flujo de las representaciones, pero con el fin de poder adueñarse de ellas.

* Psicología social y educación (2009) Para finalizar, lo educativo dialógico incluye la esperanza, que está en la raíz de la inconclusión de todo ser humano. Junto a la idea de educar incluimos la de "educir", entendida ésta como deducir, sacar una cosa de otra. Es fundamental escuchar la insistencia del sujeto por hacerse oír, al cual no debemos nunca desalentar sino acompañarlo en el encuentro con sus saberes, de acuerdo a sus propias inquietudes, intereses y necesidades. En este tiempo en que nuestra civilización ya no cree en los grandes ideales, esta descreencia nos exige proponer nuevos modos de apropiación de la realidad: una adaptación activa que nos permita transformarla y a la vez transformarnos. Tener en cuenta a cada hombre en situación interactuando con los otros, pues de allí surgirá nada menos que esa pedagogía de la problematización que propiciamos.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

jueves, 9 de septiembre de 2010

068 - Reglamentación de la Ley Psicosocial Mendocina

(Publicado en Psicología Social para Todos: tierra y escritura del hacer, sentir y pensar — Año 2 Nro. 22 de septiembre de 2010 y en A.P.S.R.A. - Asuntos Legales con fecha 4/11/2016)

REGLAMENTACION DE LA LEY PSICOSOCIAL MENDOCINA

En la edición del mes de septiembre de 2009 se incluyó una nota titulada “La Psicología Social Mendocina tiene su Ley”, en la cual destacábamos la reciente sanción de la Ley Nro. 8077 sobre el ejercicio profesional de los Técnicos Superiores en Operaciones Psicosociales, cuyo registro quedaba a cargo del Ministerio de Desarrollo Humano, Familia y Comunidad. Con fecha 10/6/2010 el Decreto Nro. 1191 reglamentó dicha norma, disponiendo que ese ministerio sea el organismo que ejerza el gobierno de la matrícula de nuestra actividad.

Completamos ahora aquella publicación, manifestando que la matrícula para el ejercicio profesional puede gestionarse —de 9:00 a 15:00 horas de lunes a viernes— ante la Oficina de Matriculaciones, que depende de la Jefatura de Gabinete del área ministerial citada más arriba. Toda información relativa al respectivo trámite de matriculación debe recabarse en la calle Agustín Delgado Nro. 218 de la ciudad de Mendoza (TE: 428 4647). Los operadores psicosociales, por su parte, tienen que cumplimentar una serie de requisitos que se indican a continuación.

Cada profesional contará con un legajo personal con su firma registrada, a cuyo efecto es necesario completar una solicitud de inscripción presentando el título original, con una copia debidamente legalizada por la autoridad competente. Además, se debe presentar el documento de identidad original y una copia certificada por la Oficina de Matriculaciones; y acompañar dos fotos carnet de frente y a color. Entendemos que similar trámite corresponde también para aquellos profesionales que posean títulos equivalentes otorgados en otras provincias.

Los profesionales extranjeros autorizados a ejercer la psicología social, es decir, que tengan título proveniente de entidades extranjeras revalidado en nuestro país, además de los requisitos precitados deben acompañar el respectivo contrato con fines de investigación, docencia y asesoramiento, o la solicitud de consulta para asuntos de su especialidad. Recordemos que esta habilitación provincial no los autoriza para el ejercicio profesional independiente, debiendo limitarse a la actividad específica y puntual para la que han sido requeridos.

Una vez cumplimentados tales recaudos, la Oficina de Matriculaciones adjudicará un número de matrícula y otorgará la credencial habilitante. Además, el decreto reglamentario ha dispuesto la obligatoriedad de efectuar la matriculación de todos los operadores psicosociales en un plazo no mayor de un año. Cabe destacar que se puede obtener más y mejor información en la sede de la Asociación de Trabajadores en Psicología Social (AdeTePS), que agrupa a nuestro colectivo provincial en sus oficinas de la calle Las Heras 682 – Local Nro. 19 de la ciudad.

Desde aquí queremos felicitar a todos los psicólogos sociales de la provincia de Mendoza por la incesante tarea llevada a cabo, en pos de un hito más en el reconocimiento de nuestra disciplina y de nuestro ejercicio profesional. Celebramos, entonces, esta nueva conquista legal pues, desde este remozado y fortalecido posicionamiento institucional, la demanda de profesionales dedicados a esta noble y comprometida actividad se verá incrementada en diversas agrupaciones y organizaciones de la comunidad cuyana. Un fuerte abrazo a todos!!!

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

lunes, 19 de julio de 2010

067 - La Adolescencia en los Tiempos de la Fluidez

(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Nro. 41 correspondiente a julio-agosto de 2010; en Centro de Estudios Sociales Argentino con fecha 21/7/2010; en El Otro Psi - Año XVI Nro. 169 de septiembre de 2010 y en Reflexiones sobre Educación con fecha 1/9/2010)

LA ADOLESCENCIA EN LOS TIEMPOS DE LA FLUIDEZ

La adolescencia (ad-dolescere, dolere) es un tiempo de fragilidad subjetiva, toda vez que el joven se está transformando, está dejando de ser un chico para atravesar duelos constantes referidos a la pérdida de su cuerpo infantil y a la declinación de sus padres ideales. Sabemos que la estructuración del joven es efecto no sólo de herencias filogenéticas, sino también de acontecimientos ontogenéticos y de las respuestas consecuentes advenidas de ese hablante ser en plena formación. La subjetividad es un modo de pensar, de sentir y de hacer en el mundo; por lo que la subjetividad adolescente es también un modo de hacer con lo real, es un conjunto de operaciones realizadas, repetidas, creadas e inventadas. El interrogante es si, en estos tiempos fluidos posmodernos, no se encuentran agotados los paradigmas mediante los cuales construimos, durante casi un siglo, los fenómenos de producción y significación de tipos subjetivos.

