miércoles, 10 de noviembre de 2010

071 - Algo Sobre Drogas, Pobreza y Niñez

(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Nro. 43 correspondiente a noviembre-diciembre de 2010; en Reflexiones sobre Educación con fecha 29/11/2010; en El Autoestima con fecha 24/4/2011; en Psicosocial Tesei Magazine - Nro. 2 de agosto de 2011 y en el Diario de Cultura y Educación de Rosario con fecha 30/3/2012)

ALGO SOBRE DROGAS, POBREZA Y NIÑEZ

En publicaciones anteriores venimos señalando que los chicos de la calle conforman un grupo socio-cultural caracterizado por el desamparo y la pobreza, que posee su propia lógica construida en la pelea por sobrevivir. Se trata de una batalla entre el "ser" y el "pertenecer"; pertenencia a otros grupos diferentes a su familia, muchas veces opuestos a ella, y en los cuales esos niños consiguen de algún modo y a su manera ser alguien. Por ende, estamos ante una cultura singular: la del niño callejero donde, por adjudicación o asunción de roles, surgen líderes que ofician de intérpretes entre sus códigos y los de la sociedad. En ellos la verbalización es prácticamente nula y la proyección hacia el futuro no existe. Lo primero es la subsistencia y por comer todo vale, siendo muy frecuente que el hambre excluya toda posible solidaridad.

Los pibes pobres de nuestro país conforman un grupo de alto riesgo en lo que a conductas adictivas se refiere. Tanto el consumo de alcohol y cigarrillos como drogarse con pegamentos y crack, es decir cocaína cortada con sal, vidrio molido de los tubos fluorescentes, lana de vidrio, etc.; van provocando gravísimas secuelas que tienen una acción depresora sobre el sistema nervioso central. A la vez que la droga produce una euforia inmediata con alucinaciones, sabemos que lamentablemente las neuronas afectadas de estos niños de corta edad ya no se regenerarán nunca más. Vemos a esos menores en situación de calle separados de sus grupos familiares y haciéndose cargo de ellos mismos, portadores de una infancia madurada antes de tiempo; decididos incluso a enfrentarse y vérselas con el mundo institucional que los rechaza.

Nótese que el aludido rechazo está en franca contradicción con lo normado por nuestra legislación nacional vigente, toda vez que la Ley Nro. 26.061 no sólo enfatiza el interés superior del niño sino que establece la responsabilidad ante ellos tanto de sus familias como también del Estado nacional, provincial y municipal, además de promover la activa participación de la comunidad toda. Las medidas de protección integral de niñas y niños procuran la promoción de redes intersectoriales, la participación activa de las organizaciones no gubernamentales y la gestión asociada de los órganos de gobierno con la sociedad civil. En síntesis, queda más que claro que la problemática que une a la niñez con las drogas y la pobreza es de todos, por lo que no tendría que existir evitación al respecto.

Toda ley supone un límite; y desde el derecho y el psicoanálisis decimos que es función de la ley paterna operar como límite de lo posible. Pero si tenemos en consideración que la función paterna es representativa y metafórica, puede ser encarnada por otra instancia distinta al padre real. J. Manuel Rubio nos dice que la intervención de una instancia judicial puede instaurar algo que permita marcar un orden para el chico, en su doble acepción: orden en tanto que delimita derechos y deberes, pero también orden en cuanto marca los márgenes en que se puede mover. Y nosotros agregamos que esa vital función también puede ser llevada adelante por profesionales que operen desde la comunidad, integrando organizaciones no gubernamentales o todo tipo de entidad —pública o privada— dedicada a tan noble y delicada labor.

Las drogas pueden aparecer como una manera fallida de los chicos en su intento de articularse con la Ley o, incluso, pueden leerse como el propósito de agujerear al Otro en lo real. Lo que ellos no logran advertir es el gravísimo daño que implica para su salud psicofísica y la discapacidad sobreviniente ante tal proceder. Con Jean Allouch afirmamos que la cultura del cuidado de sí consiste también en el descubrimiento del alma como principio espiritual en el seno de estos pibes. Con la cooperación y el consenso de organismos gubernamentales y no gubernamentales, especialistas de distintas áreas podremos colaborar para que encuentren una nueva manera de estar con ellos mismos y de convivir con los demás. Ante tanta deprivación, abrir nuestros corazones para conectarnos francamente con ellos en una especie de parrhesía.

