domingo, 27 de septiembre de 2009

034 - ¿Esperanza Activa e Ilusión Pasiva?

(Publicado en El Semejante - Año 6 Nro. 40 de septiembre de 2007; en la revista Enlaces - Año 1 Nro. 2 de noviembre de 2009 y en La Silla del Coordinador con fecha 6/9/2013)

¿ESPERANZA ACTIVA E ILUSION PASIVA?

El que se entrega a la tristeza renuncia a la plenitud de la vida… Para sobrevivir, planificar la esperanza (Enrique Pichon-Rivière)

La creciente insatisfacción con nuestra actual forma de vida, con su pasividad y muchas veces con su silencioso aburrimiento, nos ha llevado a intentar este breve bosquejo sobre el fenómeno de la esperanza y de la ilusión. Pensamos la esperanza como el estado anímico en que se presenta como posible lo que se desea; mientras que en la ilusión se suele esperar algo pero sin fundamento racional ninguno. El iluso es propenso a ilusionarse; en cambio, el esperanzado cree firmemente que le sucederá una cosa favorable. Estas primeras consideraciones nos permiten vincular a la esperanza con lo activo (accionar que produce efectos) y a la ilusión con lo pasivo, con cierta parálisis de quien no hace por sí cosa alguna (recibir la acción sin cooperar).

En las líneas siguientes procuraremos caracterizar algunas diferencias entre ambos conceptos. Digamos, en primer lugar, que esperanza activa es otro de los nombres del deseo; indica un movimiento hacia el disfrute. Es ir hacia lo que tenemos ganas, en procura de nuestros anhelos más profundos. Todo lo contrario, la ilusión pasiva se emparenta con el mortífero deseo de no deseo. Es un modo de impotencia, una especie de regodeo en el displacer. El conformismo parece ser el único recurso para eludir esa angustia intolerable que nos afecta. El iluso pasivo no espera que ocurra nada en el ahora, sino únicamente en el momento siguiente. Tras esta creencia su actitud es la procrastinación, la idolatría del Futuro y de la Posteridad.

La esperanza activa es un elemento decisivo para cualquier intento de realizar cambios, tanto personales como sociales. Es una forma de ser, una disposición interna, un intenso estar listos para actuar. Un activar-activándose que se relaciona con el concepto de *ACTIVENESS*. Por su parte, el polo opuesto es la ilusión pasiva en tanto va en busca de una vida harto tranquila, que no procura satisfacer las necesidades que pulsan con insistencia desde nuestra interioridad, sino adecuarse acríticamente a los mandatos sociales. Sería algo así como una pasividad-pasivizándose, vinculada a la idea de *PASIVENESS*. En términos psicosociales, hace a nuestra capacidad de proyectar y a la tanática resistencia al cambio.

Ser protagonistas, sujetos activos de la propia historia, creando nuevos mundos como máquinas deseantes de producción en múltiples sentidos… De tal forma, la esperanza activa se afecta de alegría, organiza encuentros, huye de la de la tristeza que disminuye toda potencia de obrar. Se sale así del lugar de objeto de los sucesos para erigirse en sujeto de los acontecimientos. La otra cara de la misma moneda es la ilusión pasiva, repitiendo modelos estereotipados como instrumentos productores de una felicidad insulsa y apacible. El síndrome de la alienación coloca al hombre como si se encontrase perdido dentro de sí, olvidando que -al decir de algún poeta- sería aconsejable ser siempre un poco improbables.

Estar esperanzados es aceptar el riesgo de vivir en tanto que mortales y de morir en tanto que seres vivos. Es estar en relación, optar insistentemente por la aventura del deseo. Estar prestos en cada instante para lo que todavía no nace. La pasividad ilusoria se ubica más allá del principio de placer, es decir, en el orden de la pulsión de destrucción y de muerte. Es el goce inscripto del lado del displacer, del sufrimiento e, incluso, también del dolor. Así como toda esperanza activa apuesta a los vínculos, la ilusión pasiva tiende al rompimiento de todo lazo social. La pregunta clave es “¿Has actuado en conformidad con tu deseo?”. El amor permite al goce condescender al deseo, aunque bien sabemos que no todo goce resulta fácilmente reciclable.

La esperanza activa se asocia a la idea de interés (del latín inter-esse, o ser entre). Si estamos interesados trascendemos nuestro yo, estamos abiertos al mundo o prontos a saltar dentro de él. Es más, quien está interesado suele volverse interesante, porque el interés despierta interés. La ilusión pasiva, en cambio, enajena la esperanza en pos de un sujeto enajenado. La vida se estanca y tiende a desaparecer. Se rompe la conexión con el mundo exterior y, en vez de orientarnos hacia el progreso y el crecimiento productivo, nos detenemos para caer luego en la más profunda de las tristezas, decadencias y regresiones. Aquí, la tristeza no es otra cosa que cobardía moral, en tanto se carece del coraje necesario para rescatarnos.

Expresadas estas previas consideraciones, aclaremos además que ambas orientaciones habitan en nuestro mundo interno, provocándonos . La ambivalencia es esa experiencia en la que conviven simultáneamente la alegre esperanza con la frustrante ilusión. Aceptar ambos aspectos como partes igualmente constitutivas de nuestra identidad personal abre la posibilidad de un vínculo dialógico… y no antagónico entre esperanza activa e ilusión pasiva. Apostemos, entonces, a poder erigirnos en verdaderos activistas de lo esperanzado, trabajando dialécticamente tales tensiones contradictorias, para así lograr las MEJORES SINTESIS desde ya siempre provisionales, relativamente satisfactorias y de equilibrio inestable.


RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

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