(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Año XI Nro. 51 correspondiente a marzo - abril de 2012 y en Centro de Estudios Sociales Argentino con fecha 7/3/2012)
FEMINICIDIOS Y TELEVISION
La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo. EDUARDO GALEANO.
La noticia televisiva reza: Mata a su mujer y trata de suicidarse. Un hombre asesinó a golpes a su compañera tras una discusión e intentó suicidarse degollándose en una vivienda de la localidad de Villa Trujuy, partido de Moreno. Parece que se nos está haciendo acostumbramiento y habitus ver por la pantalla de nuestros televisores información relacionada con alguna mujer agredida por su pareja.
Recordemos algunos casos emblemáticos. La joven Wanda Taddei fue rociada con alcohol y prendido fuego su cuerpo luego de una fuerte discusión con su esposo Eduardo Vázquez, el baterista del grupo Callejeros. Susana Romero, después de una aparente discusión con Diego A. Herrera, terminó su corta vida asesinada y enterrada en el jardín del taller donde él trabajaba en San Miguel (Bs. As.).
Sin llegar a la gravedad de la muerte, pero sí en el marco de una feroz violencia de género, destacamos también el caso de Ana Carolina Morales. Embarazada de seis meses, fue hospitalizada con motivo de sufrir severas quemaduras. El acusado no es otro que su pareja, Marcelo F. Lucero, ex director del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) de La Rioja.
Y últimamente gana todos los titulares informativos el crimen de la maestra Silvia Prigent. Al respecto, el Observatorio de Femicidios en Argentina de la Sociedad Civil “Adriana Marisel Zambrano” viene haciendo un prolijo y detallado seguimiento de los muchos casos encuadrados como violencia de género, los que ascienden a 231 en el año 2009, a 260 en el año 2010 y a 282 en el pasado año 2011.
Señalemos, para continuar, que la Convención de Belem do Pará dispone que toda mujer tiene el derecho a vivir una vida libre de violencia —tanto en la esfera pública como en la privada— como así también a tener acceso a una justicia efectiva para proteger este derecho humano fundamental. Y apunta a la responsabilidad de los Estados cuando fallen en la prevención y persecución de estos delitos.
Así, a fines del año 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos pronunció una sentencia ejemplar al examinar el caso de varias jóvenes mexicanas asesinadas en Ciudad Juárez. Condenó al país, México, por considerarle responsable de violentar los derechos a la vida, a la integridad y a la libertad personal, así como culpable también de no investigar adecuadamente tales femicidios.
No sólo estamos en presencia de un femicidio, neologismo proveniente del vocablo inglés femicide, cuando se refiere puntualmente al homicidio de mujeres por razones de género. También el fenómeno incluye a las víctimas colaterales que mueren al intentar impedir la agresión, o quedan en la línea de fuego o son asesinadas con el objeto de castigar a la mujer a quien se considera de su propiedad.
Mientras aumentan las noticias sobre los feminicidios y nuestra sociedad parece naturalizar la violencia sexista, señalo que no debemos olvidar que nuestros vínculos siempre son a cuatro vías: amamos y nos aman, y odiamos y nos odian. Así, estamos constituidos por tal ambivalencia (del latín ambo = los dos), que es la simultaneidad de lo bueno y lo malo reunidos en una misma persona.
Este proceder esquizoide es normal en las primeras etapas de vida de los cachorros humanos, pero luego la maduración y el desarrollo nos van permitiendo un cierto grado de integración de ambos polos, lo que entendemos como aceptación de la ambivalencia. De allí que hablamos de vínculos de amorodio o de relaciones de odioamoramiento. Y mucha literatura clásica nos respalda.
No en vano hacemos mención a estar locos de amor, lo que desde ya conlleva a que dicha sinrazón lo sea también de intenso odio. Pero poco de esto aparece a la luz en nuestras pantallas televisivas, pese a que se han puesto de moda varios programas que dedican horas a esta temática y compiten fuertemente entre ellos en idéntica franja horaria. ¿Sabrán que hay público para lo macabro?
Me pregunto si tanta exposición ayuda a prevenir los femicidios —término usado por primera vez en 1976 en un Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres— o si sólo se trata de la exaltación pública de la muerte. Si la idea es hablar del tema para desnaturalizar ese círculo de violencia, o si estamos simplemente ante meros adictos a la muerte que tan sólo convierten la tragedia en espectáculo.
Las luces de la pantalla de la T.V. nos tantaliza como televidentes y también como personas. Nos transforma en uno de tantos, y perdemos así toda capacidad de pensar y de sentir lo cotidiano. Se nos van haciendo costumbre las víctimas baleadas, quemadas, apuñaladas, asfixiadas y degolladas. ¿Acaso ese periodismo se refiere al amor o hace una simple mostración de sus costados más destructivos?
La expresión más cruenta de la violencia de género es obviamente un problema de la convivencia amorodiosa entre los géneros. El Leviatán decía que no estamos unidos por lo bueno, o lo cariñoso o lo generoso que somos, sino por lo temibles. Pues, algo deberemos hacer para derrumbar esa sentenciosa idea de que el hombre es como un lobo para el hombre (o en este caso, para su mujer).
Lamentablemente muchas son las formas de agresión que están presentes y toleradas en nuestra vida social, incluso desde las luminosas pantallas televisivas. Pero también cada vez son más los lugares donde se puede buscar —y encontrar— protección ante cualquier tipo de violencia familiar. Ejemplo de ello es la línea 137 o el Programa Las Víctimas contra las Violencias, entre tantos otros.
Pues, en la puja entre la mera exhibición televisiva del último y más reciente feminicidio —mejor si es más escabroso que el de la semana anterior— y el trabajo arduo y cotidiano de las muchas entidades dedicadas a poner fin a este flagelo, abogo una vez más porque este año 2012 recién iniciado no nos sorprenda de nuevo con nuestro entendimiento perforado por un balazo certero.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
viernes, 3 de febrero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estimado Wright:
ResponderEliminarTrabajo como Psicoanalista desde hace ya muchos años y en mi clínica me ha tocado escuchar e intervenir, desde mi lugar, en muchos casos y situaciones de la ahora llamada "violencia de género"
En primera instancia, nada se resuelve sino se profundiza en la historia y en las raíces del conflicto que, muchas veces, conlleva a situaciones de hecho, o pasajes al acto.
En segundo lugar - y esto dio lugar a una publicación que dio en llamarse "Varones golpeados", en múltiples situaciones la mujer - inconsciente o conscientemente - va llevando al hombre al acto, lo cual, de ningún modo lo justifica.Con la palabra también se puede matar.
Prefiero usar el término "feminicidio" que honra nuestra lengua, y coincido plenamente con Usted en que la obscena mostración de la violencia solo puede, a niveles subliminales, aceptarla - lo cual es gravísimo - como parte connatural de la vida cotidiana.
Si le parece, seguiremos reflexionando.
Lo saludo muy cordialmente
Ana María Gómez
Muchísimas gracias, Ana María...
EliminarCoincido con sus conceptos que, desde ya, enriquecen mi blog.
Seguimos reflexionando y en contacto. Un fuerte abrazo. RW.