Junto a Mario Benedetti nos preguntamos qué les queda por probar en este mundo de ruina y de rutina, de humo y de consumo. Entendemos que en vez de culpabilizar a las víctimas hay que abrir un amplio campo de trabajo multidisciplinario respecto de los niños pobres, que hoy constituyen un importante grupo de riesgo en lo que a conductas adictivas se refiere. Las autoridades públicas y los ciudadanos particulares debemos brindar prevención y no represión a esos pibes —hijos de la pobreza— que consumen drogas. Es notorio el crecimiento de las estadísticas de ingesta y muerte temprana, como así también la extrema vulnerabilidad que los pibes diariamente experimentan. La droga es desolación, pues la vida propia y ajena dejan de tener sentido; siendo el pibe pobre y adicto, además, un suicida espiritual.

Para la filosofía, la idea de espiritualidad designa los modos de ser que trascienden lo vital. La palabra espíritu significa aire y, al igual que el alma, el espíritu es un concepto que utiliza el aire como metáfora. El espíritu toma su nombre prestado del soplo de viento. En términos de René Spitz, pensamos que los graves trastornos de estos chicos se vinculan con sus carencias tempranas, pues no son ni más ni menos que huérfanos de amor. La ardua y paciente tarea será la de trabajar con estos niños —solos o en pequeños grupos— basados en un modelo restaurativo que ponga el acento en la responsabilidad de todos los actores implicados en el fenómeno de las drogas en niños carenciados. La reparación es el valor esencial a tener en cuenta, en vez de la justificación del castigo en razón de alguna hipotética justicia.

Hablamos de psicoanálisis y ley como un modo de saber, y de la espiritualidad como condición de acceso a la verdad. Michel Foucault hace referencia al spicanálisis, suprimiendo el “psi” para reemplazarlo por el “spi” de espiritual (spiritual). Y denomina espiritualidad a la búsqueda y la práctica por las cuales el sujeto puede efectuar en sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la veracidad de su historia. Ludwig Wittgenstein fue también fundador de un linaje espiritual. Pues, creemos que al comprometernos desde el espíritu y la emoción con nuestros niños pobres y adictos a las drogas, podremos ayudar en materia de prevención y de asistencia, procurando facilitar la rehabilitación de nuestra niñez. Rehabilitarse es volver a habilitarse, a ser hábil, especialmente a partir del propio accionar.

Otra trascendente labor a realizar por quienes operen en este ámbito es recabar toda la información posible en cuanto a la problemática del uso indebido de drogas, como así también aportar estos datos al Observatorio Argentino de Drogas para una adecuada planificación y puesta en marcha de específicas acciones en este campo. A su vez, la recolección, coordinación y análisis de esa información debe ponerse a disposición de las entidades y de los profesionales que trabajan en el área de drogas, pobreza y niñez. Creemos que para lograr una eficaz reducción de la demanda de estupefacientes, además de las tareas preventivas y de asistencia como estrategia fundamental, tal observatorio tendría que ser un instrumento eficaz en lo que hace a un plan federal de prevención integral de la drogadicción en nuestro país.

Concluimos estas breves ideas sintetizando que para la recuperación de estos chicos son necesarios la ley que ordena, la escucha profesional atenta, el compromiso emocional y algo que los saque del flagelo de la acedia, de la apatía existencial y espiritual. Jacques Lacan pensaba el psicoanálisis como una cierta dirección espiritual, y es precisamente la espiritualidad lo que constituye el suelo común entre él y Martin Heidegger. La orfandad y la carencia de amor hacen al niño pobre dependiente en exceso, tanto de los otros como de las circunstancias, y la adicción se les vuelve ingobernable. El grado de desvalorización de ellos mismos es casi total, por lo que tendremos que esforzarnos para que en nuestros pibes puedan nacer ideales y metas a alcanzar… y que un futuro mejor logre aparecer en sus espíritus y en sus corazones.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

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