Según Zygmunt Bauman, la vida líquida es un inventario de comportamientos de la sociedad actual donde las reglas cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en hábitos determinados. Tal idea de lo líquido se refiere a lo fluido, a lo no sólido, a lo no fijo. Por ende, las identidades de nuestros pibes son móviles y la convivencia entre ellos no es hoy un escenario propicio para el diálogo. Parece que el diálogo de antaño ha sido reemplazado por la polémica y por la propaganda, que son en verdad dos especies de monólogo. No es fácil hoy encontrar ideales que orienten ni elevados valores que se transmitan, que persistan en el tiempo y que conserven su forma. La metáfora de la fluidez explica que todo se transforma constantemente, se desplaza con facilidad e, incluso, puede desbordarse. El concepto de desborde va muy de la mano con los múltiples territorios que habitan nuestros adolescentes, tanto en lo individual como en lo comunitario.

Creemos que las funciones paterna, materna y docente se han debilitado en estos días de hipermodernidad, de modernidad tardía. Otro tanto puede decirse respecto de las autoridades llamadas a conducir los destinos de todos y, a la vez, responsables de llevar a cabo las políticas públicas en la materia. El Estado ya no provee sentido ni consistencia ética integral a las demás instituciones primarias e intermedias, tales como la familia, la escuela, el trabajo, la universidad y las distintas organizaciones sociales y culturales. Nuestros jóvenes ya no encuentran parámetros estables en esta época de valores volátiles, donde las identidades son móviles y los modos de vinculación suelen ser meros espacios de exclusión cada vez más indiferentes. Sin paternidad estatal ni fraternidad institucional queda sólo la pura actualidad del ahora, quedando el camino libre tanto para las prácticas mediáticas como para las frías reglas del mercado y del consumo.

En la cultura de la fluidez y de la hibridación total, muchos pibes sienten que todo es transitorio y que se ha institucionalizado la incertidumbre. La endeble imagen del consumidor ha dado por tierra con la del habitante-ciudadano, aquel que podía elevarse hacia ideales más definidos y vincularse a una mayor parte de humanidad. La subjetividad dominante no es institucional, sino que emana de los grandes medios de comunicación que venden a precio vil la efímera figura del famoso. Los variopintos personajes televisivos que pululan a diario por la pantalla chica —hoy también mediana y grande— han logrado su “fama” por el simple hecho de ser famosos… ¡y nada más! Entendemos que los jóvenes necesitan otra cosa, algo más sólido: como ser marcos de referencia estables y, por qué no, también un poco de orden y seguridad. Es imprescindible crearles mayores y mejores espacios de autonomía que les permitan hacerse dueños de sus propios destinos.

Es sabido que no hay recetas fáciles ni cómodas. En la era de la fluidez, usando la terminología de Ignacio Lewkowicz, los jóvenes sufren por dispersión y aburrimiento. La experiencia del tedio y de la superfluidad no les deja huella duradera, no traza, no conecta. Ya nos hemos referido en alguna otra oportunidad al malestar del kakón adolescente, expresión utilizada para designar una ausencia de sentido existencial y una fuerte tendencia a la inercia de la pulsión de destrucción en pibes abandonados por los Otros. Por su lado, nuestro modelo socio-económico regresivo y distorsionado no deja de generar una multitud de adolescentes en grave situación de riesgo. No es menor ni casual el señalamiento que hace el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), cuando sostiene que América Latina es una región donde la mayoría de los pobres son jóvenes y niños, y la mayoría de los jóvenes y niños son pobres.

Desde el terreno social, es fundamental asumir el rol de verdaderos agentes de un proceso de cambio planificado, contribuyendo a desarrollar una conciencia crítica y un proyecto histórico alternativo. Tal transformación debe estar acompañada de la producción de un nuevo saber, fomentando la creación de redes multidisciplinarias y apostando al fortalecimiento de las mismas. Afortunadamente, ya son muchas las organizaciones no gubernamentales que están en plena campaña de atención de chicos desconocidos, vulnerados y abandonados para brindarles un futuro de vida. No sólo trabajan con los jóvenes, sino también las estrategias están dirigidas al fortalecimiento familiar y con la convicción de que es necesario reflexionar acerca de las prácticas para una mejor elaboración de respuestas éticas institucionales. Otro tanto ocurre con la confección de estadísticas de evaluación y monitoreo para esta delicada y trascendente realidad.

Desde el campo de lo jurídico, la actual ley de protección integral de sus derechos ha terminado con casi cien años de un arcaico régimen de tutelaje y judicialización de nuestros jóvenes. Al menos desde lo legal, hoy se contempla a la niñez y a la adolescencia como una verdadera prioridad estratégica ineludible en el ámbito de nuestra comunidad y de cara al recién iniciado siglo XXI. De allí que los chicos sean considerados sujetos activos y plenos de derechos, dada su condición de personas en desarrollo. Los aludidos derechos y garantías —todos de orden público y de carácter irrenunciable— son, entre otros: el derecho a la vida, a la dignidad e integridad personal (física, sexual, psíquica y moral), a la identidad, a la libertad, a la igualdad y a la no discriminación, a la vida privada e intimidad familiar, a la salud, a la educación, a la libre asociación, al trabajo adolescente, a la seguridad social, al medio ambiente, al deporte y al juego creativo.

