ROL COORDINADOR Y ENSEÑANZA DE PSICOLOGIA SOCIAL
Como venimos diciendo en las anteriores ediciones, la técnica para coordinar grupos se aprende a través de la experiencia personal, de igual modo que la base fundamental de una preparación psicoanalítica se obtiene pasando uno mismo por el análisis. Pues, ¿dónde acontece este aprendizaje de la función de coordinar? En primer lugar, comienza precisamente en los llamados grupos operativos, adiestrados a tales fines en el propio campo de la enseñanza de la Psicología Social. Enseñanza y aprendizaje (enseñaje) constituyen así pasos dialécticos inseparables, ya que nuestra didáctica se organiza junto al equipo -formado por un coordinador y observadores- que entra en un mismo proceso recíproco y dinámico con los estudiantes.
En las escuelas e institutos de enseñanza de Psicología Social, el entrenamiento que se imparte está direccionado a preparar coordinadores idóneos, formados en los denominados grupos centrados en el aprendizaje
A partir de este aprendizaje se logran analizar los prejuicios y las ideologías que operan como ruidos
Lo más importante en nuestro campo científico no es sólo el cúmulo de conocimientos teóricos impartidos en el ámbito de la enseñanza (por ejemplo, sobre técnicas de coordinación de grupos), sino el manejo de aquéllos como instrumentos eficaces para indagar y actuar sobre la realidad psicosocial. En nuestra disciplina pretendemos que toda información sea incorporada o asimilada como herramienta para volver a aprender
El rol coordinador se ejercita co-trabajando y co-pensando tanto con los otros estudiantes como con los auxiliares del equipo. La praxis apunta a estar abiertos a la posibilidad de problematizar
Aprender a coordinar es también insistir en la incansable tarea de inventar un territorio propicio para el diálogo. En tanto se cumple este objetivo, la red comunicacional es constantemente reajustada y solamente así es posible reelaborar un pensamiento capaz del diálogo y enfrentar los cambios. Toda comunicación grupal es discontinua por naturaleza. Entendemos que no basta la presencia del otro para que haya diálogo, pues suele haber en los grupos integrantes que sostienen un ininterrumpido monólogo. Cuando la propia voz se pierde en relatos que se bifurcan y multiplican -hasta que vuelve desde afuera como una voz extraña- recién ahí podemos intuir que se está logrando una interacción.
El estudiante, en la medida que aprehende el objeto y lo transforma, se modifica también a sí mismo. Se necesita un tiempo y un encuadre para que los dos textos grupales básicos -novelas familiares del lado de los alumnos y corpus teórico del lado del coordinador- puedan entrar en juego mutuo. La comunicación se irá construyendo entre todos; se hará subversiva a la moral del monologismo que impone el discurso de lo autoritario. Las operaciones de la coordinación tenderán a ensanchar el sentido de las narraciones grupales. Así, al descubrir otras modalidades vinculares se encuentra no sólo una salida, sino también la lucha por salir. Sin ese riesgo no hay apuesta, pues entendemos que arriesgarse es perderse un poco... y no arriesgar es perderlo todo.
RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com
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