Los ejes que conforman las diversas medidas de protección integral pueden sintetizarse del siguiente modo: fortalecimiento del rol de la familia; descentralización de los organismos de aplicación; gestión asociada de los órganos de gobierno con la sociedad civil; promoción de redes intersectoriales; y constitución de organizaciones en pos de la defensa y la protección de los derechos de la de la juventud y de la niñez. Además, hacemos puntual referencia a la responsabilidad gubernamental, a la responsabilidad familiar y a la ineludible participación comunitaria necesaria si se pretende lograr la tutela de todos y cada uno de los derechos y de las garantías protegidas. Habremos de ir en procura de un nuevo paradigma, con fundamento en una ética humanista que termine con este desgarramiento producido por tanta posmodernidad líquida y fluida. Decimos, entonces, que la verdadera generosidad con el futuro consiste en dar todo en el presente.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

jueves, 15 de julio de 2010

066 - Algunas Ideas y Aportes Psicosociales

(Publicado en El Semejante — Año 10 Nro. 67 de julio de 2010; en A.P.S.R.A. - Contenidos Teóricos con fecha 11/4/2015 y en A.P.S.R.A. - Experiencias Psicosociales con fecha 5/2/2016)

ALGUNAS IDEAS Y APORTES PSICOSOCIALES

A partir de la relectura de las distintas ediciones del periódico El Semejante, en el cual vengo publicando artículos de mi autoría desde hace muchos años, tomé la decisión de hacer un repaso de mis notas y, dicha tarea, me llevó a extraer los siguientes conceptos relativos al quehacer psicosocial, los que a continuación detallo al modo de cosas dichas y escritas sobre la temática. En algunos casos realicé pequeñas modificaciones que creo pertinentes en función del formato que aquí presento. Además, quiero agradecer al director propietario Ernesto “Tito” Bronstain por todos estos años —casi una década— de amistad y de trabajo conjunto en el territorio de nuestra Psicología Social Argentina.

* Resonancias y ecos en el Palacio San Miguel (2007) Muchos sostienen que Enrique Pichon-Rivière era un maestro Zen, pues nunca contestaba de modo directo las preguntas que se le formulaban, sino que lo hacía en forma de clave. Obligaba a su interlocutor a conquistar la información. Su permanente búsqueda era saber acerca del hombre y su tristeza. Con sus enseñanzas, él nos ha enriquecido… enriqueciéndonos… enrique-siendo-nos. Es decir, siendo-enrique junto a todos nosotros. Su norte siempre fue planificar la esperanza, preparando operadores psicosociales como agentes del cambio. Iba en pos de procesos creativos potenciados por y en los grupos, de manera direccional y significativa, operativa e instrumental. Su ya famoso enseñaje era parido siempre en co-presencia, operando el profesional de la psicología social como un co-pensor.

* Algo sobre la ética en psicología social (2005) Todo psicólogo social se debe a la comunidad y, si bien tiene que percibir una retribución justa por su trabajo, la imposibilidad de recibirla no autoriza a negar tales servicios a quienes los necesiten (sujetos de necesidades productores y producidos). La falta de capacidad económica de quienes requieran nuestros servicios, no es excusa para abstenerse de prestar tal asistencia. Ello en un todo conteste con un claro lineamiento que dice: “Desde la psicología social, ser ético nos está hablando de una congruencia entre lo personal y lo social”, siendo el desafío conciliar la permanente actitud de no-dominación con la direccionalidad al cambio social planificado asignada por Enrique Pichon-Rivière a nuestra profesión.

* Psicología social y tramas vinculares (2006) La subjetividad es al mismo tiempo singular y emergente de las tramas vinculares que la trascienden, con las que el ser humano guarda una relación de sujeto productor y producido. En el proceso de socialización humana hay un instrumento privilegiado, que es el lenguaje. Y todo lenguaje, desde ya, está sostenido por un vínculo, pues la palabra forma parte de una acción comunitaria. Entendemos que la constitución de la subjetividad, del mundo interno de cualquier sujeto, se da en tres etapas o instancias sucesivas: 1ra.) Real: falta de representación (etapa autoerótica); 2da.) Real–Imaginario: estadio del espejo (narcisismo primario); y 3ra.) Real– Imaginario–Simbólico: entrada en funcionamiento de la palabra, del lenguaje, de(l) hablar.

* Teoría de los grupos en psicología social (2006) La estereotipia es la polilla del proceso grupal. Cada grupo construye un imaginario propio que opera como una cultura particular, otorgándole un estilo único y singular. Todos los grupos son diferentes. No hay grupo igual a otro, pues cada uno escribe su propia historia. La técnica de los grupos operativos solamente se puede aprender —y aprehender— a partir de la experiencia personal, de igual modo que la base fundamental de una preparación psicoanalítica puede únicamente lograrse atravesando uno mismo por el análisis. La identidad grupal está dada por una tarea y un proyecto en común, las que llegan a establecer pautas de integración y de comportamiento que se van institucionalizando en el grupo. Una creciente tendencia hacia la integración de los componentes del grupo los llevará a un destino que jamás imaginaron al inicio del proceso grupal compartido.

* Un poco más sobre los grupos en psicología social (2006) No es lo nuevo solamente lo que produce miedo o ansiedad, sino “lo desconocido que hay dentro de lo conocido”. Recordemos que esa es la esencia de lo siniestro o unheimlich freudiano. La tarea en el grupo debe desenvolverse al modo de una mayéutica socrática, es decir como un proceso dialéctico y contradictorio sostenido por un diálogo crítico donde se alternan interrogantes e ideas múltiples en el desarrollo de un saber. Se trata ni más ni menos que de lo no sabido de un saber, pues si bien no se sabe que se sabe, dicha verdad va emergiendo al ser creadas las condiciones pertinentes, siempre acompañadas por un dispositivo y un encuadre idóneos para tales fines. La verdad u objetividad creciente hace a la operatividad del grupo.

* Televisión y Sociedad de Consumo (2003) En relación a la fuerte y constante incidencia que tienen los mensajes consumistas emitidos por la televisión en la construcción de subjetividad de nuestros hijos, constituyéndolos como sujetos cognoscentes, deseantes y futuros productores, señalé: la respuesta, en este como en tantos otros temas relativos a nuestra temprana salud psicofísica, está en nosotros. Hace miles de años se le dijo a una pequeña tribu: “Puse ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición, y elegiste la vida”. Tal vez esa sea también una posible y actual elección en nuestra condición de trabajadores psicosociales.

* Lo legal y lo legítimo en psicología social (2007) A cincuenta años del nacimiento de la psicología social argentina, entiendo que nos encontramos con dos frentes de lucha bien visibles: por un lado, los permanentes ataques llevados a cabo por distintas asociaciones de psicólogos, las que regularmente cuestionan la legalidad de nuestra profesión. Tal vez ninguneados ellos por un sector del discurso médico, ahora repiten un proceder similar contra nosotros. Por otra parte, el otro frente tal vez sea el de los propios operadores psicosociales, que no logramos unirnos en defensa de nuestros intereses, de nuestras necesidades. ¿Sujetos de necesidad, decía Pichon? ¿Seremos especialistas en “grupalismos” pero no podemos agruparnos? ¿Sabremos algo de actitud y aptitud psicosocial? Se me ocurre lo siguiente: si en lo personal, si en lo individual… el principal enemigo de la manada es uno mismo (y algo tenemos que hacer al respecto), tal vez en lo colectivo el principal enemigo de los psicólogos sociales seamos los propios psicólogos sociales (y algo tendremos que hacer también al respecto).

* Algo más sobre la actualidad de la psicología social (2005) Entre las asignaturas pendientes relativas a la psicología social podemos destacar, entre otras, las condiciones difíciles de ejercicio profesional que actualmente vivimos; como así también la intensa campaña de desprestigio en contra de los operadores psicosociales en los últimos tiempos. Sostenemos que en lo que debemos coincidir todos y cada uno de los psicólogos sociales es en unir esfuerzos para defender la dignidad del ejercicio profesional, la independencia de nuestra disciplina científica, una retribución adecuada por el trabajo que hacemos, el respeto a nuestras incumbencias y toda tarea que nos asegure la libertad e igualdad de oportunidades y que proteja los derechos de esta comprometida actividad. Pues la psicología social es también una lucha de pasiones.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

miércoles, 9 de junio de 2010

065 - Acerca de Niños y Jóvenes que Matan

(Publicado en la sección "Psicoanálisis y Ley" del portal El Sigma.com con fecha 14/6/2010; en Centro de Estudios Sociales Argentino con fecha 15/6/2010 y en Reflexiones sobre Educación con fecha 1/7/2010)

ACERCA DE NIÑOS Y JOVENES QUE MATAN

El Instituto de Investigaciones en Psicoanálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy ha propuesto, para el ciclo lectivo 2010, el desarrollo de varios seminarios abiertos a la comunidad, cuya línea investigativa articula temas de Derecho, Ciencias Sociales y Psicoanálisis. Es así que actualmente me encuentro participando en el Seminario de Investigación sobre Delito y menor. El niño homicida, una mirada psicoanalítica, llevado a cabo conjuntamente con la Maestría en Psicoanálisis de la Universidad de Antioquia y el Departamento de Derecho de la Universidad de Envigado (Colombia), bajo la dirección de la Dra. Amelia Haydée Imbriano. A continuación intentaré abordar algunas de las ideas trabajadas en dicho espacio, agradeciendo desde ya a todo el equipo de colaboradores (*) de este proyecto, cuyo fin es el de amplificar y profundizar los estudios interdisciplinarios sobre la base del estatuto de la responsabilidad, tanto del sujeto como de la comunidad toda.

Ante la contundencia de los datos estadísticos que revelan la frecuencia de actos homicidas cometidos por niños y jóvenes, nos preguntamos cómo es posible que un menor de edad llegue al extremo de matar a un semejante. Un informe revelador al respecto lo da la Oficina Sanitaria Panamericana (órgano dependiente de la O.E.A.) al decir que, en las Américas, la segunda causa de muerte de adolescentes y niños varones es el homicidio. Si a ello le sumamos el constante incremento de la circulación de armas de fuego —las que hoy podrían ser calificadas como de destrucción masiva— junto a la pobreza, la exclusión, los malos tratos y las carencias afectivas de nuestros pibes, tenemos entonces unos cuantos ingredientes que nos habilitan a adentrarnos en este trágico aspecto de la realidad. Tal vez uno de los pocos caminos que les queda abierto a estos niños violentos, privados del amor a que tienen derecho, sea la destrucción de un orden social del que ellos son víctimas.

Veamos algunos aspectos a tener en cuenta, sea desde el punto de vista del Psicoanálisis o desde la óptica del Derecho. Sabemos que no se puede investigar el destino de nuestros niños y jóvenes por fuera de la comunidad en la cual están insertos, pues unos y otra son partes solidarias de una misma estructura. Así, la ley del no matar inscribe al sujeto en la cultura, por lo que ante su transgresión cabe sostener alguna interrogación acerca del sujeto y el Otro. Y si de tal transgresión hablamos, resulta por demás significativo que de las investigaciones arriba señaladas surge que, en el año 2004 y sólo en la ciudad de Buenos Aires, contabilizamos unos mil doscientos casos de actos homicidas cometidos por menores (informe del Foro Intersectorial Permanente de la Niñez, Adolescencia y Familia ). Esos guarismos han seguido incrementándose y cabe apuntar, además, que las encuestas suelen demostrar que por cada hecho delictivo denunciado ocurren otros tres que no se denuncian.

Al año siguiente, en el mes de octubre de 2005 y después de largos tiempos de debates, fue dictada la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, considerándolos como verdaderos sujetos activos y plenos de derechos en vez de simples objetos de intervención. Esta nueva conceptualización se conoce como el pasaje de la doctrina de la situación irregular a la doctrina de la protección integral. Señalemos que esta legislación procura el fortalecimiento de la familia, la gestión asociada de los órganos de gobierno con la sociedad civil, la promoción de redes intersectoriales y la activa participación de las organizaciones no gubernamentales. Pues, si la nuestra tiende a ser una cultura colmada de Otros vacíos, al menos desde esta normativa se dispone que la responsabilidad ante los niños y jóvenes no solamente sea de la familia sino también del Estado nacional, provincial y municipal, promoviendo además la activa participación de la comunidad toda.

Si la familia es el ámbito primario de constitución de subjetividad, en donde se generan las matrices de aprendizaje más estructurantes ligadas a la génesis del sujeto, nos preguntamos qué lugar tienen estos pibes que matan en nuestra sociedad posmoderna, caracterizada por un fuerte predominio de los fenómenos de apatía, perplejidad y desarraigo. Cada vez más vemos chicos de y en la calle, sin escolaridad e inmersos bajo los efectos de la violencia cotidiana que forma parte del paisaje urbano. Esos niños no hablan de sus sufrimientos, pues suelen encontrarse en situación de colapso, derrumbe o quebrantamiento psíquico. Nuestra cultura sigue produciendo seres libres de toda atadura simbólica, en la cual ya no hay padre, la madre no deja de ser una rareza y el maestro rehúye al cumplimiento de su función docente. Otro tanto puede decirse de las autoridades llamadas a conducir los destinos de todos y, a la vez, responsables de llevar a cabo las políticas públicas en la materia.

Ante el aumento de los actos homicidas cometidos por menores, la población ha ido elaborando un sentimiento de impunidad y de desconfianza. Si bien puede pensarse en el robo como un atractor para estos pibes que delinquen, muchas veces ellos se retiran de la escena del crimen sin robar nada. Es más, al advertir que existe en el lugar alguna cámara que los está filmando, en vez de ocultarse suelen dirigirse a la misma realizando gestos desafiantes y obscenos. De sus conductas se advierte frialdad e insensibilidad, ausencia de miedo y dureza emocional. Pareciera que experimentan el placer de transgredir la norma del no matar que inscribe a todo individuo en la cultura. Los informes sociales reflejan que la violencia es algo frecuente en los hogares de estos chicos, en los cuales rige la ley del bulling según la cual los hermanos mayores tiranizan a los menores. Un pibe así maltratado puede llegar a ser un futuro maltratador si queda atrapado en esas redes del sufrimiento y del dolor.

El equipo que participa del seminario de investigación se formula los siguientes interrogantes: ¿qué objeto quieren cuando roban?, ¿qué los hace matar a estos chicos violentos? Dan tres posibles variables en la causación de esos ilícitos, a saber: a) la resolución de tensiones por rivalidad con el semejante; b) una llamada al orden público, procurando ser nombrados y reprendidos ante la carencia de toda autoridad en sus vidas; y c) la resolución del malestar del kakón, cometiendo un acto homicida para lograr evadirse así del tedio y de la falta de sentido existencial. La palabra griega kakón, de género neutro, significa “lo malo”, siendo utilizada para designar el malestar de la vida, el tedio y la ausencia de sentido. Pues, aquí la propuesta es utilizar dicha expresión para denominar a todo mal que pueda presentarse bajo la figura de síntomas depresivos consecuentes de la tendencia a la inercia de la pulsión de muerte, en jóvenes abandonados por Otro y que tienden a ocupar su lugar.

En tiempos en que varios sectores de la sociedad discuten sobre la necesidad de bajar la edad de inimputabilidad de los jóvenes, la Ley 22.803 dice que no es punible el menor que no haya cumplido dieciséis años de edad. Si existiere alguna imputación en su contra, la autoridad judicial debe proceder a la comprobación del delito, tomando conocimiento directo del menor, de sus padres, tutores o guardadores. Como así también, el juez ordenará los informes y peritaciones conducentes al estudio de su personalidad y de las condiciones familiares y ambientales en que se encuentre. En procura de la protección integral del niño o del adolescente, se puede disponer su alojamiento en una institución de modo tal de lograr su rehabilitación y que puedan regresar a la comunidad de la forma más constructiva posible. Es aquí esencial la tarea coordinada —caso por caso— entre los campos profesionales de la salud mental y de la justicia, integrando equipos de trabajo multidisciplinarios.

No podemos soslayar que la adolescencia (ad-dolescere, dolere) es el tiempo de mayor fragilidad subjetiva puesto que el joven está transformándose, está dejando de ser un chico para atravesar duelos constantes referidos a la pérdida de su cuerpo infantil y a la declinación de los padres ideales. La estructuración del niño es efecto no sólo de herencias filogenéticas, sino también de acontecimientos ontogenéticos y de las respuestas consecuentes optadas por ese hablante ser en formación. Sostenemos, entonces, que sin paternidad estatal ni fraternidad institucional, prospera la desolación de nuestros pibes y el sufrimiento no deja de insistir. Si no hay posibilidad de simbolización, no hay humanidad. Cuando el Otro falta, los jóvenes quedan abandonados. Las leyes no surgen sólo porque las cosas estén mal, sino por acción, presión y difusión. De allí que la responsabilidad sea de todos: tanto de la familia como de la escuela, de las organizaciones intermedias y de la sociedad en general.

Hoy vivimos en un sistema social en donde muchas veces se transforma lo ilegítimo en legítimo, con alta velocidad de cambio, donde las tradiciones fallecen, los puntos de referencia se pierden en el vértigo de las transformaciones y hasta se industrializa la muerte. Pues, la caja boba hace muy bien este trabajo. En muchos sectores de la población domina la reiteración, el estancamiento y la estereotipia. De allí que aplicar simples intervenciones generalizantes no hace más que provocar el acallamiento de los sujetos en juego: en el caso que aquí nos convoca, nada menos que de quienes son el futuro. Frente a la trágica realidad de niños y jóvenes que matan, nuestra propuesta es escuchar al sujeto, uno a uno, con su historia y su modo singular de enlace a ella. Concluimos que, desde el Psicoanálisis y el Derecho, el sendero no puede ser otro que el de acompañar a los chicos en un intento de no tomarlos como objetos y con una firme búsqueda de hallar un lugar para ellos.

(*) Equipo de investigación integrado por Paula Winkler, María Graciela Aguirre, Javier Cures Sastre, María Amelia Grecco y Agostina Ilari Bonfico.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

martes, 16 de marzo de 2010

064 - Alcoholismo y Juventud... ¿Divino Tesoro?

(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Nro. 39 correspondiente a marzo-abril de 2010 y en Centro de Estudios Sociales Argentino con fecha 26/3/2010)

ALCOHOLISMO Y JUVENTUD… ¿DIVINO TESORO?

He recibido una nueva invitación del director periodístico de La Tecl@ Eñe, consultándome esta vez acerca del elevado consumo de alcohol entre los adolescentes, como así también sobre el aturdimiento que el fenómeno del alcoholismo provoca en nuestra juventud. Me cuenta el Lic. Conrado Yasenza que suele encontrarse con jóvenes escuchando música a volúmenes increíbles y totalmente alcoholizados, entendiendo él que buscan desconectarse en bailes donde no se baila y que consumen bebidas alcohólicas solamente como un modo de evasión. Me pide si le puedo aportar algunas ideas al respecto, por lo que a continuación va este intento de abordaje de una problemática multicausal con aristas sumamente variadas y complejas. Digo, para comenzar, que hoy en día es considerable el aumento de la cantidad de bebidas ingeridas y el de su graduación alcohólica, tal como se desprende de las numerosas encuestas existentes en esta materia.

El mundo adolescente está destinado en gran parte al consumo de bebidas alcohólicas, siendo la edad media de inicio entre los 13 y 14 años tanto en los varones como en las mujeres. Las últimas estadísticas arrojaron que el setenta y cinco por ciento (75%) de los bonaerenses comienzan a consumir bebidas alcohólicas antes de los 18 años de edad. Además, ha dejado de ser algo exclusivo y propio del sexo masculino, pues hoy son muchas las mujeres que se han sumado a esta puntual costumbre. Lo que este problema plantea es que el joven suele encontrar en la ingesta de alcohol una vía de escape a sus problemas irresueltos, la mayoría de ellos con base en la falta de amor, protección y cuidado de su entorno. Tal orfandad afectiva hace que el adolescente se sienta cada vez más solo, librado a su propia suerte y procurando sepultar la angustia y el desamparo que esas carencias le ocasionan. El chico que toma alcohol termina haciéndose esclavo de sí mismo.

Muchas veces estamos ante verdaderos ritos de iniciación, como un modo de inscribir en lo simbólico el pasaje de la niñez al mundo de los adultos. Los jóvenes piensan que con el alcohol pueden potenciarse, sirviéndoles para cambiar su estado de ánimo. Superan la timidez, se ponen más eufóricos y alegres. La ingesta de bebidas alcohólicas es desinhibidora y facilitadora para vincularse y, toda vez que es una droga socialmente aceptada, sólo ven aquellos aspectos que consideran positivos. Nada quieren saber acerca de que un ochenta por ciento (80%) de las muertes registradas entre los adolescentes se deben a causas violentas y, dentro de ellas, las relacionadas con el alcohol y las drogas ocupan un lugar destacado. Se sabe que la adolescencia es una etapa particularmente vulnerable. El abuso en la consumición de bebidas alcohólicas termina siendo con frecuencia la puerta de entrada que conduce a los chicos hacia la adicción de otras drogas, más dañinas para su salud.

Otro dato de la realidad es que dicha ingesta es mayor cuando los adolescentes están en grupo, sobre todo en las fiestas y en lo que ellos han dado en denominar la “previa”. En ese encuentro habitual antes de ir al boliche toman bebidas alcohólicas en cantidad, muchas veces mezcladas con energizantes. Pareciera que los jóvenes creen que se es grande por tomar alcohol. Lo que en verdad ocurre es que necesitan reducir el monto de angustia que los habita, siendo el alcohol una especie de quitapenas que les permite esquivar los límites que la realidad impone y acceder así a un mundo que ofrecería condiciones más placenteras. Sin la cerveza y la sidra suponen que el fuego de la adolescencia no se enciende aunque, paradojalmente, lo cierto es que el alcohol y la tumescencia no se llevan del todo bien y son claramente incompatibles. No obstante ello, ir abstemio a las salidas nocturnas sería hoy algo contrario a los códigos y a las normas del entorno juvenil.

Y ya que hablamos de normas, el alcoholismo en la adolescencia es una cuestión relacionada con la anomia o ausencia de normas. Los chicos avanzan en el consumo de bebidas alcohólicas debido a sus carencias, a sus soledades, a la falta de valores y de certezas. Mucho tiene que ver la fuerte ausencia de modelos que en la actualidad vemos tanto en las familias como en las escuelas, ambas instituciones socializadoras por naturaleza. Hay una crisis de autoridad en las funciones paterna, materna y docente de las cuales devienen situaciones de rebeldía y de conflicto. Rige hoy un estado confusional de pérdida de parámetros esenciales, traducido en un fenómeno de incertidumbre que profundiza todo consumismo en la juventud. A esto podemos sumar el bombardeo constante, desde los grandes medios de comunicación, que publicita una vida por demás exitosa que se puede lograr con una botella en una mano y una hermosa mujercita blonda en la otra.

Es importante abrir espacios de reflexión donde pensar, sentir y hacer algo que permita combatir este fenómeno, pues no existe una suficiente conciencia social ni se vislumbran planificaciones estratégicas. Es más, entiendo que la embriaguez temprana es funcional al mercado y a la sociedad consumista le viene de perillas las intoxicaciones alcohólicas adolescentes. Que siga el “como sí” del deseo y que aumente la adrenalina en los jóvenes. Que el alcohol continúe siendo un boleto de ida en procura de sortear los rasgos paradojales de un superyó de época que ordena gozar a toda costa, a cualquier precio. Si bien el alcohol no es lo mismo que el trastorno del alcoholismo, el peligro es que esa primera ritualidad oral que dice presente con el alcohol se repita compulsivamente y se inscriba en la subjetividad de nuestros pibes, convirtiéndose en adicción. Ad-dictum es el que se halla en disponibilidad para recibir mandatos y obedecerlos acríticamente.

En consecuencia, debemos ayudar a los adolescentes a conquistar su pubertad, que puedan elaborar los duelos que inevitablemente implica el crecimiento como sujetos bio-psico-sociales y espirituales. Hoy la tendencia consumista ataca a todos, a los que tienen más y a los que nada tienen. Habremos de diseñar programas de educación que actúen principalmente en la preadolescencia, incidiendo en la relevancia de la familia y de la escuela como medios de formación y de información, mejorando el diálogo y los vínculos, transmitiendo valores que puedan ofrecer a los jóvenes un modelo de vida más saludable. Semejante responsabilidad tiene que ser compartida por todos, tanto por el Estado como por la familia y por la comunidad en general. El objetivo no será otro que el de derrotar ese falso enlace de la intoxicación con el goce de lo prohibido, para que la adolescencia y la juventud vuelvan a ser un divino tesoro… ¡y no se vayan con el alcohol para no volver!

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

jueves, 4 de marzo de 2010

063 - En el Abuso Sexual Infantil... ¿De Eso No Se Habla?

(Publicado en la sección "Psicoanálisis y Ley" del portal El Sigma.com con fecha 22/2/2010)

EN EL ABUSO SEXUAL INFANTIL… ¿DE ESO NO SE HABLA?

Tal fue el título de mi disertación en las V Jornadas de Psicoanálisis y Comunidad — Abuso Sexual Infantil: Diagnóstico y Tratamiento, organizadas por la Fundación San Javier para el Desarrollo Integral de Niños y Jóvenes, que tuvieron lugar el 14 de noviembre de 2009 en el salón de actos del Instituto Divino Corazón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A continuación haré un detalle de lo que expuse en dicho evento, señalando en primer lugar que el 19 de noviembre de cada año fue instituido como el Día Nacional para la Prevención del Abuso contra Niños, Niñas y Adolescentes (art. 1º de la Ley 26.316). Agradezco una vez más la invitación que me hiciera el comité organizador de las jornadas, integrado por los licenciados Alberto Díaz, Macarena Cao Gené, Diego Mc Guire y Alejandro Poy.

En el tratamiento del fenómeno del Abuso Sexual Infantil (ASI) es frecuente toparse con muchos de eso no se habla, expresados en forma de secretos, ocultamientos, callamientos, hacer borrón y cuenta nueva, aquí no pasó nada, no te metas, etc. Intentaré articular un poco del mundo “psi” con algo del ámbito de lo jurídico, para así abordar algunos de estos aspectos de lo siniestro cuyas condiciones son siempre la soledad, la oscuridad y el silencio vinculados a la angustia traumática que padece el menor agredido en su sexualidad. Si partimos de considerar la historia oficial de la infancia, se advierte que no hay datos ni estadísticas sobre el ASI, por lo que habría que investigar más a fondo acerca de cómo sucedió el pasaje del “niño-objeto de pertenencia” al “niño-sujeto activo de derechos”.

Lo antedicho se conoce como el tránsito de la doctrina de la situación irregular a la doctrina de la protección integral de niños, niñas y adolescentes. Nótese que entre 1858 y 1869 Ambroise Tardieu, un catedrático de la medicina forense en París, develó más de nueve mil casos de acusaciones por violaciones de niñas entre 4 y 12 años de edad. Pese a la gravedad de tales hallazgos, ellos fueron recibidos con absoluta indiferencia por parte de sus pares médicos y desatendidos por aquella sociedad de mediados del siglo XIX. Otro ejemplo ilustrativo es el caso de una niña de nueve años de edad, víctima de malos tratos por parte de sus padres. Un tribunal de Nueva York debió fundamentar su fallo condenatorio basado en las normas protectoras de los animales, pues no existían leyes contra el maltrato infantil.

En el ASI intrafamiliar o incestuoso, de eso no habla el menor abusado ni el pariente abusador y tampoco el grupo familiar. Normalmente el victimario es el padre, el abuelo, el padrastro, el concubino de la madre, el cuidador o el tutor del niño o joven agredido. Y es por demás evidente que un abuso sexual sistemático —como el del chacal de Mendoza, que apareció en todos los medios de comunicación hace meses atrás— sólo es posible si hay una madre que no cumple su función materna y mira para otro lado. De modo similar, para que ocurra lo que se conoce como estrago materno tiene que haber un padre que no ejerce su función específica. Cuando hablo de funciones materna y paterna me refiero a esas a las que hemos sido llamados a asumir y que en modo alguno son ni optativas ni biológicas.

Se advierte, además, que junto al de eso no se habla dentro del seno familiar existe un trasfondo que hace a lo espantoso, siendo la resultante de esos padres que se reparten tamañas disfunciones un verdadero balazo en el aparato psíquico de los chicos ultrajados, tal como suele decirse en el mundo del psicoanálisis. Abusar es estragar, asolar, devastar al menor en su integridad psicofísica. Progenitores abusivos son también aquellos que les hacen pagar a sus hijos el sacrificio que hicieron por ellos. Junto a la papilla asfixiante que les proveen logran provocar así un verdadero arrasamiento que borra las diferencias y, por ende, impide toda posibilidad de subjetivación. Suele hacerse referencia a la boca cocodrilera de esa madre patológica que se “traga” a su hija o que “se lleva puesto” a su hijo.

Otros de eso no se habla se presentan en algunas instituciones educativas, judiciales y policiales en las cuales rige aún una ética autoritaria y disciplinar en vez de una ética humanista. Muchas veces la desconsideración y el destrato son de tal magnitud, que las víctimas involucradas en la sospecha de un abuso sexual infantil terminan arrepentidas de haber expuesto su caso. Debe tenerse muy presente que en el tema que nos ocupa el objetivo primario y esencial es siempre la protección integral de niños y jóvenes; siendo un objetivo ulterior el esclarecimiento de los hechos y la eventual condena de los responsables. Se trata ni más ni menos que de honrar la infancia, en los términos de la Ley 26.061 que considera a las niñas, niños y adolescentes como sujetos activos y plenos de derechos.

Por su lado, el secreto profesional también está íntimamente vinculado con los de eso no se habla, aunque tal obligación pierde su vigencia en las situaciones de ASI. Pues aquí rige el deber de denunciar tanto para los padres como para los tutores, guardadores y todo aquel protector del menor damnificado. El art. 2º de la Ley 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar dispone que tales hechos deben ser denunciados por los servicios asistenciales, sociales y educativos, sean públicos o privados, por los profesionales de la salud y por todo funcionario público en razón de su labor. Es decir, ningún psicólogo, médico, educador, abogado, trabajador social, etc. puede válidamente ampararse en el secreto profesional para no denunciar estos delitos aberrantes cometidos contra niños y adolescentes.

Cabe destacar que la omisión de denunciar cualquier caso de abuso sexual infantil constituye un acto de mala praxis, por cuanto existiría negligencia, inobservancia e impericia de los deberes del profesional obligado por ley. La víctima del perjuicio sufrido puede pretender la respectiva reparación invocando la responsabilidad dispuesta por nuestro Código Civil. El art. 1074 de dicho cuerpo legal establece que toda persona que por cualquier omisión hubiese ocasionado un perjuicio a otro, será responsable cuando una disposición de la ley le impusiere la obligación de cumplir el hecho omitido. En términos de ASI deben tenerse en cuenta los compromisos éticos de nuestra tarea, pues es sabido que ampararse en el secreto profesional sólo protege al adulto abusador y victimario.

Para concluir, a los fines de poder ir superando todos los de eso no se habla que aún reinan en nuestra sociedad del siglo XXI, es muy importante formar una verdadera red de sensibilización y un movimiento de visibilización de la problemática del ASI. El trabajo en equipos interdisciplinarios ayuda —y mucho— a evitar la habitual quema de agentes sociales o síndrome de “burnout”, como así también el consecuente abandono de la tarea por parte de los profesionales que intervienen en esta delicada actividad. La técnica de los grupos operativos creada por Enrique Pichon-Rivière, sumada al desarrollo de un proyecto sostenido que tienda a la modificación de esta aberrante realidad nos podrá conducir a derribar el aludido muro del silencio. Se logrará, de tal modo, que de esto sí sigamos hablando… y haciendo.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com